En el primer momento de la pandemia, cuando la cuarentena mostraba su cara más estricta nació el libro digital “Escribientes (voces que abren) texturas en cuarentena” de la autogestiva Cita Rosas Ediciones. Surgió de la necesidad de encontrarse, para ser testigo, democrático y plural de voces.

El 29 de marzo pasado, lo siniestro azotaba el mundo y  la presentación de todo lo bello mostraba su cara más frágil y transitoria.  Habían pasado diez de aquel jueves por la noche en que el presidente Alberto Fernández anunciaba el aislamiento social preventivo y obligatorio.

La actividad del duelo aparecía como única alternativa posible ante la muerte en soledad y recetas cargadas de plusvalías, de los medios masivos de comunicación que se mostraban sumergidos bajo el rigor de los imperativos “producir”, “aprovechar” y “hacer”. En la tarde de un día que se presentaba similar a todos los demás, la psicóloga Flavia Castro recibió un mensaje de texto.

“Hola Fla, te mando una cosa que escribí y si tenés ganas de escribir algo, te leo y debatimos. Podemos incluir más gente, yo tenía ganas de escribir y esto salió. Me interesa que me digas que reflexión amerita, si tenés ganas. Besos”.

El mensaje era de su amiga y colega Victoria Biga, que sin saberlo recibió no solo el escrito de Flavia sino la suma de 12 escribientes más que se abrazaron por medio de las letras, acompañándose en el primer momento de la pandemia, cuando la cuarentena aparecía como herramienta en su fase más estricta.

La producción dio como resultado el libro “Escribientes..” que ya se encuentra en formato digital, y que prometen, tendrá su próxima versión en papel como proyectan sus compiladoras.

La edición digital del libro está a cargo de Soledad Nivoli, quien utilizó para el diseño el fotomontaje realizado por Flavia Castro quien perfecciona su arte estudiando fotografía.

El libro se divide de cinco partes. La primera se titula “Pensantes (cuerpos que pesan)”. Comienza con un poema de una fuerza impresionante, y su autora es Yolanda Llop (Noni), de 96 años.

Con su  pluma Noni toma cuerpo en letra la voz representativa quizás del sector poblacional más castigado por la pandemia, los adultos mayores. Su nieta Victoria Biga cuenta que hasta el 20 de marzo vivía sola en su departamento. Con el decreto presidencial, debió irse a vivir con su hija delegando espacio y autonomía.

Su padecimiento se refleja como fiel testigo de las huellas del encierro en la pluma que grita hasta el hartazgo: “Las plantas pobrecitas/ no tuve tiempo para nada. Las que pueden, resisten/ es un entretenimiento a la mañana/ en este cautiverio no tenés cosas que hacer./ Ya leo poco, entonces no puedo leer tampoco/ la vista me impidió leer, pintar/ eso me afectó mucho./ No me quiero quejar, yo soy creyente…/por lo menos voy andando, ahora me cuestan/ los escalones, más subir./ los primeros días me pasan más rápidos y/ después se me hicieron más rápidos/ hay momentos de tristezas que no soporto tantas dificultades/ Hay que aguantar porque uno sabe que lo otro es peor/ hay que esperar…la incertidumbre (…) la impotencia de querer hacer muchas cosas/ las dificultades de poder moverme/ tampoco podés estar alegre/ de lo único que podes ponerte contento es si el día está lindo/ a la tarde rezo el rosario/ eso me tranquiliza/ Cuando no puedo dormir/ me acuerdo de conversaciones lejanas/ lo veo a la distancia y pienso diferente mi actitud/ de mi abuela, de mi suegra/ pienso en ellas que quedaron solas/ y ahora las comprendo/ la escuela, los buenos recuerdos/ y amigos/ tiempos de recuerdos…/ en la amistad entonaré mucho refugio”.

El libro llegó por medio de trabajadores de la salud al residente Gustavo Infante, gran lector de poesía. Una semana después su devolución fue letal, “Paola es amiga mía, fue mi orientadora, trabaja bien, la recordamos con cariño”.  Hace referencia a la autora del poema “Me aburro”, Paola Scarfó (Pol) dónde relata su hastío y la estigmatización sufrida por haber elegido a una mujer como compañera de vida al punto de ser despedida de su trabajo. Su aburrimiento excede la pandemia, quizás abarca cualquier apatía social. Ella pregunta alejándose de su prosa poética: “¿Alguna vez te echaron del laburo por ser torta?”.

Hastío de pandemia que llega a la pluma de Pili, se libera, hace catarsis: “me dan deseos de estar tirada, de no escuchar nada de nada, de llenar la bañera que nunca llené, o si, pero no recuerdo”.

La segunda parte del libro se llama “Pasante (cosas que pasan)”. Comienza con un bello escrito de María, dónde relata el precio del amor en tiempos de pandemias y Whatsapp, vivenciando la pérdida del otro, cuando la red social le demuestra el vacío de la casilla de mensajes. Se pregunta por qué le cuesta tanto largar, soltar. La casilla de mensajes ahí vacía, sin foto de perfil, a la espera. Recuerdo al residente Gustavo Infante, se definía enfermo de esperanza, luego esperaba a su amada. Al final del escrito, María esta mejor. Le resta la palabra vacía, el grado cero de todos los lugares.

El fragmento del libro junta cosas que pasan en la cotidianidad, como una desconocida que le manifiesta en la puerta de la farmacia su tristeza a la escribiente Mari que por suerte no está en el grupo de Whatsapp del edificio, o un mensajito en cadena del psicólogo que despersonaliza no solamente el mensaje sino la transferencia. Cosas que pasan en cuarentena.

La tercera parte se titula “Pensantes (manos que piensan)” y es quizás el apartado del libro más crítico o ensayístico. Maru por ejemplo, leyendo a Freud se pregunta cómo “una sociedad frente a situaciones externas y el asedio de discursos hegemónicos que estigmatizan, dan como resultado el levantamiento o supresión de la censura dando vía libre a la agresividad y hostilidad”.

Bibi dispara su imaginación y escapa de su aislamiento naufragando con Simbad, Robinson o tomando valentía con el Cid para batirse a duelo con el gran D´Artagnan.

Pol observa a sus vecinos del edificio en trincheras de cuarentena, pero con estrategias similares a épocas de paz. Son los mismos “pro-vida” y “pro-muerte” de siempre.

“Danzantes (letras que abrazan)” es la cuarta parte del libro. Comienza con una breve poesía de Soledad Nivoli “Retazos de retazos/ tejidos, trenzados. Pedacitos de escritura/ postal. /Abrazos danzantes/ que se enlazan/ para seguir jugando/ la ronda escribiente/ de la vida”. Y continúa con una serie de escritos colectivos a los que el autor de esta nota se atreve a bautizar los escritos del “me”, imagino, enamoré, encuentro, encanta, pregunto, quedo.

La quinta y última parte es una presentación de los 14 escribientes. Se titula “Escribientes (somos)”. Todo se personaliza un poquito más a modo de apertura.

A las compiladoras Flavia Castro y Victoria Biga, se suman los escribientes: Yolanda Llop, Flavia Castro, Pilar Morchio, Paola Scarfó, Estefanía Roldán, María Scuizzatto, Claudia Nieto, Mariángeles Marchiano, Victoria  Biga, Leonel Morales, María José Arné, María Eugenia Baiocchi, Bibiana Cicutti, Ana Esrequis.

Se puede acceder de forma gratuita a la versión online del libro “Escribientes (voces que abren) texturas en cuarentena” ó solicitar a los siguientes correos electrónicos: fleviaextension@gmail.com y victoria.biga@hotmail.com