No es sólo que alguien recurrió a una “cara conocida” para tratar de dotar de buenas perspectivas electorales a una lista de candidatos a concejales en Rosario, sino que es el camino que eligieron nada menos que el gobernador Omar Perotti y el intendente Pablo Javkin al designar a los periodistas Lisandro Cavatorta y Ciro Seisas respectivamente como cabeza de listas. El fenómeno no es nuevo, no hay que escandalizarse ni tampoco horrorizarse por cómo se quedan atrás militantes de años y años en los distintos partidos políticos. Nadie se hace militante para llegar a una candidatura y si lo hace eligió el camino equivocado. Tampoco hay una orden de mérito para ocupar los lugares. Hay dos clases de personas que llegan a la actividad: Los que juntan votos y los que ejercen la política y la gestionan. Cuando ambas características se reúnen en una sola figura se está ante un líder. Gestionar es lo más difícil, muchas veces es una tarea invisible e ingrata y es, además, sumamente complicado. Eso es lo fundamental que debería sopesar el votante. La política es una tarea compleja, sobre todo en la gestión ejecutiva. Por eso es difícil encontrar allí a periodistas o simples conocidos, el legislativo es otra cosa.

El Concejo mismo de Rosario es un ejemplo: Ninguna de las muchas figuras que ingresaron a ocupar una banca por su grado de conocimiento (periodistas, cocineros, ex futbolistas, etc) ocupa un rol de conducción institucional ni gravita políticamente en el cuerpo. Y son los cuadros de los partidos los que terminan teniendo más peso a la hora de la actividad concreta. Eso se aprende con los años. Como decía Raúl Alfonsín “a hacer política, a andar en bicicleta y a hacer el amor; se aprende de joven”.

Entonces es como una especie de juego consentido entre dirigentes y votantes. Los primeros saben que los segundos pueden tomarse esta especie de licencia en las elecciones de medio término o cuando no están en disputa los cargos ejecutivos para los que el sufragante busca más antecedentes o seriedad. O también pertenencia política. Miguel del Sel estuvo a punto de ser gobernador de Santa Fe porque fue a la compulsa montado en la ola amarilla del PRO que conducía Mauricio Macri. Por muy poco no le alcanzó. Pero el votante también enviaba así un mensaje a la política tradicional, y logró asustarlos.

Lo que preocupa es el porcentaje de antipolítica que suele haber en esas opciones. No porque los personajes mismos lo alimenten pero por algo la política busca afuera un prestigio que ya no posee. También hay que apuntar casos puntuales y particulares que empezaron en la actividad por su fama y sus posibilidades de juntar votos. El recientemente fallecido Carlos Reutemann es un claro ejemplo, se lanzó casi junto al cantante Palito Ortega. Más allá de lo que cualquiera puede apuntar fue dos veces gobernador de Santa Fe y jefe político territorial del peronismo. El segundo jamás entendió qué estaba haciendo. O Daniel Scioli que primero fue Secretario de Turismo, luego vicepresidente de la Nación y gobernador de Buenos Aires y llegó a ser candidato a presidente. No todos los conocidos o famosos son lo mismo ni tienen las mismas cualidades, ni el mismo talento para adaptarse, aprender y crecer.

Muchos de ellos, aunque no parezca, luego no se adaptan y se decepcionan. Descubren más temprano que tarde que el “poder” o la “magia” que poseían antes de llegar al cargo, eso mismo que les sirvió para juntar votos, de poco les sirve en el nuevo escenario. Hay dos casos emblemáticos de muy famosos que no pudieron abrirse camino en lides políticas aunque se trata, en este caso, de la política del futbol. Ni Marcelo Tinelli ni Mario Pergolini (millonarios los dos, en busca de más poder y sin interés en la política partidaria) pudieron hacer pie adónde quisieron ejercer su poder: La AFA y Boca Juniors. Por eso mismo muchos le reconocen a Macri su paso por Boca que le sirvió para foguearse en política.

También, y esto es muy importante, están aquellos que se lo toman en serio y sienten el peso del compromiso. Mientras que están los que les da lo mismo y que incluso intentaron ser candidatos por un partido y como no lo lograron optaron por otro. Aquellos y aquellas a los que les da lo mismo son los más peligrosos y repudiables porque terminan degradando aún más la actividad a la que fueron convocados por su supuesto “prestigio”. Y habría que estar atentos también a aquellos y aquellas que fueron la sorpresa en una elección por su “fama” o “cara bonita” y que sólo aparecen cada dos años para las elecciones. No se les conoce actividad en los mandatos que no terminan nunca de cumplir.

En esta coyuntura el mecanismo de selección de candidatos se exacerbó porque la pandemia impedirá una campaña larga y costosa por más que se tengan los recursos. No será sencillo “instalar” un candidato, por eso si su cara ya se vio bastante mucho mejor. Pero como se ve, no todo outsider es lo mismo, descubrirlo no es una tarea sencilla pero siempre hay indicios previos. La sorpresa posterior es una posibilidad concreta.