Donald Trump inició su discurso ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) enumerando los logros de su gobierno, al que calificó como el más exitoso de la historia de los Estados Unidos. La inmediata devolución de los jefes de Estado y de gobierno de todo el mundo que lo escuchaban fue la risa. Se trata de una reacción habitual ante la incredulidad, ante el ridículo o ante una humorada. Trump se sorprendió y lo dijo públicamente. Al otro día, intentó matizar el hecho afirmando que el auditorio se rió con él y no de él.

En el otro extremo de sus expresiones y las reacciones que provocan, el mandatario estadounidense logró irritar notoriamente a las autoridades chinas. También en el ámbito de la Asamblea General de la ONU, Trump aseguró que el gobierno chino intentó interferir en el proceso electoral de medio término de este año, con el objetivo de lograr una victoria de la oposición y obstaculizar así la labor de su gobierno. Sin perder la conducta diplomática, la reacción china no se hizo esperar. El portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Geng Shuang, expresó que Pekín siempre sigue los principios de no injerencia en los asuntos internos de otros países, eso es algo tradicional para nuestra diplomacia, y agregó que la comunidad internacional sabe muy bien quién es el que injiere más frecuentemente en los asuntos internos de otros Estados.

Frentes abiertos

En realidad, cuando Trump afirma que los Estados Unidos se encuentran en un momento de esplendor, no se equivoca. La economía crece, la desocupación prácticamente no existe, aumentan los salarios, militarmente el país continúa siendo el más poderoso del planeta. La imagen que  describe Trump no se aleja demasiado de lo que afirmó ante sus pares de todo el mundo. ¿Por qué las risas entonces? Porque los líderes globales conocen los procesos de confrontación mediante los cuales el gobierno de Donald Trump obtuvo esos resultados.

Para decirlo metafóricamente, mientras Trump relata una fotografía, la dirigencia política global ve toda la película. En algún momento, las consecuencias de la guerra comercial con China, las amenazas de intervención militar en Venezuela, las amenazas de guerra a Irán, la crispación entre israelíes y palestinos, la tensión con Turquía, las intervenciones militares en Irak y en Siria, las sanciones económicas a Rusia, la propensión a la división de Europa y hasta las consecuencias del recalentamiento de la propia economía estadounidense, se harán incontenibles. 

Entre todos esos conflictos, la guerra comercial en que se encuentran enfrentados los Estados Unidos y China aparece como la madre de todas las tensiones. La escalada ya lleva tiempo. La administración Trump desplegó una fuerte batería de aranceles sobre los productos procedentes de China. Por su parte, el gobierno chino adoptó represalias sobre las importaciones estadounidenses por los mismos valores. La tensión se profundizó desde que el 9 de julio el gobierno estadounidense impuso tarifas arancelarias del 10 por ciento sobre las importaciones de productos chinos por un valor de 200 mil millones de dólares. Se trata de la guerra comercial a mayor escala de la historia económica global. 

Entre otras cosas,Trump acusa a China de robar propiedad intelectual de empresas e instituciones estadounidenses, así como por sus barreras a la entrada de empresas norteamericanas y al enorme saldo comercial favorable al Gigante Asiático de 375 mil millones de dólares durante el último año.

El gobierno chino acusó recibo e impuso gravámenes a cientos de productos estadounidenses que incluyen las exportaciones como la soja, el sorgo y el algodón, lo que amenaza a los productores agrícolas que apoyaron a Trump en las elecciones de 2016.
Una curiosidad de esta guerra comercial, es que China aparece posicionada como la defensora del libre comercio, mientras que los Estados Unidos aparecen como bastión del proteccionismo.

Oscuros presagios para los países emergentes

En la medida que la economía global continúe creciendo, la Reserva Federal de los Estados Unidos y otros bancos centrales de los países desarrollados de Occidente, tenderán a endurecer sus políticas monetarias para controlar el recalentamiento económico, lo cual repercutirá como restricción de liquidez en los mercados de los países emergentes, algo que en Argentina se hizo notar, independientemente de la impericia del gobierno argentino para leer la situación política y económica mundial.

A su vez, la guerra comercial entre China y los Estados Unidos impacta sobre la producción del Gigante Asiático e, indirectamente, sobre los mercados en vías de desarrollo que dependen considerablemente de su actividad económica. China es la economía industrial más grande del planeta. Importa enormes volúmenes de materias primas e hidrocarburos y exporta sus productos industriales. Un eventual declive económico de China puede traducirse entonces en un desplome de los precios de las materias primas y los hidrocarburos, lo cual afectaría de manera directa a los países que las producen. Poco a poco China está reduciendo las inversiones que ofrece a otros países y estudia con mayor selectividad los proyectos a implementar en Latinoamérica y África. La reciente visita del presidente venezolano Nicolás Maduro a China demostró que ya no es tan fácil obtener el dinero de su socio asiático. Si China ofrece un auxilio, lo hará bajo condiciones ventajosas para sí.

La mayoría de los analistas coinciden en que más allá de la disputa con los Estados Unidos, la economía china permanecerá estable, pero no están tan convencidos de que suceda lo mismo con los mercados de capitales donde los países desarrollados de Occidente mantienen un alto grado de participación. Serán esos mercados los que ejercerán mayor presión sobre los mercados en vías de desarrollo. La profundización de la crisis en Venezuela, la crisis económica que padece Brasil desde 2014 y la reciente crisis Argentina están estrechamente ligadas esta presión. 

Una forma de ¿construcción? política

Pese a que la Administración Trump propuso celebrar nuevas negociaciones entre los dos países, es poco probable que el gobierno chino acepte si desde la Casa Blanca continúan con las amenazas de nuevas tarifas arancelarias. Y todo indica que el conflicto continuará.

Trump trasladó su modalidad agresiva de hacer negocios a la política. La confrontación, muchas veces extrema, es su manera de construir consensos internos en los Estados Unidos, siempre por oposición a algo o a alguien. Es su manera de distraer la atención sobre las investigaciones que pesan sobre él, sea por escándalos sexuales o por la injerencia rusa en la campaña electoral que lo convirtió en presidente. Es su forma doblegar la credibilidad en los medios de comunicación y hasta es una fórmula para ganar elecciones. 

Precisamente el 6 de noviembre se realizarán en los Estados Unidos las elecciones legislativas que marcarán el futuro político del país y del propio presidente. Pero cuidado, no hay que confundirse. Trump hace reír a algunos líderes extranjeros e irrita a otros cada vez que habla. Pero en realidad, su mensaje no es para ellos, es para el votante promedio de los Estados Unidos.