La localidad de Hanau, a 20 kilómetros de Frankfurt en Alemania, protagonizó un nuevo hecho de  violencia racista y xenófoba entre los tantos que proliferan en Occidente. Si bien los psicoterapeutas especialistas se refirieron a una combinación de rasgos paranoicos con teorías conspirativas para explicar lo que inspiró al asesino a actuar, hay un trasfondo complejo y preocupante que pone de manifiesto el peligro que encarna el ascenso de las agrupaciones políticas de extrema derecha.

Un ciudadano normal

El asesino fue Tobias Rathjen, un empleado bancario de 43 años que grababa videos y difundía en las redes sociales teorías conspirativas y que vivía con su madre de 72 años a quien asesinó antes de quitarse la vida.

Era un paranoico de manual: construyó finalmente la realidad que temía, a partir de la abolición de cualquier atisbo de duda. Pero también era un racista de manual: escribió un largo panfleto de 24 páginas y grabó un vídeo en el que difundió el odio racial que sentía. Allí pidió abiertamente la aniquilación de pueblos enteros y expresó que los alemanes eran ciudadanos superiores que había que proteger de los extranjeros.

Aunque pudiera resultar curioso, Rathjen se definía como un ciudadano normal. El ciudadano normal hacía constantes referencias a la superioridad de la raza blanca y expresaba que deportar extranjeros no era suficiente. Por eso instaba a realizar una limpieza máxima, una limpieza final. El ciudadano normal, encontró además una caja de resonancia para sus ideas en las redes sociales, repletas de "ciudadanos normales" que junto a numerosos sitios web alemanes publicaron su video antes de ser invitados a borrarlo.

Ultraderecha y ausencia de pensamiento crítico

Las teorías conspirativas y el extremismo no son nuevos. Sin embargo, las teorías conspirativas tienden a extenderse cada vez más y cada vez más rápidamente en los entornos extremistas, apoyadas entre otros factores por las nuevas tecnologías y la creciente facilidad para las comunicaciones.

Hay un clima de sospecha respecto de los sistemas políticos democráticos y las conjeturas y las teorías más descabelladas cunden por doquier, abonadas por las fake news o noticias falsas. Así como han aparecido políticos que aseguran ser víctimas de estas noticias falsas pero que en realidad se valen de ellas y de formas cada vez más sucias de competencia política para asegurar un eventual éxito electoral (Donald Trump y Jair Bolsonaro son algunos ejemplos), así también proliferan los "ciudadanos normales" que sostienen que están siendo manipulados, pese a que ellos conocen la verdad.

También se hace cada vez más frecuente una radicalización de los entornos extremistas, de los individuos que propagan su ideología a través de acciones criminales, y de los políticos y los partidos que intentan capitalizar ese extremismo.

Las consideraciones acerca de la verdad, arrojan algo de luz sobre el asunto. Friedrich Nietzsche formuló la que quizás sea la pregunta fundamental de la filosofía: ¿Qué es la verdad? En la misma pregunta, el filósofo alemán ofrecía a la duda como respuesta. Porque la existencia de una verdad implica la imposición que se hace de desde el poder constituido de una determinada interpretación.

Actualmente se encuentra en tela de juicio la existencia de una verdad impuesta desde los grandes poderes político, económico o comunicacional, pero en su reemplazo no aparece la duda saludable, escudriñadora de la complejidad de la realidad. La verdad de los grandes poderes es reemplazada por verdades individuales o por verdades alimentadas en microclimas que no hacen más que confirmar una y otra vez lo que cada uno suponía.

Todo eso alimenta a la bipolaridad idiotizante, a la pérdida de pensamiento crítico en beneficio de un modo de ser binario, para el cual el universo solamente puede estar compuesto por unos o ceros, cifras que reflejan curiosamente la diferencia entre el ser de uno solo y la nada.

Los partidos de la extrema derecha florecientes especialmente en Europa, son la contracara perfecta de los otros extremismos, como el islámico. Ambos no hacen más que justificar la existencia del otro a costa de la eliminación de todo lo distinto.

De no incursionar en el sano ejercicio de la duda, en el cuestionamiento personal, en la reflexión introspectiva, en distintos modos de espiritualidad entendidos como formas alternativas de miradas hacia el interior de cada uno, los occidentales nos encaminaremos hacia una nueva edición de la sociedad de masas, en el sentido que le otorgaba Hannah Arendt, el de una soledad acompañada. Es ante esta gravedad que los y las ciudadanas del mundo que aspiran a vivir en libertad, adquieren el deber de abandonar la quietud de la contemplación para pasar a la acción.