__tadevel:head__

Cuando el candidato republicano Donald Trump dijo este jueves a la cadena CNBC que si perdía su carrera a la Casa Blanca “la Corte Suprema se llenaría de liberales que convertirían a los Estados Unidos en un país por completo diferente, como Argentina o Venezuela”, acaso hablaba sin saber demasiado y apelando un conocimiento de Argentina que suele ser bastante vago visto desde el gran país del norte.

Argentina, para los estadounidenses alimentados por corresponsales que reportan desde Clarín o La Nación, suele aún significar dos cosas Diciembre de 2001 y populismo.

Sin embargo, no todos los medios reportaron el contexto de esa entrevista, en la que Trump –visto por los progresistas estadounidenses como una suerte de pichón de Hitler por su tono despectivo al hablar de inmigrantes, negros y latinos– comienza defendiendo las bajas tasas de interés que deben mantenerse desde la Reserva Federal –que regula el funcionamiento de la banca en Estados Unidos, junto con Wall Street.

Mantener las tasas de interés bajas –arguyó Trump, multimillonario dedicado al negocio inmobiliario– es necesario para mantener la deuda nacional de 19 trillones de dólares en algo manejable. El mismo Trump se llamó a sí mismo “El rey de la deuda” en sus tratos comerciales, pero señaló que la deuda nacional se convertiría en problemática si crece el costo de los préstamos.

“Estamos pagando tasas de interés muy bajas –dijo–; ¿qué pasa si esas tasas suben entre 2 y 4 puntos? Ya no tenemos país. Los Estados Unidos deberían refinanciar la deuda en el largo plazo. A esto añadió que está a favor de las bajas tasas de interés a menos que la inflación se dispare.

Trump no es el único en hablar de Argentina en Estados Unidos. Hace unas semanas, el economista Michael Hudson –quien predijo la crisis de 2008 y lidera una campaña contra Wall Street, a la que considera innecesaria y acusa de haber generado una clase política que incluye a Barack Obama y defiende sus intereses– también se refirió a Argentina, pero la de 2001, al analizar las mentiras neoliberales que sostienen en la cima del poder a la casta financiera que tiene sede en Wall Street.

“Cualquiera que atienda a los diagramas de Wall Street sobre la capacidad de pago –le dice Hudson al periodista Chris Hedges (la nota en español puede leerse acá)–, se da cuenta de que esto es exactamente lo que pasó en los años 20 del siglo pasado. Cualquiera que atienda a este tipo de gráficos le dirá que hay una intersección, un punto de ruptura, y que hay una crisis. Norteamérica tiene ahora la misma crisis que tuvo la Argentina, que tuvo Grecia, que tuvo Letonia, que tuvo Rusia. Esas economías son nuestro futuro. Iremos yendo paulatinamente a peor, en un desplome a cámara lenta”.

Sin embargo, Trump no es exactamente Mauricio Macri ni algo que se parezca mucho a un candidato argentino.

En la caracterización de Trump que hace Diana Johnson –quien advirtió más de una vez los peligros bélicos que implica una posible presidencia de Hillary Clinton–, observa: “Trump se desvía radicalmente del patrón de lugares comunes que oímos de los políticos estadounidenses. Pero los medios de comunicación establecidos han sido lentos en reconocer que el pueblo estadounidense está completamente cansado de políticos que se ajustan al patrón. Ese patrón está personificado por Hillary Clinton. Los medios de comunicación europeos han presentado en su mayoría a Hillary Clinton como la alternativa sensata y moderada al bárbaro de Trump. Sin embargo, Trump, el «bárbaro» –también lo dice en la entrevista de la CNBC–, está a favor de reconstruir la infraestructura del país en vez de gastar el dinero en guerras en el extranjero. Es un empresario, no un ideólogo”.

Y agrega Johnson: “Trump ha afirmado claramente su intención de poner fin a la peligrosa demonización de Putin para desarrollar relaciones comerciales con Rusia, lo que sería positivo para Estados Unidos, para Europa y para la paz mundial. Extrañamente, antes de decidir presentarse como republicano, para consternación de los líderes del Partido Republicano, Trump era conocido como demócrata, y estaba a favor de políticas sociales relativamente progresistas, a la izquierda de los actuales republicanos o incluso Hillary Clinton”.

Entre los comentarios a una entrada del prestigioso teólogo político Adam Kotsko, en la que éste comentaba su horror y su incapacidad de decir algo sobre el ascenso de Trump, hay uno de Mike Grimshaw que reza: “Desde afuera de Estados Unidos parece que en parte lo seductor de Trump es el compromiso de devolver la América industrial a la postindustrial, de movilizarse contra las industrias radicadas en el exterior al atacar los tratados de libre comercio como el Nafta o el Tppa (el del Transpacífico). Mucho de su apoyo provienen de aquellas zonas de América golpeadas por la decadencia postindustrial, de allí que ese lenguaje suyo de “recuperar el orgullo” golpee en carne viva.

O podría ponerme teórico e invocar a James Clifford cuando decía que cada «post» contiene la posibilidad de un «neo», lo que términos de Trump se transforma en un estado de ánimo neo-político populista. Trump habla el lenguaje feo de todos aquellos que se sienten excluidos de la política pero creen que hay soluciones pragmáticas de «sentido común»”.