“De la bronca a la violencia hay un paso muy chiquito en Tablada”. Esa definición impacta por su crudeza y realidad. Es que la anhelada convivencia armónica de todo barrio ha quedado desplazada por los violentos que resuelven las cosas a los tiros en esa parte de zona sur. Y no sólo las cuestiones que están vinculadas al narcomenudeo, también las personales.

En el medio, literalmente, están los vecinos con la zozobra de que en cualquier momento del día estalle un revólver. Ellos esperan una tregua a la escalada violenta y, sobre todo, aminorar los efectos en los pibes del barrio.

Esta ambigüedad tan marcada en un mismo barrio quedó evidenciada este lunes por la noche. Mientras un grupo de docentes y vecinos de la zona realizaban en bulevar Seguí y Necochea un festival para niños contra la violencia, a 300 metros dispararon al menos siete veces contra el portón de ingreso de un casa. La sangre del herido -Kali D., de 42 años y nacionalidad argelina- que habita el lugar y varias vainas servidas quedaron sobre la vereda.

“Somos un grupo de docentes que vivimos y trabajamos en Tablada y hacemos actividades de inclusión para niños que viven situaciones de violencia en su hogar. Los chicos tienen que entender que la única opción no es vender drogas o tener un arma”, explicó Vilma Ludueña una de las organizadoras del festival y directora de la escuela 55° de Tablada.

Claudio Gershanik, miembro del Club Atlético y Biblioteca Popular El Porvenir, de Virasoro al 200 bis, interpretó al situación en contacto con Rosarioplus.com: “Nuestra función no es combatir la delincuencia sino contener las necesidades del barrio aunque indirectamente actuamos porque cuando sacamos un chico de la calle las bandas pierden a un consumidor y posiblemente a un soldadito que trabaja para ellos”.

Por eso los continuos robos en los clubes de barrio no buscan el botín sino hacer el daño. De ahí que roban inodoros, algo que luego no se puede vender, o rompen lo que tengan a su paso. Quieren que el club quede a la deriva y no puedan albergar a nadie.

Gershanik es quien repasa ese límite fino de la bronca y la intolerancia, pero también teme porque la violencia se naturaliza. En el tiroteo de este lunes por la noche sucedió esto. Fue uno más. Los vecinos escucharon las detonaciones, trataron de cubrirse, no salir de sus casas, y al rato continuaron con su rutina.