La Suprema Corte de Justicia de Mendoza condenó a una estación de servicio de la localidad de Guaymallén a indemnizar con 150 mil pesos a una playera por obligarla a usar calzas de un talle menor al que le correspondía.

El caso es del año 2012 cuando la empleada pidió cambiar su uniforme de remera, gorra y calza, al argumentar que no le correspondía el talle S ya que le quedaba muy apretado al cuerpo, y además dijo que recibía frases inapropiadas de los clientes.

Los pedidos de la mujer fueron desestimados por la empresa, hasta que un compañero le cedió un pantalón de tipo cargo y comenzó a usarlo en sus tareas cotidianas. Ante esa situación, la mujer recibió una serie de sanciones y apercibimientos de la empresa, hasta que finalmente fue despedida.

Así fue como el máximo tribunal de la provincia cuyana consideró el caso dentro de las leyes de protección de la mujer y los tratados internacionales referidos a la violencia de género y advirtió que en este caso existió un trato discriminatorio.

La empresa, al usar diferentes uniformes para los hombres impuso "un estereotipo patriarcal tendiente a visualizar a la mujer destacando su cuerpo como instrumento", y que "la imposición de vestimenta claramente sexista importa una cosificación y degradación del cuerpo".

Según el juez Mario Adaro, integrante de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, la mujer reclamó, pero la situación no fue considerada como discriminatoria en un fallo de primera instancia de un juzgado laboral, por lo que el caso fue apelado en la máxima instancia judicial de la provincia cuyana.

El juicio fue ganado por la empleada, ya que la Corte consideró que sufrió "daño moral" y "discriminación". "Es necesario que los empresarios y que todos los que integramos la sociedad reflexionemos en un contexto de género. Hay que concientizar al sector empresario", advirtió el magistrado en su fallo.

A su vez señaló que una pericia psicológica realizada a la empleada despedida indicó que sufría de una situación "de angustia y ansiedad" en un contexto laboral en el que cuando usaba calzas "había clientes que le manifestaban cosas que deberían ser erradicadas de la sociedad".

Adaro indicó también que "la empresa argumentaba que el reglamento indicaba que había una vestimenta para hombres y otra para mujeres y que la playera no quería usar la ropa femenina".