Carlos Tevez quedó expuesto y sobrepasado en el partido frente a Quilmes en el que Rosario Central fue eliminado en la Copa Argentina. Un partido de muy mal rendimiento, quizás de los peores del año, en el que faltaron respuestas. Hubo varios intentos del DT de cambiar, pero terminaron siendo inertes. Cambiar poco no ayuda, pero meter mano de más y sin eje también puede confundir.

Una vez más el planteo inicial se vio superado. Alguien rápidamente podrá decir que para mal el equipo y después intenta corregir sobre la marcha. Es ahí cuando hay una línea muy fina entre corregir y emparchar, y si se emparcha mucho se embarullan los jugadores y hasta el DT. Lo que se termina viendo es desconcierto, una de las peores señales de un equipo. Algo de eso pasó ayer, pero también en otros partidos.  

Al otro día del clásico rosarino en el que Central le ganó a Newell's 1 a 0, Walter Montoya contó en una entrevista televisiva que tuvieron que recurrir al "plan C" para llevar adelante el partido. El plan A que dispuso Tevez en el arranque no había salido, por lo tanto se recurrió a algunos movimientos tácticos que tampoco dieron resultado -salida de Gino Infantino en el medio-, y después de retoques y cambios de jugadores se llegó al C. Siempre se repite que los clásicos son partidos aparte y bien podría decirse de aquel encuentro. Central neutralizó pero también la misma vorágine de ir ganando el clásico ayudó a que todo se encaminara a la victoria.

Claramente, no siempre es así. De hecho, lo que le falta a es regularidad, pero para eso, antes, se requiere de funcionamiento. Es cierto que la calidad de los jugadores también incide mucho en la neurosis de Tevez, pero también queda expuesta la inexperiencia. Es la diferencia entre el viejo asador que acomoda la carne, y le echa brasas cuando se requiere y listo, con aquel inexperto que le está encima a la parrilla dos horas, tocando la carne, poniendo y sacando carbón todo el tiempo, y pone en la mesa un asado, digamos, manoseado. Para cerrar, vamos con un contrafáctico: quizás Chapa Retegui era el encargado de darle esa mano para plantear y retocar en la cantidad justa y necesaria para sacar un asado a punto o al menos comible.