El presidente chino Xi Jinping acumula más poder que cualquier otro líder global, incluyendo a Donald Trump, Vladimir Putin, Angela Merkel y el Papa Francisco.

En China, el presidente es omnipresente. Aparece en las noticias de la televisión, en las páginas de todos los diarios, en internet, en los carteles publicitarios de las estaciones de trenes, subterráneos  y en las paradas de colectivos. También está presente en tiendas de regalos como parte del “merchandising” rojo que abunda en la China comunista.

Pero lo más importante, es que la presencia del presidente Xi Jinping se tornó constante en los últimos días producto del XIX Congreso del Partido Comunista Chino (PCC), que renovó la cúpula del régimen y reforzó su poder de cara a su segundo mandato de cinco años. Más aún: el PCC ha creado el “pensamiento Xi Jinping” del socialismo a la china de la nueva era, tal como lo anunció la agencia de prensa oficial.

Xi recibirá un nuevo mandato de cinco años al cierre del Congreso la semana entrante y de eso no caben dudas. La incógnita radica en si prolongará su presidencia más allá de la década que establecen las normas no escritas del PCC.

Lo cierto es que Xi construye un culto a la personalidad que no se veía en China desde los tiempos de Mao Tsé-tung, considerado el “padre de la patria” y que dirigió con puño de hierro el país durante 27 años.

Alabado seas

El Congreso del PCC, que ensalza los logros alcanzados en los cinco primeros años del mandato de Xi, ocupa diez salas del Centro de Exposiciones de Pekín, un edificio de estilo soviético coronado por una estrella roja y decorado con la hoz y el martillo, símbolos del comunismo.

Además de atribuirle todos los logros del país durante el último lustro, desde la proliferación de los trenes de alta velocidad hasta el portaaviones Liaoning pasando por el progreso económico y la erradicación de la pobreza, el Congreso reproduce decenas de fotos y vídeos de Xi Jinping, recurriendo al culto a la personalidad propio de la propaganda comunista.

Es frecuente ver su imagen junto Trump, Putin y otros mandatarios del mundo para reflejar el ascenso de China en el sistema político internacional. Pero también se lo ve en situaciones cotidianas, con trabajadores, ancianos, niños, mujeres, militares, etc. Cobra dimensión su omnipresencia, la sensación entre los chinos de que Xi, como una divinidad, está en todas partes y con todos a la vez.

Lo cierto es que en China se habla de Xi pero no se habla de política. El marcado adoctrinamiento ideológico -que se ha intensificado bajo su mandato- y la propaganda bautizaron al presidente como “Xi Dada” (Papá Xi), lo que supone la construcción de un liderazgo claramente paternalista sobre los más de 1350 millones de chinos.

Hace dos años, los 12 mil aspirantes a entrar en la Universidad de Tecnología de Pekín tuvieron que pintar de memoria el rostro de Xi. De su libro “El Gobierno de China”, traducido a ocho idiomas, se vendieron -o quizás se regalaron- más de 20 millones de copias. Y su doctrina política, que promete alcanzar “el sueño de China” ilusiona a la sociedad más que las obsoletas proclamas comunistas de sus antecesores.

Todo esto es posible porque se trata de un régimen de partido único sostenido por las fuerzas armadas, donde en realidad nadie quiere involucrarse en una discusión política por temor a la represalia. El gobierno chino no sólo advirtió que no podría vencer al sistema económico capitalista -a diferencia de la Unión Soviética- sino que se valió de él para su propio beneficio. Aplicó un férreo control sobre todos los ámbitos de la vida humana en el interior del país combinado con el aprovechamiento de todas las políticas de libre mercado disponibles hacia afuera del país.

Más allá del horizonte

Sin embargo, el liderazgo de Xi Jinping se nutre de mucho más que propaganda. En primer lugar, el presidente es producto de una dirigencia política que ha sabido reconvertirse y que ha mantenido objetivos claros durante décadas. En términos de Pareto y Mosca, se trata de una élite que ha pautado sabiamente su propia circulación y oxigenamiento, a pesar de tratarse de un grupo políticamente exclusivo y excluyente.

En segundo lugar, Xi ha demostrado dotes de líder en el globalizado mundo actual. Ante figuras como las de Trump, dominado por sus humores y caprichos, Putin, un líder autoritario más tradicional y Merkel, quien se ciñe a las reglas de juego de la democracia, Xi aparece con un poder casi ilimitado (a diferencia de Trump y Merkel) y con una cara mucho más amable y componedora (a diferencia de Putin). Su protagonismo también se diferencia del que ostenta el Papa, quien pese a sus mensajes eminentemente políticos, ejerce un magisterio moral que intenta abrirse paso mediante la influencia. Xi puede apelar a la influencia pero también puede apelar al poder político y económico chino.

Sin embargo, junto al liderazgo de Xi, la presencia de China en el mundo tiende a expandirse y afianzarse. Prueba de ello es el primer proyecto con el que los chinos desembarcaron en Panamá.

Proyectos no “papers”

Tras el establecimiento de relaciones diplomáticas con Panamá, la empresa China Harbour Engineering Company Ltd. comenzó la construcción de un puerto para recibir cruceros. El proyecto es considerado un importante paso en el contexto de la creciente influencia de China en Latinoamérica y la intensificación del conflicto entre Panamá y Estados Unidos.

El proyecto también afirma el principio de “una sola China”, a propósito del problema suscitado con Taiwan -o China Nacionalista- país cuyo territorio China considera propio y que mantiene su independencia en buena medida a partir del apoyo de los Estados Unidos.

Las relaciones entre China y Panamá tienen una larga historia con fuertes raíces. El canal de Panamá es de hecho utilizado activamente por los buques chinos. Pero el problema taiwanés no le permitió durante mucho tiempo a Panamá aprovechar los beneficios de sus vínculos con China, pero ahora ya no existe ese impedimento, dado que el acuerdo comercial vino de la mano con un acuerdo político mediante el cual Panamá rompió relaciones diplomáticas con Taiwan a favor del principio de “una sola China”. A cambio, China incluyó a Panamá en el proyecto de la Gran Ruta de la Seda.

En Panamá se crea un nuevo precedente puesto que los Estados Unidos ya no pueden ignorar el fortalecimiento del papel de China en el mundo y la posición cada vez más determinante del capital chino en Latinoamérica.

El largo brazo de China y su presidente Xi llegan también a estas latitudes y cada vez de manera más contundente. En Argentina eso se sabe bien porque China es -junto a Brasil- el principal socio comercial del país. Es importante desplegar una estrategia multilateral y desarrollar vínculos con todos los actores globales existentes. También es importante mantener buenas relaciones con el líder