En enero de 1943 el calor venía mal barajado. “La canícula que viene soportando una vasta región del país adquiere proporciones que se desconocían hace años”, advirtió en ese momento el Diario La Capital al referirse al período más caluroso del año. No alcanzaban ventiladores, heladeras ni canillas. Todo servía para refrescarse.

Ya el miércoles 20 de enero a las 15.15 el termómetro había llegado a 41.9 y la mañana del jueves 21 presagió lo que sucedería más tarde. A las 07.25 el termómetro marcó 26 grados, “el calor fue aumentando paulatinamente y anticipó desde las primeras horas de la mañana una jornada de características singulares”, contaba el matutino rosarino.

Para las 07:25 del 21 de enero el termómetro ya marcaba 26 grados, lo que anticipaba el calor que fue aumentando paulatinamente. Llegó la tarde, y el calor se convirtió en historia en Rosario cuando los registros termométricos marcaron una temperatura de 42.4°. El fenómeno fue de tal magnitud que motivó la momentánea paralización de las actividades en todos los órdenes. El centro de Rosario, normalmente concurrido, se encontraba desolado, con las calles ardientes.

Si bien los comercios abrieron sus puertas como cualquier día hábil, la actividad fue nula. Por el contrario, los bares, confiterías y negocios de bebidas estuvieron en auge hasta las últimas horas de la noche.  Ese día superó el récord anterior marcado el 31 de diciembre de 1938 cuando la temperatura máxima fue de 42.1°.

El bochorno no pudo apaciguarse ni con hielo. Un frigorífico de la ciudad alertó que había despachado todas sus reservas, las cuales ascendían a 30 mil barras de hielo. Ese día de tanto calor, desde las 8 de la mañana del miércoles hasta la misma hora del jueves, los rosarinos consumieron 110 millones de litros de agua, ahí nomás del récord alcanzado el 31 de diciembre de 1938 que fue de 112,230 millones de litros.

El calor de esos días fue fatal en Rosario. Hubo tres casos declarados de insolación y uno de ellos acabó con la vida de Dionisio Martínez, un español de 50 años. Los otros enfermos fueron María de López, una argentina domiciliada en Zeballos y Chacabuco, y un agente de la policía, Jorge Smarch, que vivía en Güemes y Riccheri.

Cabe mencionar que aquella Rosario de 1943 era muy distinta a la que conocemos hoy. Ese 21 de enero se inscribió en el Registro Público de Comercio de Rosario la empresa Acindar Industria Argentina de Aceros. Además, faltaban pocos meses para que comiencen las obras de construcción del Monumento a la bandera. También por esos días el Teatro Ópera (hoy El Círculo) se salvó de ser demolido y abrió sus puertas el bar El Cairo de Santa Fe y Sarmiento.

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