Hasta el 2015, en los congresos de la Fundación Libertad se repetían frases como “populismo”, “intervencionismo” o “republicanismo en peligro”. Todos los discursos tenían, por lo general, un único denominador común: la crítica a un proyecto político –el kirchnerismo-- que, a juicio de los disertantes de turno, más tarde que temprano iba a transformar a Argentina en la “nueva Venezuela”.

La bocanada de aire llegó con el triunfo de la alianza Cambiemos y con la asunción de Mauricio Macri, un fiel exponente de las ideas liberales que tanto abrazan y defienden en el seno de la Fundación Libertad. En 2016 y 2017, los congresos anuales se desarrollaron en un clima de jolgorio. El regreso del liberalismo al poder había llegado para quedarse.

Pero, de golpe, todo se desmadró. El “crecimiento” y la “inserción al mundo” dio pasó a la “crisis” y a una “tormenta” que está lejos de dispersarse. Ni la abrupta devaluación, ni una inflación del 45%, ni una galopante recesión, ni la restitución de las retenciones al sector agropecuario estaban en los planes de quienes hicieron todo el lobby posible para que un empresario del riñón los gobierne.

El congreso de 2018 –que se desarrolló este miércoles en la Bolsa de Comercio—encontró a la mayoría de los asistentes en un estado de absoluto desconcierto. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Qué nos pasó?, murmuraban economistas y empresarios en los pasillos del evento. La desilusión se materializó en un congreso con concurrencia récord.

“Es uno de los congresos con más gente que recuerde. Es un momento candente en el que todo el mundo quiere escuchar y entender lo que está pasando. Lo pensamos para hablar de la Argentina en el largo plazo, pero la coyuntura hoy es otra”, reconoció el anfitrión Gerardo Bongiovanni.

Carlos Melconian, ex funcionario de gobierno y hombre de consulta del presidente Macri, acaparó todas las miradas. El enorme auditorio de la Bolsa de Comercio quedó chico cuando agarró el micrófono.

“Es el único que la tiene clara, que habla de frente”, resumían algunos estudiantes. “Tiene que volver al gobierno. Tiene que ocupar un cargo de peso”, pedían unos señores entrados en cana ubicados en la primera fila.

Melconian habló y no defraudó a un público que lo aplaudió a rabiar. Las palmas, sin embargo, no taparon los murmullos y los silbidos que recibió la ministra de Producción de Santa Fe, la socialista Alicia Ciciliani, en el panel que lo precedió.

La funcionaria local fue la única “intrusa” que se subió al escenario. Disertó en un panel titulado “perspectivas económicas, educativas y productivas de Argentina” junto a los economistas Alieto Guadagni y Ramiro Castiñeira, quienes hicieron uso de la palabra en primer lugar. El gobernador Miguel Lifschitz, anunciado para el cierre del congreso, no acudió a la cita.   

Cuando Ciciliani se acercó al atril, muchos asistentes se levantaron en medio de un murmullo generalizado. Desde el fondo se escuchó un silbido que descolocó a la ministra. El mismo pitado se repitió en medio de su disertación cuando dijo que ella era “socialista” y que le gustaba vivir en un país con “inclusión, redistribución y con escuelas públicas que incluyan a ricos y pobres”.

“Escucho murmullos y algunos silbidos. Son modelos de país a elegir. Lo interesante es que demos estos debates con respeto”, dijo al sentirse interpelada. Y agregó: “Agradezco a la Fundación Libertad por la amplitud de invitar a los que pensamos distintos. A aquellos que silban les propongo que debatamos ideas pero con datos objetivos, no descalifiquemos porque eso es fascismo”.

Envalentonada, Ciciliani se animó a cerrar su discurso con una crítica explícita al modelo económico de Cambiemos. “En estos días estuve reunida con empresarios que no pueden pagar los salarios por tasas usurarias que tiene que afrontar. Tienen angustia de hablar con los sindicatos y con los trabajadores. La transferencia del sector productivo al sector financiero es grave e inviable. No hay futuro con este esquema”, cerró.

Luego sí llegó Melconian, el hombre del “riñón”, el economista ideal --fiel pero crítico-- para explicar la dolorosa realidad. Habló más de una hora y se metió a todos en el bolsillo.

“Cometimos mucha mala praxis. Hablo en la primera persona del plural porque no le saco el culo a la jeringa. No hice el programa económico. Pero sigo hablando en plural”, dijo de arranque.

Luego, con un lenguaje más técnico, explicó: “El gradualismo era una buena salida, la inacción no. El financiar con dólares del exterior un gasto público en pesos y un déficit fiscal en pesos generaba siempre el problema que el día que no te prestaran más, sonaste. Pero generaba otro problema: una expansión monetaria equivalente a imprimir pesos, nada más que respaldada en dólares, pero pesos al fin. Al confrontarlo con una ambiciosa meta de inflación incumplible inventamos las lebacs. Terminamos en un conflicto en el que el mismo gobierno que puso las lebac ahora las quiere desarmar”.

Recordó que aunque Cambiemos ganó las elecciones legislativas de octubre “el 'plan perdurar' duró tres meses”. “Se necesitaba seguir consiguiendo financiación, que la economía esté cada día un poquito mejor y que no haya nadie enfrente. La reelección era posible. ¿Qué pasó? tuvimos que recurrir al Fondo y empezamos a comer pechuguita con puré de calabaza. Nos queda que todavía no hay nadie enfrente”, planteó sobre el futuro de la coalición de Gobierno.

Cuando “todo se empiojó”, el presidente llamó al FMI, a “los bomberos”. “Sin crisis ellos no laburan. En la época de los commoditiesaltos no laburaron. Tuvieron de clientes a Irán, Guinea, Egipto. Argentina les pareció un bombón. Pero es el mismo Fondo que cuando mi abuela era soltera. Es cierto que hay predisposición y apoyo político, pero ellos no quieren que le agarremos el codo si nos dan la mano”, admitió.

Como el primer programa “no funcionó”, Macri tuvo que “apretar el segundo timbre”. “Pero allá pusieron reparos. 'En tres meses ya me volvés a manguear', pensaron. Nos dijeron que tenemos que llegar al déficit cero. Y el presidente hizo algo que yo sé que le costó muchísimo: retenciones. Pero ojo que con un dólar a 40, menos 4 pesos, sigue siendo un dólar a 36. No está mal. Y eso es sin porcentaje y con un monto fijo en pesos que se puede licuar, lo que para mí es un error”, prosiguió.

Ya sobre el final, llevó algo de tranquilidad al lanzar cierto optimismo. Eso sí: reconoció que el mejor escenario (calmar la turbulencia financiera) tendrá “consecuencias para la economía real”.

Explicó que con un dólar a 40 pesos, que “es un muy buen número”, “la asistencia encaminada” del Fondo, “el desarme de las Lebacs” y el presupuesto acordado en el Congreso “la cosa tiene que ir para mejor”.

“Pero magia no hay. Nos queda, por ejemplo, una tasa de interés muy alta, que es muy grave. Ya estamos viendo caída de volúmenes y caída de algunas cadenas de pago. La economía real va hacia un escenario muy recesivo”, aventuró.

En el cierre, con las preguntas de los asistentes de fondo, Bongiovanni le preguntó si él estaba desilusionado como muchos de los presentes.  

Melconian recogió el guante y hasta se animó aventurar una reelección del presidente. "La ilusión la sigo teniendo. No me casó con una persona, con un presidente, me importa la gente. Claro que me rompe las pelotas que a Macri le vaya mal, pero el camino es por este lado. Macri se irá en 2023, luego vendrá otro y habrá que seguir apoyando”.

El auditorio lo despidió de pie y con aplausos. Muchos, no obstante, se fueron preocupados por el diagnóstico de una realidad que no querían escuchar: aún con el mejor escenario, aún con una estabilidad financiera, habrá que arremangarse porque la crisis en la economía real llegó para quedarse.