Mauro Riquelme tenía 18 años. Llevaba el peso de su apellido en la espalda. Héctor, su papá, está detenido acusado de asesinar a Mercedes Delgado, la militante social que quedó en medio de una balacera en enero de 2013 en barrio Ludueña. Mauro y sus hermanos estuvieron implicados en aquel resonante crimen. Los oscuros meses que pasó detrás de las rejas generaron un cimbronazo en su vida. Al recuperar la libertad, Mauro buscó ayuda. Se refugió en un taller y en un curso de capacitación laboral para alejarse definitivamente del mundo del delito. De nada le sirvió. El jueves, al bajarse de un colectivo fue sorprendido por otro dos jóvenes que se trasladaban en una moto. Dos tiros terminaron con su corta vida. 

Se sospecha que este crimen desencadenó una segunda muerte, la de Rolando Mansilla, el nene de 12 años al que acribillaron en el techo de un búnker. "Estas dos muertes son un claro ejemplo de que en los barrios hay facturas que se pasan, que son muy pocos los jóvenes que no están metidos en alguna banda, todos estos chicos están armados", asegura Liliana Leyes, integrante de la Asamblea por los Derechos de la Niñez y la Adolescencia, un espacio conformado por más de quince organizaciones sociales que trabaja en el interior de los barrios para poder "visibilizar la situación dramática que sufre la pibada de los barrios populares de Rosario".   

En diálogo con Rosarioplus.com, Leyes explica que las armas son las herramientas que utilizan hoy los pibes para defenderse al “no poder aferrarse a otras herramientas”. "El chico que terminó la secundaria y que pertenece activamente a una organización social no tiene armas. Lo que vemos es que quienes caen en las redes del delito, quienes deciden agarrar un arma, sienten que no tienen de qué aferrarse", reflexiona esta trabajadora social.  

-¿Cuál es el panorama que perciben ustedes respecto a lo que pasa en los barrios con las armas de fuego?

-La información que nosotros tenemos es la que sale del propio barrio, lo que nos cuentan quienes habitan estos territorios. La mayoría de los implicados en las muertes y en los asesinatos son jóvenes menores de 35 años, la mayoría en situación de exclusión. Buscan en el delito un respeto, una identidad que no encuentran en otro lado. La violencia y los delitos que comenten dan legitimidad en los barrios. Hay una relación directa entra la narcocriminalidad, la complicidad policial, los homicidios y el mercado negro de las armas. A los 13 años, los chicos ya tienen un arma en la mano. 

-¿Cómo consigue un arma un pibe de 13 años?  

-Los compañeros de más peso de las bandas son lo que entregan las armas. A las bandas se las aporta el capo narco. Y a los narcos, la policía. Es un circuito que termina en la corrupción policial, una fuerza que en Rosario está muy sospechada por su connivencia con el narcotráfico. Manejan mucho dinero y muchas armas. En su momento se habló de una reforma estructural, pero hoy seguimos en el mismo punto de partida. Para que esto cambie debería haber una real y eficaz reforma de la policía. Y poder saber así de dónde salen las armas y las municiones. 

-¿Qué sienten ustedes que laburan en los barrios cuando se enteran que un pibe muere acribillado en el techo de un búnker?

-Es muy doloroso. Un niño de 12 años acribillado tiene que ver con políticas públicas que no llegan. Tampoco llega la escuela. Entonces, los proyectos de vida se transforman en proyectos de muerte, Por eso la imperiosa necesidad de enfocar todas las miradas en esta problemáticas. La realidad marca que en el arma y en el búnker, los pibes buscan su identidad. Se necesitan grandes políticas para estos pibes. Es un tema urgente.

-Está claro que las políticas de desarme o la creación de una subsecretaría de control no atacan al problema de raíz

-No alcanza. Crear un organismo que pueda controlar las armas en manos de civiles, no es una política transformadora, es más de lo mismo. Hay que proyectar y concretar políticas públicas. En esto incluyo a la escuela. Hay un gran porcentaje de deserción escolar. Los chicos no llegan a séptimo grado. El pibe asesinado en el techo del búnker, ¿dónde debería haber estado? La respuesta es en la escuela. Hay miles de chicos que están en esta misma situación. Hoy se sienten un sujeto de derecho sólo con un arma en la mano. Por eso la política no puede figurar con la careta puesta en un problema como éste. Tiene que ser seria y transformadora. 

-¿Hay alguna política de shock para llevar adelante en lo inmediato?

-Te cuento algo. El año pasado, a partir de la realidad que palpamos en los barrios planteamos en el Concejo la necesidad de contar con un presupuesto extra para empezar a revertir esta situación. Fue un trabajo de todo el año. En septiembre lo presentamos, pero el bloque socialista no estuvo de acuerdo. Era, básicamente, un proyecto de emergencia social en niñez y juventud. El PRO no lo aprobó. Y el socialismo tampoco. Argumentaron que la política para la niñez ya estaba contemplada en la partida presupuestaria y que el dinero ese alcanzaba. Concejales como Norma López o Eugenia Schmuck, por ejemplo, sí dieron el aval. 

-¿Es difícil seguir luchando cuando el Estado te da la espalda?

Hace todo cuesta arriba. Cuando hablamos política serias y eficaces, hablamos de esto. Ahora por suerte se abre otro escenario con el ingreso de compañeros que trabajan en los barrios como Celeste Lepratti y los chicos de Ciudad Futura. Esto nos alienta a continuar. Van a darle un aire distinto al Concejo. Es impostergable tener esa mirada barrial y militante en el Concejo. Insistimos que los pibes son la población más excluida de las políticas públicas. Es la población que cae en el delito, que está atravesada por la violencia, una violencia que, al cabo, afecta y preocupa a toda la sociedad.