Se llama Keyla, y aun no cumplió los dos meses de vida. Es una beba pequeña, delgadita. “Tiene pata de cabra”, me cuenta su mama de 16 años. ¿Qué es eso?, pregunto “Es algo que si le llega a la nuca la mata”, me responde sin muchas precisiones, salvo la tristeza de su rostro. La noche del 19 de mayo Keyla durmió a la intemperie, junto a la ruta 11 a la altura de Capitán Bermudez. No estaba sola, otras cuarenta personas desalojadas de un terreno baldío perteneciente a la empresa Belgrano Cargas corrían con la misma desgracia de estar sin techo en una noche helada, tan helada como la indiferencia que los llevo hasta allí.

La justicia ordenó el desalojo, sin plazos ni pruritos, el Municipio bermudense, presionado por una organización social ofreció unos terrenos. Pero cuando las familias pretendieron radicarse los vecinos que habitan la zona lindera al terreno les impidieron el paso. Las chapas, tirantes y cartones volvieron a descargarse en el mismo lugar, desarmados y sin rumbo. El jueves por la noche la bronca se mascullaba en derredor de un guiso de fideos que los hermanaba. Poco sabia de estas razones la beba, cuyo único pecado es haber nacido indigente y olvidada.

Keyla, con un mes y veintidós días de vida durmió bajo la helada blanca, la madrugada del viernes 20 de mayo, tiritando en los brazos de la nena que es su madre y no puede darle otro cobijo. 

La tristeza pesa sobre los rostros y las manos de quienes nos cuentan que está pasando, para la edición de un noticiero a punto de empezar. La marea de los autos que van y vienen por el cordón industrial apenas reparan en el fuego encendido junto a una olla popular en ese codo en el que empieza la ciudad de Bermúdez. Ignoran a Keyla y a los otros nenes que corretean mal abrigados. Ellos encarnan los nadies de una noche interminable que comenzó hace mucho tiempo.

Los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados (…)
Que no son, aunque sean
(Eduardo Galeano)