Empezó setiembre y en sus primeras horas ya contó un asesinato en la periferia rosarina. Fue un hombre de 36 años a quien una vecina de Cullen al 1100 bis encontró sin vida sobre frente al baldío que bordea la calle en ese confín del noroeste, a 300 metros de avenida Sorrento y el llamado Puente Negro.

Se llamaba Guido Iván Barrios, residía en ese rincón en el límite de los barrios Larrea y Empalme Graneros. Ranchos y casillas de un lado, y un basural continuo en el descampado al otro lado de la calle. Como parte del paisaje, cerdos que se alimentan de la basura y niños que juegan con los pedazos de una patineta, cerca del cadáver.

Al cabo de algunas horas en las que el cuerpo quedó a la intemperie, junto a un árbol, el personal del Sies que arribó al lugar verificó que el hombre fue asesinado de un disparo por la espalda, a la altura del pulmón izquierdo.

El crimen ocurrió alrededor de las 4 de la madrugada, y para la hora en la que los niños del barrio acuden a la escuela la escena todavía estaba intacta, con el cuerpo tirado sobre el pasto. 

Barrios fue ultimado al otro lado de la avenida Sorrento, un par de cuadras al sur de donde la semana pasada sicarios asesinaron a dos hombres y dejaron herido a un niño de 9 años, involuntario testigo de la balacera. 

Una fuente del Ministerio de Seguridad reparó en que la zona está "saturada por efectivos federales". Eso no evitó que el crimen pudiera consumarse, en horas de la madrugada y en un terreno abierto aunque sumido en la oscuridad del lugar.

Un testigo contó a RosarioPlus.com que al amanecer llegó una mujer que sería novia del hombre ultimado. Y entre sollozos gritó: "Esta gente está haciendo imposible la vida de todos. No les importó nada a estos hijos de puta, no les importó las nenas. Hay que ponerles una bomba".