La Copa América que está programada para el año que viene en Estados Unidos y que, producto del escándalo de coimas, está en duda, es apodada la “Copa Centenario”. Es que este certamen no solo llega a ese número redondo que a todos tanto nos gustan, sino que también es el torneo de naciones más longevo de la historia del fútbol.

En sus 99 años, Chile nunca lo ganó. “Tenemos la responsabilidad de dejar de ser algo bueno y dar el salto para quedarnos con algo”, comenta un colega local. “Tenemos esa responsabilidad", analiza Arturo Vidal, estrella de cresta mohicana de la generación más importante cuantitativa y cualitativamente de La Roja. De esa manera Chile encara la Copa. Y los hechos empiezan a acompañarla rumbo a concretar esa ilusión.

Había amanecido la Copa América: como turrones en Navidad, los puestos de venta de gorros, banderas camisetas y vuvuzelas (sí, al ser humano le gusta mucho eso del autocastigo) aparecieron por el centro de la ciudad a borbotones y muchos los ignoraban. Los móviles de las cadenas de televisión se pusieron monotemáticos. Apuestas sobre el partido y clichés del estilo.

Pasando el mediodía, las inmediaciones del estadio comenzaron a colmarse. No solo el merchandising, también la gastronomía tenía una oferta de lo más variopinta. Entre todos ellos estaban también las mascotas de todo evento deportivo: los revendedores. La oferta comenzó triplicando el valor original. Sobre la hora del partido el costo de un ticket se pagaba hasta ocho veces más. ¿Cuánto cuesta cumplir un sueño? ¿Cuál es el límite? “Lo que tenga a mano”, comenta uno al paso.

Llegaban corriendo porque del centro (lugar que concentra la mayoría de los trabajadores de la ciudad) hasta al estadio hay 40 minutos en transporte público. “¡Ganamos, ganamos!”, anticipaban todos los interrogados. “Es ahora, esta es nuestra copa”, se ilusionaban otros. “Una final contra Argentina, así la fiesta es completa”, desafiaba otro, y corría. Todos de rojo, azul y blanco. Los únicos de amarillo eran los de seguridad. Los locales coparon la parada y no dejaron lugar a ningún ecuatoriano.

Pitana, el argentino protagonista negativo de la noche, vio un penal que en la Argentina sería tema de Estado y los locales, recién a los 66 minutos, pudieron sacar ventaja. Ecuador pudo empatar y el travesaño dijo no. Después se equivocaron frente a un equipo de Sampaoli, algo similar a que se te caigan los lentes en el río Paraná: dejá de buscar excusas y aceptá la derrota. Fue 2 a 0, pudo haber sido más, y también menos.

Esta noche cerrarán la primera jornada del grupo A un México “B” (no trae a ninguna de sus estrellas por preferir jugar la Copa de Oro de la Concacaf) frente al equipo boliviano que, cuando sale de casa, es inofensivo. El plato fuerte queda para el fin de semana.