Sentarse a escuchar una audiencia imputativa puede llevar más tiempo del calculado para quienes no transitan con frecuencia los pasillos de Tribunales. El juez Gonzalo López Quintana se acomodó en el sillón principal del estrado a las 14.30 de este viernes y, tras algunos recesos, se levantó recién a las 22, luego de escuchar una catarata de argumentos de fiscales y abogados defensores. Permanecer en silencio y con un anotador en la mano durante todo ese tiempo ayuda a entender el complejo mundo de la criminalidad en Rosario, una ciudad en la que vivir o morir puede depender de un simple error de cálculo. 

Los fiscales Florentino Malaponte, Ademar Bianchini y Luis Schiappa Pietra ventilaron los detalles de tres crímenes y una tentativa de homicidio en el afán de probar la culpabilidad de Fernando "Andy" Camino, Ariel "Tubi" Segovia --dos jóvenes conocidos en las crónicas policiales-- y Marcos Cella, un abogado penalista involucrado, inesperadamente, en uno de los casos. En tres de las causas las víctimas terminaron baleadas por equivocación. 

El 29 de noviembre del año pasado, Juan Sequeira se bajó de un auto para comprar droga en el Fonavi de Grandoli y Lamadrid, un territorio que convive con un fuego cruzado por una puja feroz entre la familia Camino, un apellido que impone respeto y terror desde hace dos décadas, y los hermanos Funes, un clan que no quiso subordinarse a ningún reinado. 

"Todo empezó en 2012 o 2013. Mis hermanos iban a la escuela y para llegar tenían que pasar por el barrio Municipal. En ese barrio la familia Camino controlaba todo lo que pasaba: venta de droga, usurpaciones. Estos querían que mis hermanos fuesen sus sicarios y empiecen a matar gente para ellos. Nos enfrentaron y le salió mal. Cayeron detenidos y perdieron mucha plata. Así empezó todo", contó un integrante de los Funes sobre el origen del conflicto cuando fue citado a declarar como testigo de un crimen.

Sequiera subió unas escalares y lo hicieron pasar a un departamento. En el auto lo esperaban sus amigos. El plan era comprar algo de marihuana y seguir de fiesta. "Vos sos de los Funes, a vos te vamos a hacer cagar", le dijeron los dueños del lugar, un grupo de cinco jóvenes entre los que estaba "Andy" Camino (25 años). Lo sentaron en una silla, le dispararon en el rostro y le robaron los 150 pesos que tenía en el bolsillo. "Vamos, ya lo matamos", dijo uno de los agresores. Abrieron la puerta y se fueron sin inmutarse. En la huida dispararon contra el auto que estaba esperando. Los compañeros de la víctima aceleraron y escaparon. 

Sequiera, milagrosamente, sobrevivió. Quedó 20 minutos inconsciente con un orificio de entrada y salida en la mejilla. Salió del departamento, caminó unos pocos metros y se desplomó ni bien encontró algo de asfalto. Estuvo varias semanas internado y cuando se recuperó declaró en fiscalía. "Me confundieron con uno de los Funes, por eso me atacaron", le explicó a los investigadores. Una llamada telefónica permitió encontrar a los responsables del ataque. 

"Andy" Camino llamó a "Tubi" Segovia (29 años), detenido en la cárcel de Piñero (su teléfono estaba intervenido), para contarle la proeza. "Justo pasó un auto por acá. Se colaron y le chupamos a uno, a un colorado. Le dimos de baja", le avisa. "Bueno, fijate cómo lo vas a descartar. Tratá de zafar, lo que necesites, llamame", responde el joven encarcelado. Camino quedó imputado por el delito de intento de homicidio y su jefe por encubridor.

Segovia volvió a recibir una llamada el 16 de diciembre. Sus secuaces le avisaron que tenían la dirección de Brisa Ojeda, la pareja de Jonatahan Rosales, un barra de Newell's asesinado en junio en medio de la cacería que se desató por controlar la tribuna. En la audiencia, los fiscales informaron que Segovia, con mucho poder en el paravalancha tras el alejamiento definitivo de Diego "El Panadero" Ochoa, decidió eliminarlo por su negativa de participar en el crimen de Matías "Cuatrero" Franchetti, acribillado en la puerta del club.

Brisa sobrevivió al ataque e identificó a Segovia como el hombre que conducía el auto desde donde salieron los disparos. Lo iba a señalar en una rueda de reconocimiento pautada para el 14 de diciembre que se pospuso para el 19 por pedido el abogado Marcos Cella, quien quedó implicado en una oscura trama que terminó con más sangre derramada. Tubi intentó primero convencer con dinero (100 mil pesos) y amenazas a la mujer para que no lo identifique. Sin suerte, ordenó que la asesinen.

Sus sicarios llegaron en dos autos y una moto a un domicilio de Vera Mujica al 2900, donde vive la familia Ojeda. Varios hombres se bajaron y llamaron a Brisa a los gritos. Pero quien salió por la puerta fue Lorena, su hermana, un adolescente de 16 años. Le dispararon seis veces. Dos de esos proyectiles impactaron en su tórax y abdomen. Fue internada en el Heca y murió tras más de un mes se agonía. 

"Seguro que es ella", preguntó Segovia cuando le contaron que el encargo estaba listo. "Sí, la llamamos y salió de la casa. Ya está hecho", lo tranquilizó uno de los atacantes. Cristian, el papá de Lorena, supo ni bien se enteró de la noticia que a su hija la habían matado por error. "Lo atribuí de inmediato a la rueda de reconocimiento. Mi hija Brisa estaba amenazada. Vinieron por ella", le confió a los fiscales.    

Los sicarios de Segovia también fallaron cuando se les encargó eliminar a Lautaro Funes, sindicado como el responsable de la balacera que terminó con Tubi capturado por haber violado su libertad condicional. Sus matones interceptaron una moto en Callao y Mr Ross tripulada por Lisandro Fleitas, un albañil que iba junto a su mujer y su hijo de 6 años. Lo ultimaron de cinco balazos. "El objetivo era dar muerte y vengarse de quien lo baleó y terminó con su detención. Pero se equivocaron de persona", narró el fiscal Schiappa Pietra.

La audiencia continuó con el foco puesto en Cella, el hombre de la jornada. Para todos los presentes quedó sobrevolando la perturbadora sensación que la vida en Rosario depende de un simple error.