Mientras la justicia sigue sin tener rastros de los responsables del asesinato de Lucas, el nene de 13 años al que mató una ráfaga de disparos en la esquina de su casa en barrio Emaús, se siguieron multiplicando ayer las muestras de dolor. El chico había jugado en Rosario Central, que expresó sus condolencias por el hecho. Cuando el móvil de RosarioPlus se acercó a la puerta de su casa para hablar con la familia, su mamá contó: "Él siempre me decía que quería llegar a jugar en la primera, para comprarme una casa en otro barrio, en un lugar que fuera más seguro. Pero no llegó".

Durante el día, se conocieron también historias de gente que lo había conocido, entre ellos el que publicó Claudia Abraham, docente e histórica militante de Amsafe Rosario. Claudia fue la seño de Lucas y así lo recordó con una emotiva publicación en Facebook:

La campana suena puntual y tirana a las 9:45 en señal de que terminó el primer recreo. Los chicos se van acercando para encontrarse con sus maestras e ingresar a las aulas, pero siempre queda un grupito de rezagados que tratan de estirar un poquito más los minutos para embocar la pelota en el arco, que a veces es el de verdad y en ocasiones son unas camperitas apiladas en el piso que indican que allí se para el arquero.

- Clotis , esperame un minuto más que hago el último gol y te lo dedico a vos- me dice Lucas.

Imposible resistirse al pedido de ese morocho hermoso con los pirinchitos engominados, que tal como describe uno de los directores técnicos que tuvo, corría detrás de los defensores hasta desgastarlos y terminaba arremetiendo con un certero gol.

Lucas comenzó a jugar al fútbol a los cinco años en el club del barrio 7 de Septiembre. A los siete pasó a las infantiles de Rosario Central. A sus trece años soñaba con ser un jugador profesional y le prometía a su mamá que si alcanzaba ese objetivo, se iban a mudar de barrio porque en el Emaús cada día se hacía más difícil vivir en medio de tanta violencia.

El viernes 29 de julio al mediodía nos cruzamos por última vez en el colectivo, cuando él regresaba de la escuela secundaria y yo completaba mi jornada en la Cayetano Silva, por donde él transitó desde la salita de cinco hasta séptimo grado. Fue la última sonrisa que recibí de Lucas.

El lunes a la noche, a poquitos metros de su casa, una balacera terminó con su vida y con todos sus sueños, y yo siento que a mí también me arrancaron un pedazo de mi vida.

Decime, Campeón, ¿cómo hacemos ahora para seguir sin vos?