Fin de año es, sin dudarlo, un período de revolución personal. Al “obligado” balance, se le suman los duelos por los que ya no están, los temas pendientes que quedaron sin abordar, el sin fin de compromisos en los que “no se puede” dejar de estar, el caos emocional de las demandas de los demás y la exigencia desmedida en la que intentamos “cerrar” tal como si hubiese un inminente final.

Este articulo pretende serenar a aquellas personas presas de este acelere emocional. Una mirada pausada, permite reflexionar que diciembre no es más que una convención cultural. Una tradición, es la transmisión de ritos y costumbres de generación a generación, el problema acontece cuando por la inconciencia de la repetición nos sobrecargamos sin ninguna sensata razón…

No hay quien escape de esta intensa vorágine. La idiosincrasia de nuestro lugar hace que final de año calendario coincida con cierres académicos y actividades sostenidas todo el año…A los niños se los viste de “conejo”, bailan en patín, se despiden del jardín. Los jóvenes con todas las materias rendidas pero a la vez bronceados y relajados para las infinitas despedidas.

Los adultos trabajan hasta al cansancio para “hacer la diferencia” en las ventas o para incrementar el salario con horas extras. El propósito es pagar los “trajes” de los mismos acontecimientos que pretenderían obviar o de los que lamentan no poder estar…

¿No es un esfuerzo sobrehumano encima pretender cocinar para agasajar, tener la casa impecable para los que vendrán y estar divinos y contentos cuando estamos a punto de colapsar?

Quizás sería bueno reconocer que a fin de mes le sigue primero de mes y lo que no pudo ser, puede llegar a ser sin torturarnos por incumplir con plazos arbitrarios.

Por estas épocas el Inconciente Colectivo atrae como una especie de imán y como manada alborotada hacemos cosas sin siquiera pensar si las deseamos en verdad. Es apropiado pausar y reflexionar… ¿En qué eventos queremos estar? ¿Con que personas queremos brindar? ¿A quiénes abrazar? ¿O quizás en soledad…muy digno de respetar? ¿Hasta dónde podemos gastar, es saludable tomar? ¿Cuándo es preciso frenar?

Para conservar la individualidad hay que ser una especie de titán…Dar un paso hacia atrás y observar a distancia habilita nuestra capacidad para diferenciar con dignidad lo que elegimos de lo que está de más…

¿Y si en lugar de lamentar desgracias empezamos a dar las gracias?

¿Si en lugar de reclamarnos pensamos en qué regalarnos?

¿Si en lugar de pirotecnia miramos las estrellas y tomamos conciencia de la inmensidad que nos rodea?

¿Si en lugar de comer hasta explotar dejamos espacio para conversar?

¿Si en lugar de plantearnos la gran epopeya nos prometemos para el próximo año logros acordes a esfuerzos no “sobrehumanos”? La exigencia desmedida resulta ser la peor enemiga…

Serenarse en medio de tanta locura, ponderar lo valioso, apreciar lo simple, encender la lucidez, pregonar la sobriedad y no lamentar los excesos es sinónimo de madurez emocional.

Diciembre no es el final sino la continuidad de todo aquello que quieras cultivar. Y si el balance “no te cierra” siempre es buen momento para abrir nuevas puertas… Un trato amoroso hacia nosotros mismos y una mirada comprensiva sin ser evasiva nos ayuda a proyectar con ilusiones no desmedidas escenarios de vida deseados que pueden ser conquistados en el transcurso de toda una vida y no vencen a fin de año, es fruto de un proceso y no solo un resultado “tildado”.

Que al brindar puedas honrar tus esfuerzos, que el abrazo con tus seres queridos no sea solo un cumplido, que puedas resignificar tus verdaderos objetivos. Y si este año, estás triste o extrañas a alguien, dejate estar ahí sin exigirte sonreír ni pretenderte feliz. Respeta tu estado interior, trasciende el mandato social de tener que estar de un modo en particular.

Brindo por una conciencia social cada vez más desplegada…por la serenidad personal que aporte a la paz social y por la contribución individual que se refleje en un cambio de mentalidad nacional.