Al contrario de lo que indican habitualmente los fines de año de pan dulce y reposeras en la arena, el peronismo santafesino comenzó a mostrar movimientos e intenciones electorales al borde del cierre de 2022. Apenas algunos globos de ensayo, tiros al aire y posicionamientos empezaron a rodar de cara a un calendario electoral que tiene dos caras para el peronismo santafesino: una difícil para la gobernación y un desafío en Rosario. 

La falta de organicidad de los espacios peronistas quedó demostrada durante todo el mandato del gobernador Omar Perotti. Si esperaban conducción y arreo, no lo hubo y, obviamente, no lo habrá. Eso sumó a los cuestionamientos de las distintas tribus peronistas que no le perdonaron que no haya abierto la mesa de decisiones. Por eso, en el cierre del 2022 los espacios empezaron a abordar el tema electoral de manera unilateral y sin mucha exposición pública en una ciudad donde lo importante es la seguridad y la violencia que parece cada vez más resbalosa. 

Hace 50 años que el peronismo no gobierna Rosario y cree que esta oportunidad podría romper la mala racha, sobre todo por dos factores: la gestión de Pablo Javkin no logra resultados esperables, y porque para la categoría gobernación parece tenerla complicada desde el vamos.   

Roberto Sukerman despegó y avisó, saludo de fin de año mediante, que quiere volver a intentar ser intendente. En 2019 perdió por muy poco y ahora pone en su discurso "la trayectoria y recorrido". Tiro por elevación para el senador Marcelo Lewandowski, que no blanquea sus intenciones. Se presume una interna a la que podría sumarse Ciudad Futura y hasta els ello del gobernador.   

Sin embargo, Perotti no definió candidatos ni para la ciudad ni para la provincia, sólo mantiene con oxígeno público a Roberto Mirabella, quien recorre y trata de levantar el perfil desconocido. Tarea nada fácil que ha hecho hasta soltar la idea de que sea el conductor Alejandro Fantino quien lo acompañe por recorridas provinciales para levantarle el perfil. En un principio se tiró al conductor como posible candidato a gobernador, un globo de ensayo que no convence del todo al propio Perotti.

Incluso, en la mesa del gobernador está la idea de cortarse con su sello por fuera del Frente de Todos o como se llame la unidad peronista en 2023. Del otro lado podría aglomerarse en una interna el rossismo, Movimiento Evita y otras tribus. Es una hipótesis que no perdió fuerza, al contrario, se mantiene y mantendrá al menos hasta el cierre de listas que será recién a fines de abril por la postergación de las elecciones. Falta mucho tiempo, y falta mucha rosca.

La gestión de Perotti no generó entusiasmo para que el peronismo sea competitivo, por eso la pregunta cada vez más incierta es qué candidato llevará. Lewandowski aparece como el mejor posicionado, pero como el reloj no lo aprieta con cuatro años más garantizados en el Senado, no da pistas. Por eso no se apura y esperará que el resto mueva. En la semana, Perotti lo mencionó como uno de los posibles candidatos, curioso porque hace un mes el bloque de Miguel Rabbia en el Senado provincial, que responde a Lewandowski, se abrió del oficial. Parece querer disminuirlo.  

En rigor, no es cuestión de decisión sino de acuerdo, y uno que exceda los límites de la provincia. El o la candidata a la gobernación tendrá que tener el aval de Cristina Fernández, Sergio Massa, y, se entiende, del presidente Alberto Fernández. Filtros para nada simples, basta ver lo que sucedió con las elecciones intermedias. Por esto, ya empiezan a tejer puentes subterráneos. La elección del candidato no podría reducirse a un decisión provincial, eso es claro.