Lucas Santangelo, guía de pesca profesional desde hace 25 años y presidente de la Asociación de Guías de Pesca de Santa Fe  (AGPS) manifestó una gran preocupación por la bajante del Rio Paraná. “Estamos nuevamente en un momento crítico, la bajante está complicando todo, los riachos se cierran, las lagunas se secan y los peces se mueren, señaló y adujo que la altura que tiene hoy el río no es apta para actividades tales como la pesca.

Tras casi  cuatro años de bajante extraordinaria y ningún plan de manejo específico para gestionar el recurso, existen señales que indican que las poblaciones de peces del río Paraná sufren el impacto de la prolongadísima falta de agua (que afecta sus ciclos reproductivos), así como las consecuencias de la presión pesquera en un escenario natural muy frágil.

En ese sentido Santangelo señaló a RosarioPlus que es en primavera cuando los peces se reproducen. Básicamente, dijo que con el río alto la reproducción suele ser más exitosa, más allá que la cantidad de huevas depositadas son similares, con el río bajo la imposibilidad de ingreso a la zona de lagunas y bañados genera un menor nivel de supervivencia.  

La prolongada y pronunciada bajante de los ríos que componen la cuenca del Paraná desconectó al sistema de lagunas y riachos, donde los peces juveniles encuentran alimento y refugio. Según explicó, la cohorte de peces que sustenta la pesquería en el Paraná nació más que nada en el ciclo 2009/10 y algo en 2015/1016, aunque menos abundante.

“El sábalo es quien habita estos espacios y se alimenta del plancton, además es el primero en la cadena alimenticia, del que se alimentan otros peces. La falta de movimiento en el río en materia de crecientes y bajantes genera que no haya agua en los arroyos, después baje, se genera el plancton, vuelva a subir y los peces entren de nuevo en ese curso, es decir el ciclo de vida del humedal”, apuntó el pescador.

Aunque vale decir que la bajante no es la causante de todo el problema. Los especialistas sostienen que  hay un nivel de actividad antrópica jamás vista en la cuenca, tales como la pesca industrial, el uso de las tierras, la ganadería, los endicamientos, las construcciones, la hidrovía y la contaminación. En estos últimos meses la mortandad de peces es notoria en algunas zonas como lagunas que se van secando de a poco y se convierten en trapa para los peces que luego no logran salir al río. Esto sucede por la escasez de oxígeno y la suba de la temperatura del agua.

El guía de pesca ve esta situación como dramática y a cuatro años del comienzo de la bajante ocasionada por La Niña dijo que el recurso es cada vez más escaso y que en su actividad, vinculada al turismo, cada vez es más difícil satisfacer a quienes vienen en busca de una día de pesca en zonas alejadas ya que la falta de aguas genera anegamientos que no permiten avanzar con las embarcaciones a zonas más vírgenes del humedal.

“Hoy tenemos que pescar en el canal principal y en otros brazos afluentes más grandes que si tienen agua, es el caso del Paraná Viejo, Paso destilería o Los Meones. Nos tuvimos que adaptar a la situación, ya no vamos a los lugares más bellos, sino donde hay todavía algo de pesca. Otro tema que al que debemos estar atentos son las dificultades con la navegación, por lo cual hay que ser medido de dónde uno va con la lancha y puede ser peligroso porque aparecen bancos de arena y palos en lugares donde antes no los había”, lamentó y dijo que el río se está modificando y muchos cursos de agua desaparecieron.