La serie Merlí (fabricada en Barcelona por Héctor Lozano y con tres temporadas disponibles en Netflix) garantizó a las más osadas docentes rosarinas –acaso argentinas– de Filosofía material con el que encarar las clases sin lugar a dudas: en un capítulo se habla de Michel Foucault, en otro de Platón, de Adam Smith o del más ignoto Guy Debord, quien predijo en los 60 que el mundo sería gobernado por las redes sociales en el futuro que hoy vivimos. Lo hizo en un libro magistral que tuvo luego una segunda edición revisitada: La sociedad del espectáculo (puede conseguirse gratis en internet, como él lo hubiese preferido). Merlí, un irreverente profesor de una secundario público de la capital catalana, expende clases de filosofía con su particular estilo: sabe hacer carne sus saberes y les hace saber de su pasión a sus alumnos, quienes están encantados con el excéntrico maestro pero rara vez dan cuenta de las toneladas de inteligencia que este hombre dilapida entre ese hervidero de hormonas en febril desarrollo.

¿Para qué analizar Nietzche en la primera versión de Conan, San Agustín en Terminator o en Looper (“Asesinos del futuro”) cuando Merlí nos los explica con vívidos ejemplos de manual?

El responsable de la asesoría filosófica de Merlí se llama Nemrod Carrasco y estuvo en Rosario la semana pasada. Además de sendas charlas suyas la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, Nemrod estuvo también en los estudios de Sí 98.9, donde lo entrevistamos con Federico Fritschi y Coki Debernardi en el programa “Hoja de Ruta”.

El éxito de la serie, según Nemrod Carrasco, desbordó en Cataluña las expectativas que tenían. Esto se propagó con timidez en España pero explotó en varios países de lengua hispana, como Uruguay o México, pero el éxito, dice nuestro asesor filosófico, “no tuvo parangón con Argentina”, cuando la adquirió la plataforma Netflix.

Nemrod, que cuando fue llamado por su ex alumno Héctor Lozano pensó que sólo haría una suerte de asesoría externa, pronto se vio implicado en la trama de la serie, el desarrollo de los personajes y la introducción de un filósofo a discreción en cada capítulo.

Una cosa nos gusta de Nemrod, su desprecio por el hedonismo contemporáneo. ¿Por qué ese empeño en buscar la felicidad? Y si no llega, ¿buscaréis culpables?”, dice. Y si le preguntamos cómo ser feliz en la vida responde: “¿En qué consiste vivir? ¿Vivimos realmente?”

Por eso el filósofo que más lo regocijó introducir en la serie fue Guy Debord: “Cuestiona hasta qué punto vivimos, o quizás estemos practicando un simulacro de vida, una sociedad del espectáculo”, dice.

“Las secuencias de clases no sólo las revisaba sino que las escribía –porque desde un principio Héctor (Lozano) dejó en claro que cada episodio tendría a un pensador o pensadora–, Héctor me consultó sobre cada cuestión que tenía que ver con la trama de cada capítulo y me he visto también muy involucrado en la definición del personaje Merlí para darle ese toque irónico, corrosivo, transgresor si se quiere”, dice Carrasco.

“Lo que teníamos muy claro en la serie Merlí era mostrar qué no es la filosofía. Queríamos, además de entretener al público, porque no es una serie que tenga como objetivo la divulgación de la filosofía, romper con la idea de ciertos tópicos que vulgarmente se asocian con la idea de la filosofía, como si fuera una disciplina de la que sólo se ocupa una élite de iniciados, queríamos mostrar que la filosofía no es una forma de pensamiento que invite a la gente a ser feliz, o que le ofrezca pautas de conducta sobre cómo llevar su vida, porque eso lo hace el coaching, no la filosofía, en fin, queríamos presentar la filosofía cmo una disciplina esencialmente interrogativa, una disciplina que se hace una pregunta muy sencilla que es ‘¿En qué mundo vivimos?’, que es la pregunta donde se origina la reflexión filosófica”, nos dijo Nemrod Carrasco.

Nuestro asesor filosófico celebra el uso que se le dio a la serie en clases de filosofía en el secundario al tiempo que reniega de las críticas que señalan que Merlí banaliza y vuelve frívola la visión de la filosofía que ofrece el programa. “Creo que no ha sido así –dice Nemrod–, creo que la serie le dio a la filosofía un escaparate particular en España donde tenemos un sistema educativo en el que la filosofía corre el riesgo de desaparecer”.

—De los autores que introdujiste en la serie, ¿cuál te resultó más atractivo?

—Guy Debord, porque era un capítulo donde se abordaba la problemática de las redes sociales, y no se pueden imaginar las dificultades que tuve a la hora de encontrar una pensador, una pensadora que tuviera cierto gancho dentro de la historia de la filosofía como para que el gran público lo pudiera reconocer, donde esa cuestión se abordara de una manera más o menos tangible. Y no saben lo que fue, como encontrarse a un perro muerto, un perro muerto en España es como encontrarse a uno de esos autores que uno pueda hallar en tiendas de libro de segunda mano.

“Creo que la serie ha ayudado a derribar algunos mitos. El primero es que la filosofía aparece vinculada a preguntas muy trascendentales. ‘quién soy yo’, ‘cuál es el sentido de la vida’. Preguntas muchas veces vinculadas a una metafísica en las que parece que se pone en juego algo de orden espiritual, y lo que la serie ha contribuido a transmitir es que la filosofía es una cosa mucho más mundana: no necesitamos de motivos trascendentes para comenzar a interrogarnos por esta realidad que nos ha tocado”, dice Nemrod, quien se siente hasta ahora “muy descolocado” por el éxito que la serie le trajo. “No soy Merlí”, dice Nemrod Carrasco. Ni falta hace que lo aclare.