Afirmar que Marco Ruben ha encontrado su madurez futbolística en esta temporada podría sonar excesivo, incorrecto, acaso demagógico, pero lo cierto es que su segundo ciclo con la camiseta de Rosario Central ha sido capaz de alumbrar una versión igual de espléndida que desconocida en las canchas argentinas. 

Espléndida, esta versión del muchacho nacido en Fray Luis Beltrán, por una llamativa cantidad de goles, por el grado de influencia de esos goles y también por su contribución global al funcionamiento de Central. 

La cantidad de goles configura un mundo en sí mismo, 22 en un total de 30 partidos, de procedencia diversa y diversas herramientas ejecutorias: de rebote, de atropellada, de anticipo, yendo a buscar centros desde la izquierda, yendo a buscar centros desde la derecha, de tiro penal, de sobrepique, de latigazo, de palomita, de tijera, de medio giro, picando la pelota por encima del arquero, etcétera.

Goles, los de Ruben, más aptos para ser llevados al casillero de los decisivos que de los inocuos, el tercero o el cuarto de una goleada, los que marchan derechito al relativo mérito de la pura acumulación. 

Es que si convirtió 22 veces en 30 partidos va de suyo que sin su prestación sería imposible de explicar por qué razón su equipo aspira a dar alcance a Boca en el campeonato y a ganar la Copa Argentina.

Pero a poco de aplicar la lupa en cada partido, en cada empate y en cada victoria, encontraremos que Ruben ha sabido y sabe ocupar el providencial lugar del héroe que captura al villano, salva a la abuelita del incendio y se va del brazo con la bella muchacha codiciada hasta por el director del film.

Para terminar con el detalle fino de sus goles, es pertinente recordar que en sus primeros años en Central, entre 2004 y 2007, había convertido 24 en 89 partidos, que en River Plate de la Argentina anduvo muy lejos de cifras destacables (7 en 36 partidos) y que pese a atravesar muy buenos momentos en el Villarreal B y en el Villarreal A apenas si rozó las cumbres de esta temporada: en el Villarreal B hizo 18 en 31 en 2009/2010 y en el Villarreal A hizo 21 en 89 partidos. 

El sábado, en ocasión de convertir por duplicado en el Nuevo Gasómetro, pasó la barrera de los 100 desde que debutó en las arenas del fútbol profesional y se acercó al medio centenar en la Academia de Rosario: ya tiene 46 con unos cuantos partidos por delante antes de que termine el año: en el campeonato, en la Copa Argentina y tal vez en la Liguilla Pre Libertadores. 

Ruben transita hoy la saludable y admirable frontera que separa a un goleador a secas de un gran goleador y eso porque pese a su relativa juventud (el 26 del corriente mes recién cumplirá 29 años) ha sabido demostrar que su experiencia en el exterior, España, Ucrania, Francia, México, no representa la estación terminal de nada sino en todo caso una caja de herramientas abierta a nuevos saltos de calidad.

Hablamos, por si no ha constado con el debido énfasis, del mejor delantero argentino que hoy juega en estas tierras, un 9 cuyo radio de acción no se subordina, ni de lejos, al pescado grande que se vende en el área chica, toda vez que también domina el arte de pivotar, de aguantar la pelota, de descargar y, si cuadra, de mostrarse como señuelo para la llegada franca de sus compañeros del medio campo.

Muchos futboleros, y no necesariamente hinchas de Rosario Central, lo piden para la Selección Nacional y la verdad es que a primera mirada la petición asoma algo destemplada en un plantel que cuenta con el Kun Agüero, con Carlos Tevez, con el Pipita Higuaín y Mauro Icardi en la lista de espera.

Sin embargo, el nivel de Ruben es tan notable que por un lado torna lejana la posibilidad de que lo suyo se trate de una racha primaveral y a la vez sugiere que una eventual convocatoria del Tata Martino podría llegar a ser discutible, polémica, pero jamás de los jamases sería disparatada.

Fuente: Walter Vargas de Télam