Ya nadie va a decir que no, sin importar las consecuencias ni las críticas, cuando nosotros esbocemos un obediente sí.

Ya nadie va a exponer sus miserias y vicios, para que nosotros sigamos ocultando los nuestros.

Ya nadie va a empujar el tren de la soberanía y la independencia, mientras nosotros nos obnubilemos con los espejitos de colores del norte.

Ya nadie meterá la mano o la gambeta para arrebatar un triunfo en un mundo donde los perdedores siempre somos los mismos.

Ya nadie nos representará sin caretas, mientras nosotros nos esforzamos para parecernos a nuestros verdugos.

Se fue Diego, y nosotros quedamos solos. Nos dejó con el resultado a favor, pero ante el peor desafío de todos: hacernos cargo de lo que somos.