Con el objetivo de proseguir con sus investigaciones, en 1831 el naturalista Charles Darwin comenzó con un extraordinario viaje que duraría 7 años, y en el que recorrería muchas partes del mundo. Entre ellas, Rosario. Lugar que llenaría de elogios.

A bordo de su goleta “Beagle”, el 30 de septiembre de 1833, aquel joven de apenas 24 años conoció nuestra ciudad, por entonces considerada “Villa del Rosario”. Mientras recorría el río Paraná, anotaba en su diario aquello que posteriormente incluiría en su libro “Viaje de un naturalista alrededor del mundo”.

La Villa del Rosario, con unos 2.000 habitantes en la primera mitad del siglo 19.
La Villa del Rosario, con unos 2.000 habitantes en la primera mitad del siglo 19.

Escribe: “Antes de llegar a Rosario atravesamos el Saladillo, río de agua pura y transparente, pero en exceso salada para que pueda ser bebida. Rosario es una gran ciudad levantada en una llanura perfectamente plana, que termina en un acantilado (barranca) que domina el Paraná”.

“En tal lugar el río es muy ancho y está entrecortado por islas bajas y rocosas, así como la orilla opuesta. El río semejaría un gran lago si no fuese por las formas de las islas, que por sí sola basta para dar idea de agua corriente. Los acantilados forman la parte más pintoresca del paisaje; algunas veces son absolutamente perpendiculares y de color rojo vivo; otras veces se presentan en forma de inmensas masas agrietadas cubiertas de cactos y de mimosas”, prosigue Charles, impresionado por lo que ve.

El día que Charles Darwin pasó por Rosario

Por aquellos tiempos, la Villa del Rosario apenas tenía unos 2.000 habitantes, pero estaba dotada por un gran río que la haría crecer. “La verdadera grandeza de un río inmenso como éste proviene del rendimiento por su importancia desde el punto de vista de la facilidad que procura a las comunicaciones y al comercio entre diferentes naciones; y queda uno admirado al pensar de qué enorme distancia proviene esa sabana de agua que corre a los pies del espectador y cuán inmenso territorio riega”, concluye Darwin.