Ya se sabía bastante de las repercusiones que tiene sobre el cuerpo humano volver a la Tierra luego de abandonar la atracción gravitatoria. Pero la experiencia del astronauta estadounidense Scott Kelly y del ruso Mikhail Kornienko, que regresaron al planeta después de pasar un año en la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés), sirvió para seguir de cerca los efectos de una estadía extraterrestre a largo plazo. Como era de esperarse, no son muy agradables.

Si bien apenas aterrizaron, el equipo médico de la NASA encontró a los astronautas en mucho mejor estado de lo que esperaban, al poco tiempo la reinserción gravitacional empezó a mostrar sus intensos efectos. Durante los primeros días de vuelta en su hogar, Kelly sufrió picores, irritación de piel, mareos y síntomas gripales. Ojo, dengue no es seguro.
 


Es que, claro, la readaptación fisiológica que debe atravesar el cuerpo después de vivir un año sin gravedad es total. Todo el sistema debe reajustarse. La descalsificación ósea y la pérdida de masa muscular son provocados por la falta de esfuerzo motriz. Los fluidos corporales se reacomodan, el sistema inmune está débil ante las condiciones terrestres, el aumento de la presión intracraneal genera malestar en la vista... y la lista sigue. Para los que compraron terrenos en la luna: pensarlo dos veces antes de mudarse. 

Tres meses después del regreso, los astronautas todavía sienten las consecuencias, especialmente la fatiga y la rigidez en las piernas. Calculan que la rehabilitación total les llevará incluso más de un año. La experiencia de los astronautas, junto con lo que ya dejaron ver varias películas del estilo de Gravedad, hace pensar que será mejor no abandonar el planeta Tierra a menos que sea absolutamente necesario.