Llegaron sin aviso, con una tropa de helicópteros, cortando el cielo nocturno de la ciudad. Abajo, una batería de camiones verdes y más de 1000 efectivos al tono arribaban con premura por ruta. Ocurrió hace un año, a lo Apocalypse Now, con la misión de reducir los delitos y los homicidios dolosos, aplomados en la cotidianidad con cifras impactantes, que bien se podrían contar por kilos.

Las coincidencias sobre los resultados fueron contundentes: la ciudadanía, como los políticos oficialistas y opositores, realzaron la tarea de la fuerza contra la violencia urbana, y la que se desencadena a partir del narcotráfico, sobre todo en los barrios más calientes. Aunque eso no significa ni de lejos que la venta de drogas haya mermado siquiera. Pero aquella demostración se tradujo en un pedido rotundo e insistente de retorno cuando cumplieron el período de tareas pactado tras ocho meses; aquel 23 de diciembre en el que el secretario de Seguridad, Sergio Berni, de zapatillas y jeans, encaró el micrófono con soltura en el medio de un patio eterno, y frente a una fila inmóvil de gendarmes ordenó formalmente el retiro.

Si bien los políticos de línea kirchnerista resaltaron la tarea efectuada, aclararon que la estadía de la fuerza no fue al fondo de la cuestión, y que a priori demuestra una incapacidad evidente de la policía santafesina. Eduardo Toniolli, candidato a concejal por el Movimiento Evita, explicó a Rosarioplus.com: “Gendarmería cumplió tareas propias de la policía local, quien como una forma de contraprestación realizaría una reforma profunda a su interior. Ese tiempo no lo aprovechó la Provincia”.

La visibilidad de los patrullajes, su presencia constante y una mayor intervención, impactaron de lleno en el humor social. Justamente, Toniolli interpreta que los ciudadanos reclaman su retorno “porque veían un efecto totalmente distinto al de policía santafesina”.      

 

Por su parte, el socialista y candidato a diputado provincial, Rubén Giustiniani, fue uno de los que más intentó por el retorno de las tropas federales, incluso proponiéndolo en el Senado nacional. “La cantidad de asesinatos de enero tras la salida de la fuerza, duplicaron la tasa de homicidios de los últimos meses de 2014, y la ciudad de Rosario retomó la preocupante tendencia de casi un muerto por día”, dijo a principios de febrero. 

En una línea similar a Toniolli, sentenció que “las fuerzas provinciales aún no están plenamente capacitadas”, por lo que espera que se revea la situación ya que los 600 gendarmes estables no alcanzan. Al hablar con altos funcionarios de la Rosada, le dejaron bien en claro que era una misión de apoyo, no un paraje permanente el denominado Operativo Rosario.

Aquella mañana de diciembre en la sede de Gendarmería, fue el mismo Berni el encargado de dar números para ponerle un moño a la misión. “Rosario y la ciudad de Santa Fe quintuplican la media de homicidios dolosos en el país, por eso la decisión de ayudar al gobernador (Antonio) Bonfatti”, aseguró, y agregó: “Cuando llegamos, la ciudad tenía cerca de 270 homicidios, y lo más difícil fue estabilizar la curva y luego bajarla”. El 2014 cerró en 238 homicidios. Fue precisamente por esos números que el oficialismo -en boca de Miguel Lifschitz, por ejemplo- señaló que la misión de Gendarmería en Rosario no había sido cumplida y que por eso mismo era menester que sus efectivos continuaran en la ciudad.

Desde la policía provincial y el ministerio de Seguridad, en boca del propio Raúl Lamberto, hablan ahora de una disminución de los delitos y del nivel de violencia urbana en los últimos meses tras tomar el envión que dejó la fuerza federal.  

Más allá de los números, la inseguridad sigue siendo parte del reclamo de la sociedad. Y no sólo los ciudadanos, sino también funcionarios, miran al cielo ansiosos por si una noche vuelven los imprevistos helicópteros.