Diciembre da a luz por estos días a un cúmulo de tiernos personajes que tienden a invisibilizarse en la vorágine urbana. Aunque no tanto. Es un mes de buenos deseos y (al menos en esta parte del mundo) malos augurios. Las tres sílabas que nombran al último mes del año, suelen ser escindidas en voz baja y gesto adusto por los políticos de turno. También por algunos comerciantes barriales, que esperan las ventas de fin de año y, a la vez, temen con mórbida memoria selectiva. Sobre todo ahora que los índices de desocupación volvieron a golpear a los sectores populares.

Ajenos y no a estos paradigmas dolorosos asoman en los comercios céntricos los buscaprecios. Son en su mayoría mujeres con listitas escritas con birome que, con bastante tiempo y escasos recursos, buscan regalos para la Navidad. Recorren calle San Luis anotando talles, colores, tamaños y utilidades con unos poquitos billetes que parecen esfumarse entre el calor, la humedad y la malaria.

Con otros listados más pretenciosos nos topamos a quienes pretenden exhibir un balance del año: Lado A: aspectos positivos de 2016 / Lado B: aspectos negativos. Salud, dinero y amor suelen ser los tres ejes principales. Pero la verdad es que el balance suele tener más que ver con la personalidad de quien lo elabora que con lo acontecido. La realidad es siempre una percepción subjetiva donde lo político y lo espiritual tienen peso propio. Así, a esas listas con las que algunos pretenden consolarse, otros amargarse, o divertirse son elegidas por unos pocos para festejar.

Confieso que algunos periodistas (me incluyo) solemos atragantarnos bastante en diciembre, porque es el mes en el que las luces enfocan a los que en todo el año olvidan: los niños separados de sus padres por abandono o negligencia, crecidos al resguardo de una ley que rara vez abraza o esperanza. Los viejos que sobreviven en asilos de mala muerte con los ojos contra la ventana, esperando unos pies que nunca llegan. Los desamparados que duermen en la calle. Todos suelen tener en nombre del amor ciudadano y la solidaridad a tiempo o a destiempo una noche de Fiesta en la que brindan con esperanza, para luego sumergirse en el olvido profundo de la indiferencia.

Diciembre es un mes con paradojas. Hay reencuentros, certezas, abrazos y alegrías. Y también crisis, peleas, dudas y congoja. En el mismo momento en que muchas copas se levantan, recorre la espalda esa sensación de que el paso del tiempo, implacable como la vida misma, ha sido inevitable. Y sin embargo también capaz de encender una exigua llamita colectiva que algunos llaman esperanza.