No hay actas que lo refrenden de modo institucional, porque los mitos populares no necesitan ese tipo de trámites. Pero no caben dudas de que para el pueblo "canalla", por los dos hitos que se cruzan ese mismo día, el 19 de diciembre se ha convertido ya en fecha patria.

El primer hecho pasó en 1971, hace ya 49 años. Eran las 19.09 horas y se cumplían casi diez minutos del segundo tiempo de un partido contra el clásico rival. Aldo Pedro Poy se tiraba a cabecear un centro fuerte del “Negro” González, en cancha de River. Las crónicas contarían que el resultado final fue uno a cero, que fue pase a la final del Nacional y unos días después, inclusive un campeonato ganado. Pero la leyenda había nacido antes, en ese instante en el que un bigotudo con camiseta auriazul se había tirado de palomita en la semifinal, para inflar la red del cuadro al que casi siempre le hacía goles. Ese había sido el punto de partida para una historia, que promete no terminar nunca. Que creció en el '95, cuando de local y en un Gigante colmado contra un equipo brasilero que había metido un 4 a 0 en la ida, Central daba vuelta la final y se quedaba con la Copa Conmebol. Dos partidos, dos generaciones distintas, una misma identidad para un festejo, para la "gloria eternal", como cantan en el barrio de Arroyito.

A la jugada en cancha de River que terminó con la la palomita, la arrancó Fenoy con un pelotazo para Pascuttini. Pero ahora, al recuerdo lo inicia el propio Poy, que ya tiene 75 años y es hace varios concejal rosarino del Frente Progresista. En este 2020 el ídolo estuvo guardado para cuidarse del Covid, pero en años normales sigue yendo siempre a ver a su Central. Ahora, cuenta algunas anécdotas a Rosarioplus.com y anticipa que esta vez el festejo se hará, pero de manera virtual por la pandemia.

“Teníamos un grupo extraordinario y llegamos con mucha confianza. Nuestro técnico era Labruna, que ya conocía el estadio. Como él había perdido varias finales en el Monumental con River, por cábala decidió que usáramos el vestuario visitante”, recuerda Poy. Ese 19 de diciembre de 1971 fue el primer Torneo Nacional de AFA que quedó para un equipo del interior. Como no se habían puesto de acuerdo Central y Newell’s en qué cancha debían jugar esa semifinal, se terminó haciendo en Buenos Aires. Y como si repitiese aquel viaje iniciático, desde allí hubo cada diciembre motivos para juntarse a celebrar la palomita, a veces en otros lugares del mundo. “A la organización la hace la OCAL. Se hizo en Chile, también en Miami, otra vez en Cuba, en la que participó el hijo del Che. También en Uruguay, en el mítico estadio Centenario”, cuenta Aldo, que fue jugador de la Selección, pero a nivel de clubes jugó para otro que no sea el canalla. 

Poy nació en Arroyito y se crió con la auriazul. Antes del gol épico, en 1969, había tenido oportunidad de pasar a Los Andes, aunque nunca se concretó el pase, porque él se escondió cuando vinieron a buscarlo. “Fui hasta el Parque Alem a pensar. Ahí en esa época estaban los pescadores. Crucé a la isla y me quedé dos noches ahí, cuando habían venido los dirigentes de Buenos Aires a buscarme. Yo quería seguir jugando en Central”, dice ahora.

Después le tocaría compartir delantera canalla con Kempes, ni más ni menos. El último partido que jugaron juntos, marcó el final como profesional de Aldo. Fue un 30 de diciembre de 1974, con triunfo por 2 a 0 ante los rojinegros del Parque Independencia. Una lesión grave en la rodilla de Poy le abría las puertas retiro, después de casi una década y 292 presencias.

El cantito de la época en la popular centralista era "Aldo Poy, Aldo Poy, el papá de Niulsolboi!". Hoy su protagonista se ríe y con total humildad le dice a RosarioPlus: "Medio que tuve suerte por la combinación de mi apellido, con un nombre cortito. Entraba justo para que lo canten". 

La primera vez que se hizo una reunión para celebrar el aniversario de su gol, fue en el restaurante Polo Norte, que estaba sobre Avellaneda y Génova frente al estadio. En ese mismo punto donde hoy se está terminando de levantar un edificio, el plantel completo y algunos hinchas empezaron con eso de recrear la Palomita, que después terminaría siendo un festejo mítico.

Para agigantar la leyenda, un médico centralista que integraba la OCAL operó de apendicitis a De Rienzo, el jugador niulista que no llega a cerrar a Poy antes de que cabecee. Y guardó su apéndice en un frasquito, con un cartel: “Apéndice del jugador De Rienzo, por donde, a 20 cm. de la misma, pasó la pelota impulsado por Aldo Pedro Poy de ‘palomita’, convirtiéndose en el gol con el cual Central elimina a N.O.B. el 19 de diciembre de 1971”.

Aunque sea contrafáctico, podemos pensar que tal vez el gol no habría sido lo que terminó siendo si Roberto Fontanarrosa no hubiese escrito su fantástico cuento, quizás el más leído en la historia de la literatura futbolera. Pero lo cierto es que el "Negro" le puso pluma y prosa al mito, con la anécdota del viejo Casale que muere después de ver a Central ganar el clásico. Y eso enriqueció la historia. “La gente me ha llegado a parar por la calle para preguntarme si era verdad el cuento, por cómo lo relata de maravilloso. Con Fontanarrosa éramos amigos, habíamos vivido cerca inclusive. Me gustaba mucho todo lo que escribía y teníamos el mismo amor por Central”, se emociona Poy.

La final de la Conmebol

Más de dos décadas después de aquel Central-Newell's del cuento, el canalla jugaba en 1995 y otra vez un 19 de diciembre, el partido revancha por la final de la Copa Conmebol contra Atlético Mineiro, similar a la que hoy se llama Copa Sudamericana. Esta vez, la cita era en su propio estadio. Aunque eran remotas las chances de dar vuelta el 0-4 de la ida, ahí estaba el pueblo centralista, para empujar la pelota con los once de abajo. Con el Gigante lleno, salía la ilusión a la cancha. Y un par de horas más tarde, lo imposible había pasado. Goleada, definición por penales y campeonato.

Ya pasaron 25 años de esa noche. Parte de aquel plantel sigue en contacto. Muchos eran categoría 74 y habían hecho juntos las inferiores. Hoy tienen un grupo de WhatsApp que en años no pandémicos, organiza con puntualidad religiosa, encuentros de asados con fulbito. Inclusive jugaron hace un tiempo un partido a beneficio en el propio estadio de Central, con el doctor Ramiro Colabianchi, que se formó con aquel plantel y había llegado a jugar en la Reserva canalla, como uno de sus organizadores. Algunos de ellos, recuerdan para este medio algunas anécdotas de ese otro 19 de diciembre memorable. 

El primero que manda audios es Patricio Graff, a los que suma un recorte de diario y la foto de un Taunus viejo, modelo 75, todo pintado azul y amarillo. Era suyo para la época en que jugaba en forma profesional, en los ‘90. Lo de la pintura fue una promesa que le había hecho su papá antes del partido con Mineiro: “Si ganan la Copa, me rapo, dejo de fumar y te pinto el auto con los colores de Central”. Al otro día de la final, la sorpresa, como la cuenta el Pato: “Mi viejo ya había ido a la peluquería y a comprar la pintura”. Un recorte del diario La Capital que salió por esos días, confirma la historia. 

Cristian Daniele habla del estilo de juego con el que habían llegado a la final, dirigidos por el querido Don Angel Zof: “Era un equipo que jugaba muy bien a la pelota y la mayoría de nosotros éramos del club. Por la forma en que se dio, haber podido participar fue un orgullo. Sentimos que quedamos en la historia grande de Central". Pandemia mediante, el "Cui" extrañó a sus viejos compañeros. Y por eso remata el audio con una invitación a poder juntarse de nuevo y un deseo: "Ojalá 2021 sea mucho mejor que este año que pasamos”. 

Otro que tira un recuerdo es Diego “Pastilla” Ordoñez, que trae a la memoria cómo se habían puteado de túnel a túnel con los brasileños y cómo llegaron con el ánimo inflado al segundo partido, con la convicción de que podía haber milagro, que se podía dar vuelta.

Y para el final, el mensaje de Horacio “Petaco” Carbonari: “Es un día especial para todos los canallas, por la ´palomita´ de Aldo y por lo que pasó con nosotros en esa noche que fue mágica. Puedo contar cada cosa que pasó desde la noche que perdimos en Brasil, hasta el día de la revancha. Fue increíble. Teníamos muchas ganas de salir a jugar, había una fe enorme. Y sin la ayuda de la gente, no hubiera sido posible. Para mí superó lo que podríamos haber soñado. Un logro y una hazaña terrible, que con el tiempo se va agrandando”.