La creación de este teatro significó un acontecimiento trascendental para la ciudad, tanto en el plano social como artístico. Inaugurado el 7 de junio de 1904, el Teatro La Opera (así llamado por entonces), abrió sus puertas con la puesta en escena de la ópera “Otello” de Giuseppe Verdi.

A pesar de la alegría que significaba para la población contar con el teatro, su historia tuvo altos y bajos, incluso hasta antes de su inauguración.

En 1888 la Sociedad Anónima Teatro La Opera había decidido la construcción de un gran teatro lírico. La construcción comenzó, pero por problemas económicos, se vio interrumpida cuando la obra estaba recién en el primer piso.

El lugar abandonado, sin un destino preciso, fue comprado por el empresario Emilio Schiffner, quien concluyó las obras contratando a George Goldammer, un ingeniero alemán especialista en acústica.

En tanto, los frescos de la cúpula de la sala principal y el telón fueron obra de Giuseppe Carmignani, un artista italiano que radicaba en la ciudad. El telón, pintado con imágenes de la mitología griega, tiene uno con idéntica iconografía en el Teatro Regio de Parma, pero con colores diferentes.

Con el correr de los años, el teatro comenzó a destacarse por la condición acústica de su sala principal como uno de los mejores del mundo. Además, a finales de la década de 1930, se presentó un proyecto para reformar el edificio original, pero no se llevó a cabo.

Días oscuros se avecinaban. La actividad decayó y los herederos de Schiffner decidieron lotear el terreno y demoler el teatro. Aunque otra vez, afortunadamente, la estructura del edificio fue salvada.

Había por entonces un círculo de intelectuales que pertenecían a la Biblioteca Argentina que era llamado “El Círculo de la Biblioteca”. La comisión salvó al edificio de su demolición en 1943, cuando Ciro Tonazzi, uno de los integrantes, compró el Teatro La Opera para abrirlo nuevamente, esta vez, con el nombre de “El Círculo”.

Con este nombre quedó definitivamente establecido el teatro ubicado en Laprida y Mendoza, que aún hoy conserva todo su esplendor y esencia original.