POR JACKELINE ROMERO

Soy una persona trans que tiene 53 años y soy una sobreviviente, de las pocas que pudo superar - y ampliamente - el promedio de vida (40 años) que tenemos las trans y travestis. Tenía 14 años cuando comencé a manifestar mi identidad y mis deseos y tuve la suerte de ser apoyada incondicionalmente por mi familia. Eso me ayudó a supera las drogas, el trabajo sexual y el VIH. Es que en aquellos años no teníamos nada: ni derechos ni dónde ir a denunciar ni dónde ir a tomar un café. Y la única vida laboral que nos tocó fue el trabajo sexual, no tuvimos alternativas. 

Mi realidad es la de muchas. Somos un montón de compañeras las que, aún después de la dictadura, continuamos siendo estigmatizadas y violentadas por las instituciones: el abandono de la familia, la expulsión de las escuelas, la falta de acceso a la salud, la vivienda y el trabajo. La ley de Reparación Histórica que tuvo media sanción este jueves es importantísima porque viene a reconocer nuestras historias, vivencias y tristezas. Pero sobre todo, el abandono que sufrimos históricamente del Estado. 

El panorama económico de las compañeras mayores de 40 y 50 años, como yo, es terrible. Muchas no tienen pensión ni un techo para pasar su vejez dignamente. Y muchas seguimos sufriendo la violencia institucional. Estamos atravesadas por un montón de cosas: las adicciones, el trabajo sexual, el VIH. No es fácil pasar por todo eso, mucho menos para quienes venimos arrastrando históricamente el abandono, la desidia y esa la desnudez que nos tocó vivir en una esquina, a merced de cualquiera y en peligro continuo. Hay cosas que se hacen pero falta un montón. No sé si en algún momento las que somos viejas las vamos a poder llegar a vivir. Esta reparación viene, entonces, a darnos al menos un poquito de dignidad. 

* Presidenta Red Diversa Positiva de Argentina y precandidata a concejal por Iniciativa Popular