Claudio Brilloni asumió en el Ministerio de Seguridad a mediados de la última semana. Llegaba al cargo después de haber transitado un par de años en las segundas líneas de la cartera y con un expertise previo como gendarme, por haber manejado las tropas federales que desembarcaron en la ciudad con Sergio Berni primero, en 2014 y con Patricia Bullrich luego, en 2017. Es decir, el flamante funcionario tiene una foja de servicios que lo ponía por encima de otros candidatos, pero la experiencia no parece ser suficiente para resolver la crisis que tiene Santa Fe: que lo diga sino Marcelo Sain, que llegaba con un legajo intachable en criminología y se terminó yendo por la puerta de atrás, enfrentado con propios y extraños, además de una causa judicial en su contra. ¿Y cómo se le pone freno a la ola de balaceras, robos y homicidios que sufre Rosario hace al menos una década y se profundizó en los últimos años?  La pregunta es de difícil respuesta.

Cronología de días bravos

Jueves por la tarde, a menos de 24 hs de la asunción del nuevo ministro: un ataque a balazos al cajero del Banco de Santa Fe en Ayacucho al 5.500, con mensaje mafioso que dejan en una bolsa de nylon

Viernes por la tarde: una piba pasa de largo por un control policial en Empalme, en Génova al 2.400. Metros más adelante choca con un auto y muere en el lugar. Sus familiares y amigos reclaman contra la policía, denuncian que los efectivos no permitieron atención a Florencia y piden ver las cámaras de seguridad del kiosco de la esquina. Dicen, ante las cámaras de TV: “Acá los policías son socios de los narcos, van hasta el bunker y buscan su parte. Y al pobre que pasa en moto, lo paran para pedirle papeles y cobrar alguna coima”. Efectivos de Gendarmería disparan balas de goma respondiendo a los piedrazos de los vecinos. 

Domingo por la madrugada: 38 disparos contra la puerta de un boliche sin habilitación municipal, en la zona noroeste de la ciudad, en Juan B. Justo y Olmos. Mueren dos personas, uno de ellos el policía que trabajaba haciendo adicionales en el lugar. “Hay un entorno narco detrás del hecho”, sugieren en off fuentes calificadas del Ministerio de Seguridad.

Domingo por la tarde: en Arroyito, dos hombres abordan a una familia que llegaba con su camioneta a su casa, en José Ingenieros al 1.900. Son las seis menos veinte de la tarde, juega Central a la misma hora y el operativo policial satura la zona del estadio canalla. A doce cuadras de la cancha, cuando Rubén Guzmán intenta defenderse del ladrón a las piñas, recibe como respuesta un disparo en su abdomen. Su mujer también es baleada. El hijo de ambos, de 13 años, observa el hecho y zafa de ser herido. Finalmente, les roban el vehículo. Hoy, la víctima pelea por su vida.

Lunes por la madrugada: una nueva balacera con mensaje mafioso, continuando con la zaga que se inició a comienzos de mes y que terminó con la salida de Rimoldi del cargo. Ahora el blanco fue el Centro de Operaciones Policiales del Distrito Sudoeste. Allí funciona, en barrio Acindar, la sede de la Policía Comunitaria. Alguien en moto pasa, dispara cuatro veces y deja una nota cuestionando al Servicio Penitenciario. Es a pocas cuadras del Distrito Municipal que fue atacado la semana pasada. “Es porque estamos avanzando con los controles adentro”, dicen desde adentro del organismo que debe custodiar lo que pasa en las cárceles de la provincia. Antes, hubo carteles similares nombrando siempre a algún preso de alto perfil, líder de alguna de las bandas criminales con más antigüedad. 

En el medio de todas estos hechos, hubo fuerte cruce de declaraciones entre el gobernador y el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández. Y también reuniones del flamante ministro de Seguridad, Claudio Brilloni, con actores de la política y el entramado de instituciones, las llamadas “fuerzas vivas”. Una foto con Pablo Javkin, que publicó en redes el encuentro, otra con los empresarios y una más con las vecinales. En la gestualidad, hubo un cambio respecto de su antecesor, Rubén Rimoldi, de intrascendente gestión. En los hechos, el territorio parece estar igual de violento que en los últimos meses. O más.