Los diputados reunieron la cantidad de votos suficientes para someter a Sebastián Piñera a juicio político, semanas antes de concluir su segunda presidencia. Será ahora el Senado el que tenga la última palabra sobre su destino. El proceso de destitución comenzaría a ser discutido el próximo martes y deberá ser aprobado por un cuórum de dos tercios, un escenario poco probable dado que la oposición no cuenta con los apoyos suficientes en la cámara alta.

Señalado por sus polémicos negocios en paraísos fiscales, Piñera asegura que las acusaciones en su contra son infundadas. Por ahora, tiene prohibida la salida del país hasta que finalice la acusación, procedimiento que, de concretarse, podría lograr su destitución e inhabilitación política.

El factor electoral es inevitable cuando está previsto que se celebren los comicios más cruciales de las últimas décadas en el país transandino con dos candidatos favoritos que encarnan dos polos opuestos del espectro político: el diputado y exlíder estudiantil de izquierda Gabriel Boric y el ultraconservador José Antonio Kast.

En este contexto, el mandatario conservador vive el ocaso de su presidencia lejos de la efervescencia electoral y con bajos niveles de aprobación. La oposición vio la oportunidad para atacar, aunque, como cabe esperar, finalmente nada suceda.

Sin embargo, la situación deja en evidencia algo. Desde el retorno a la democracia en 1990, ningún presidente ha sido destituido del cargo. Sin embargo, éste es el segundo intento de juzgar políticamente a Piñera. El primero fue a fines de 2019 por presuntas violaciones a los derechos humanos en medio del estallido social, las protestas más virulentas desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet. Los niveles de impaciencia social parecen haberse trasladado a la misma dirigencia política, que parece haber desatado una caza de brujas contra sí misma. Eso aplica al menos para la dirigencia vinculada a los partidos políticos tradicionales, que ya en las elecciones para la Asamblea Constituyente recibieron un castigo fenomenal. La mayoría de los constituyentes fueron candidatos independientes, es decir, extraños a las estructuras políticas habituales.

Pandora Papers, incertidumbre y candidaturas

Concretamente, la oposición acusa a Piñera de haber faltado al principio de "probidad" y "comprometer gravemente el honor de la Nación" luego de que los Pandora Papers revelaron presuntas irregularidades en la venta en Islas Vírgenes Británicas de la Minera Dominga a un íntimo amigo de la familia presidencial, nueve meses después de que éste asumiera el cargo para su primer mandato (2010-2014). El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), reveló que la venta del proyecto debía producirse en tres cuotas, pero la última estaba condicionada a que la zona no fuera declarada de protección ambiental, una decisión que dependía de Piñera, quien podría haber incurrido en un conflicto de intereses. Por su parte, el mandatario, dueño de una de las fortunas más grandes de Chile, afirma que se desvinculó de sus negocios a través de fideicomisos ciegos en 2009 y que lo revelado ya fue sobreseído en 2017, aunque el Ministerio Público Fiscal ha abierto una nueva investigación.

La revelación de los Pandora Papers tuvieron el efecto de soliviantar los ya caldeados ánimos políticos y profundizar el clima de incertidumbre reinante en Chile a escasas semanas de las elecciones presidenciales.

Pese a que hay siete candidaturas en danza, todo parece indicar que habrá una segunda vuelta electoral y que será protagonizada -como ya se dijo- por Gabriel Boric y José Antonio Kast.

Boric es el candidato más joven, pero a pesar de tener solo 35 años y eludir el esquema de partidos políticos tradicionales, su rostro es un viejo conocido para los chilenos y las chilenas. Formó parte del reducido grupo de líderes estudiantiles que hace ya una década encabezaron las protestas por una educación gratuita, libre y de calidad en uno de los países más caros del mundo en materia educativa. Luego llegó al Congreso convertido en diputado.

En un país caracterizado por enormes diferencias sociales, sanitarias y educativas, las manifestaciones estudiantiles de 2011, que siguieron a las iniciadas por la revolución pingüina de 2006, marcaron un antes y un después. Fue entonces que la sociedad chilena comenzó a expresar su inconformismo frente a la desigualdad. El recambio generacional fue clave en un pueblo que albergaba todavía miedo hacia los resabios de la dictadura. 

Sin embargo, al clima “revolucionario” de un sector muy importante de la sociedad, se contrapone un núcleo “contrarrevolucionario”. Es el que representa el abogado José Antonio Kast Rist, el candidato ultraconservador que llegaría sin dificultades a la segunda vuelta. Fundador del Partido Republicano (PR) y representante de la derecha más dura y conservadora de Chile, Kast lidera las preferencias de acuerdo a tres encuestas.

Su ascenso fue vertiginoso e inesperado. En junio, tenía el 7 por ciento de intención de voto y ahora alcanza el 25 por ciento, superando a Boric quien actualmente ostenta el 19 por ciento, y que había encabezado las preferencias desde julio.

La rebeldía de derecha

Kast encarna a la perfección el fenómeno de la “rebeldía de derecha”. Emergió como una figura confrontativa con Boric y reivindicó la dictadura de Augusto Pinochet.

La explicación de su mejor posicionamiento en la carrera presidencial podría relacionarse con que en contextos de alta inestabilidad política, donde las sociedades adoptan decisiones aparentemente “revolucionarias”, parte del electorado retrocede ante la posibilidad de que esas transformaciones pudieran conducir a un estado de cosas aún peor. A eso se agrega un dato más fácil de corroborar que es la pérdida de popularidad del candidato de centroderecha Sebastián Sichel por diversas polémicas, lo que condujo a un sector de su electorado a respaldar a Kast.

Nostálgico del crecimiento económico experimentado en los años ´90, Kast quiere reducir desde el 27 al 17 por ciento los impuestos para los empresarios y al cero por ciento para las pequeñas y medianas empresas, con el fin de fomentar la inversión. La propuesta ya ha tenido voces en contra, incluso del mismo gobierno de Piñera. El ministro de Hacienda, Rodrigo Cerda, ha señalado públicamente que difícilmente disminuiría el fuerte déficit fiscal del país.

Kast es uno de los críticos más duros de la izquierda en Chile. También es el único de los siete candidatos presidenciales que en el plebiscito de 2020 votó en contra de sustituir la actual Constitución sancionada durante el pinochetismo por una nueva.

Su programa se funda en la promesa de garantizar el orden, la seguridad y el control migratorio. Para ello, quiere construir una zanja en la ciudad fronteriza de Colchane (región de Tarapacá), que le impida a migrantes cruzar al país. También se opone al aborto, al matrimonio igualitario y a la adopción homoparental.

Kast se maneja con soltura en las redes sociales, especialmente en TikTok donde tiene varios videos bailando y más de 267 mil seguidores. Así, el candidato republicano estaría llegando a un público principalmente compuesto por jóvenes. Mientras tanto, luce calmado en los debates presidenciales frente a sus contrincantes. Pese a que mantiene posturas similares, en su estilo comunicacional se aleja al de Donald Trump y de Jair Bolsonaro.

Pese a lo dicho, es también el candidato con mayor rechazo. Aproximadamente el 48 por ciento del electorado no estaría dispuesto a votar por él. Este dato refleja una vez más el clima de incertidumbre que vive Chile y que comenzará a definirse a partir del 21 de noviembre. No queda claro sin embargo, si se saldará con la segunda vuelta electoral prevista para el 19 de diciembre. Resta nada más y nada menos que definir el texto de la nueva Constitución.