El estratega y diplomático de los anteojos negros y el acento alemán falleció dejando atrás un siglo completo de vida y décadas enteras de influencia como pocas veces se vio en la historia reciente.

Fue el estratega que marcó el rumbo de la diplomacia estadounidense en la segunda mitad del siglo XX, secretario de Estado de dos presidentes y cuestionado premio Nobel de la Paz. Es considerado el artífice del restablecimiento de las relaciones entre China y los Estados Unidos. Pero también el responsable de mortales bombardeos en Vietnam y de varios golpes de Estado en Latinoamérica.

Se mantuvo activo hasta el final. Este mismo año, el de su centenario, estuvo abocado a promocionar su libro sobre liderazgo, testificó ante un comité del Senado estadounidense sobre la amenaza nuclear de Corea del Norte y, en julio pasado, mantuvo una sorpresiva reunión con el
presidente chino, Xi Jinping.

Hoja de ruta

Nacido en Alemania en 1923 en el seno de una familia judía, Heinz Alfred Kissinger, emigró a los
Estados Unidos en 1938 para escapar del régimen nazi. Durante la Segunda Guerra Mundial se
incorporó al ejército estadounidense y estuvo destinado en Europa donde vio en primera persona los devastadores efectos de los totalitarismos y la crueldad del enfrentamiento armado.

Se formó en Relaciones Internacionales en la Universidad de Harvard donde desarrolló una reconocida carrera académica durante 17 años. Demostró ser tan inteligente como arrogante, dueño de un agudo sentido del humor, y ávido por el conocimiento.

Fue el presidente conservador Richard Nixon quien lo llevó a lo más íntimo del proceso de toma de decisiones del gobierno de los Estados Unidos, primero como consejero de Seguridad Nacional y luego como secretario de Estado, es decir, responsable de las relaciones exteriores.

Es así como durante la década de 1970 Kissinger desempeñó un rol clave en la mayor parte de los acontecimientos mundiales de esa etapa de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Tal fue su centralidad que las estelas de su influencia llegan hasta la actualidad.

La diplomacia que encarnó Kissinger era absolutamente práctica, no idealista. Dicho en otras palabras, era un pragmático, un fiel exponente de la “realpolitik”. Perseguía el cumplimiento de los intereses estadounidenses, no la exportación de ideales políticos. Es precisamente por eso que sus partidarios sostienen que fue exitoso al lograr imponer esos intereses aumentando la influencia de su país en el resto del mundo, y situándolo en una posición de fuerza que, en definitiva, le permitió vencer en la Guerra Fría y convertirse en la única superpotencia global.

Para sus múltiples detractores, Kissinger fue un estratega político frío, cerebral, insensible hacia el prójimo y sin el menor remordimiento por las decisiones adoptadas que condujeron a acciones que provocaron enormes daños y dolor en muchos países.

Claroscuros

Henry Kissinger llevó adelante negociaciones sobre el control de armamento nuclear con la Unión Soviética, que abrieron una vía para regular las tensiones entre las dos superpotencias durante la Guerra Fría. Lideró también las negociaciones que permitieron alcanzar los acuerdos de paz de París con Vietnam del Norte. Eso permitió a los Estados Unidos salir de la guerra de Vietnam, que dejó secuelas perdurables y fue además de una conflagración impopular, costosa y prolongada, la que derribó el mito de invulnerabilidad norteamericana. Sólo dos años después de la firma de los pactos, Saigón cayó en manos del régimen comunista norvietnamita.

En Oriente Medio, Kissinger desplegó una intensa diplomacia tendiente a establecer y ampliar vínculos entre Israel y los países árabes. Fue así que logró separar al Estado judío y a Siria en los Altos del Golán. No tuvo sin embargo el mismo éxito en 1975 y no logró alcanzar un acuerdo entre Israel y Egipto.

Uno de sus mayores éxitos fue la aproximación de los Estados Unidos con China. Hizo dos viajes a dicho país en esos años, uno en secreto para reunirse con el primer ministro Zhou Enlai. De esa manera logró sentar las bases de la histórica visita de Nixon a Beijing en 1973, que permitió algo impensable hasta ese entonces, como ser la normalización de relaciones diplomáticas entre China y los Estados Unidos. De ese modo, logró incidir hábilmente para entorpecer las ya difíciles relaciones bilaterales entre China y la Unión Soviética.

Pero uno de los capítulos más oscuros de su prolongada trayectoria de estratega y diplomático fue el dedicado a Latinoamérica. Su miedo casi patológico al establecimiento de regímenes de izquierda fueran o no revolucionarios, lo condujo en el mejor de los casos a apoyar y, en el peor, a promover dictaduras cívico militares en toda la región. La más documentada de sus conspiraciones fue la urdida desde 1970 con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para desestabilizar y finalmente derrocar al gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende en Chile. Fue también responsable de encumbrar a Augusto Pinochet como dictador.

De manera inversamente proporcional a lo que le sucedía a su jefe, el presidente Richard Nixon, su poder creció durante el escándalo Watergate. Mientras el presidente se debilitaba, Kissinger se fortalecía en su rol de gran artífice de la política exterior estadounidense. Finalmente, la dimisión de Nixon en 1975 disminuyó su influencia, pero no la eliminó por completo. Continuó en su cargo como secretario de Estado durante el mandato del presidente Gerald Ford hasta 1977, cuando este último completó el período que Nixon había dejado vacante.

En 1978 visitó Argentina para ver el Mundial de Fútbol. En los Estados Unidos ya gobernaba el demócrata James Carter, quien presionaba para detener la represión desatada por la dictadura cívico militar encabezada por Jorge Rafael Videla. La presencia de Kissinger en Argentina fue interpretada como un respaldo personal a la junta militar.

Ya fuera de la función pública, continuó prestando asesoría a grandes corporaciones y a políticos, tanto republicanos como demócratas, escribiendo libros, pronunciando discursos y gestionando su propia empresa de consultoría global, Kissinger Associates, con la que ganó una fortuna.

Sin embargo, tanto la fama como la polémica lo persiguieron de por vida. Las acciones que impulsó en el sudeste asiático y su apoyo a las dictaduras latinoamericanas provocaron un cúmulo de acusaciones como criminal de guerra y de exigencias para que rindiera cuentas por sus decisiones.

Especialmente se denunció el bombardeo secreto estadounidense en Camboya en 1970. Dicha operación tuvo como objetivo destruir las líneas de suministro que partían de Vietnam del Norte para sustentar a las guerrillas comunistas en el sur. Sus críticos consideran que esa acción precipitó que los comunistas se hicieran con el control de Camboya y desataran una era de terror en ese país en la que murieron cerca de dos millones de personas.

El premio Nobel de la Paz, que le fuera concedido en 1973 junto al norvietnamita Le Duc Tho - quien tuvo la entereza de rechazarlo- fue uno de los más controvertidos que se recuerden. Dos miembros del comité Nobel encargado de adjudicar el galardón renunciaron.

Posteriormente a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, el entones presidente George W. Bush lo eligió para que encabezara un comité investigador. La oposición demócrata denunció un conflicto de intereses con varios de los clientes de la consultora de Kissinger, lo cual lo obligó a renunciar.

Intentó aconsejar a Donald Trump. Propuso invertir la estrategia que había usado en los ‘70 cuando recurrió a China para ponerle un freno a la Unión Soviética. A Trump le aconsejó entonces acercarse a la Rusia de Vladimir Putin para contrarrestar el creciente poderío económico chino. El acercamiento entre Trump y Putin se tradujo en efectos inesperados que posiblemente ni el propio Kissinger pudo imaginar. De alguna manera, la invasión de Rusia a Ucrania tiene raíces en ese extraño vínculo entre Putin y Trump.

Respecto del futuro, dejó su opinión acerca de la disputa entre China y los Estados Unidos por la supremacía global al señalar que “ambas partes se convencieron de que la otra representa un peligro estratégico”. Y agregó que “vamos camino a una confrontación entre grandes potencias”.

Henry Kissinger, el hombre que fue el poder detrás del poder en la primera potencia planetaria, el
estratega y consejero frío y calculador, murió. Públicamente, nunca se arrepintió de nada.