Moldavia es un pequeño país de 2 millones 600 mil habitantes situado entre Rumanía y Ucrania. Desde la invasión rusa, vive inmerso en una incesante tensión, producto de la guerra en el país vecino -recrudecida en los últimos días por la nueva ofensiva rusa- y de una crisis política interna que desembocó la semana pasada en la caída del gabinete y la primera ministra prooccidental Natalia Gavrilita. El recambio se produjo horas después de que el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, anunciara a las autoridades de la Unión Europea (UE) que los servicios de espionaje de su país habían interceptado documentos rusos reveladores de un plan del régimen de Vladimir Putin para propiciar un golpe de Estado en Moldavia. 

Una renuncia forzada 

El gobierno moldavo atravesó en los últimos meses distintas crisis que erosionaron su imagen, tales como la llegada de refugiados ucranianos, el aumento de precios y la crisis energética. La lentitud en la implementación de las reformas emprendidas y que involucran modificaciones en el poder judicial, la política energética, el desarrollo de infraestructura y de medidas de seguridad, también fueron fuente de malestar. Esas reformas son un requisito para la próxima integración de Moldavia a la UE y la ruptura total con el legado e influencia rusos. A pesar de la importante ayuda de Rumanía y otros socios occidentales, algunos cambios produjeron descontento dentro del partido liberal gobernante como entre sus seguidores. El creciente descontento entre la población fue además aprovechado e incentivado por los partidos políticos y grupos prorrusos. Cabe recordar que Moldavia integró la Unión Soviética hasta 1991. 

Con un clima político y social caldeado, la presidenta Maia Sandu -considerada europeísta y prooccidental- dejó entrever sus diferencias con la primera ministra y finalmente le soltó la mano. Tras la dimisión de Gavrilita, propuso como reemplazo a Dorin Recean, un estrecho colaborador suyo con quien comparte partido político y vocación proeuropea. 

Fue justo antes de la caída del gabinete, en un contexto de gran inestabilidad interna, que tomó estado público la preocupante denuncia de Zelenski. 

El plan ruso 

Zelenski informó a las autoridades de la UE en Bruselas que el gobierno ruso planeaba utilizar agitadores oriundos de Rusia, Bielorrusia, Serbia y Montenegro con previo entrenamiento militar, para infiltrarlos como manifestantes en Moldavia, donde desplegarían una violencia desproporcionada con el objetivo de articular un golpe de Estado que permitiera sustituir al actual gobierno por otro, afín a los intereses rusos. 

La presidenta Sandu confirmó poco después lo expresado por Zelenski y aseguró que el intento del gobierno ruso por desplegar acciones subversivas no era nuevo. “En otoño ya hubo intentos de desestabilizar y socavar el Estado, pero no lograron su objetivo gracias a la rápida intervención de nuestras instituciones de seguridad y orden público”, afirmó. En ese entonces, la atención se fijó en la crisis energética provocada por Rusia, que buscaba provocar un gran descontento popular y generar violentas protestas. 

El plan desestabilizador contemplaba el ataque contra edificios estatales y la captura de rehenes. La presidenta moldava explicitó que el objetivo de esas acciones violentas planificadas “disfrazadas de protestas por parte de la llamada oposición” tenían por objetivo “forzar el cambio de poder”. La jefa de Estado confirmó que los documentos recibidos desde Ucrania aportaron “ubicaciones y aspectos logísticos de la organización de esta actividad subversiva”, así como instrucciones sobre las reglas de ingreso a Moldavia para ciudadanos de Rusia, Bielorrusia, Serbia y Montenegro. 

En medio de esta amenaza, las autoridades moldavas cerraron el último martes el espacio aéreo por motivos de seguridad. Si bien no se especificó la razón, todo apunta a la aparición de un objeto que volaba sin autorización. Poco después, el ministerio de defensa de Rumanía informó que el sistema de vigilancia de la fuerza aérea detectó un pequeño objeto volador, con forma de globo meteorológico, a una altitud de unos 11 mil metros en su espacio al sudeste del país. Dos cazas fueron a la zona pero no lograron encontrarlo. 

Reacciones 

Como era de esperar, desde la cancillería rusa rechazaron inmediatamente las acusaciones de instigación de un golpe de Estado en Moldavia. La diplomacia rusa sostiene que es al revés, es decir, que es el gobierno ucraniano el interesado en implicar a Moldavia en una confrontación con Rusia. Afirma además que las autoridades moldavas aprovechan esa “información falsa” para alimentar “el mito de la amenaza rusa”, distraer a la ciudadanía de los problemas internos causados “por el fracaso de la política socioeconómica de la actual administración” y para fortalecer la lucha contra la oposición. 

La situación es monitoreada desde los Estados Unidos y la UE aunque, al parecer, nadie parece animarse a intervenir, especialmente por la difícil situación política interna de Moldavia. 

La presidenta Sandu señaló que los agitadores contarían con el apoyo de grupos internos y personas vinculadas a Vladímir Plahotniuc, un político y empresario considerado uno de los hombres más poderosos de Moldavia, y que se encuentra prófugo de la justicia, acusado haber ordenado el asesinato de un banquero ruso y de ser el responsable del “robo del siglo” en su país. Entre 2012 y 2014 millones de euros de tres bancos del país fueron transferidos a través de sociedades pantalla radicadas en el Reino Unido y Hong Kong. El dinero se obtenía a través de créditos que las entidades se daban entre ellas sin responder a ningún criterio económico y acababa en cuentas bancarias de Letonia a nombre de clientes extranjeros. En total, fueron sustraídos mil millones de euros, lo que representó casi el 13 por ciento del Producto Interno Bruto moldavo. 

La mandataria reclamó a todas las instituciones del Estado la máxima vigilancia e instó al parlamento a avanzar rápidamente con la sanción de proyectos de ley que doten al Servicio de Información y Seguridad y a la Fiscalía de las herramientas necesarias para combatir las amenazas a la seguridad del país. 

Desde la oposición, la coalición de socialistas y comunistas calificaron la declaración de la presidenta como irresponsable y exigieron que las pruebas aportadas por el gobierno ucraniano se hicieran públicas. Sostienen que, en caso contrario, las declaraciones de la mandataria pueden considerarse como una provocación destinada a llevar a Moldavia a un conflicto, crispar a la sociedad, intimidar a la oposición y justificar la represión política contra quienes están insatisfechos con el gobierno. Por su parte, el partido nacionalista de derecha radical Șor arremetió contra Sandu y la acusó de usurpación de poder, al mismo tiempo que convocó a nuevas protestas. 

Antecedentes 

La intención de Putin de intervenir en Moldavia no es nueva. En abril del año pasado, se produjo una operación rusa de falsa bandera en una región de Moldavia que tiene un régimen autónomo especial llamado Transnistria. Se trata de una región separatista cuya población es étnicamente rusa en su amplia mayoría. El régimen ruso busca cualquier justificación para intervenir militarmente en Transnistria, dado que eso le daría una ventaja capital al permitirle realizar una “maniobra de pinzas” sobre Ucrania y atacar el sur de ese país no solamente desde el este y desde el sur como hasta ahora, sino también desde el oeste. Ucrania quedaría de esa manera sin salida al Mar Negro, es decir, sin puertos, sin marina y con la debilidad adecuada para firmar una paz a la medida de Putin. 

La revelación de Zelenski y el cambio de gabinete parecen reforzar por el momento el rumbo europeísta de Moldavia. Pero la mano invisible de Putin no descansa.