¡Otra vida para Rosario! Imaginemos que este fue un canto dado al unísono por un grupo de oficiales granaderos, jurando una bandera en su primer izamiento encarado por Manuel Belgrano allá por 1812. Una Rosario que haría de las orillas de las barrancas del Paraná, una cuna de desarrollo urbano y comercial. Un crecimiento veloz y desprolijo que 70 u 80 años después encarnaría las ideas de progreso y liberalismo que llegan a nuestro país en la avanzada “civilizatoria”.

Rosario adquirió históricamente ciclos de bonanzas y penurias con los vaivenes de la economía nacional tanto en el Siglo XX como en los 24 años del corriente. Esto generó por momentos una épica de ciudad pujante, esplendorosa y en constante movimiento o crecimiento, hasta llegó a ser promovida como capital nacional. Sin embargo, esto hace rato que ya no es así.

¿A quien podríamos imaginar gritando hoy ¡otra vida para Rosario!? La respuesta es sencilla, esa exclamación podría adosarse a cualquier rosarino/a que hoy vive un calvario en esta ciudad de pibes sin calma.

Algunos dicen que Rosario siempre fue así, que es una ciudad al paso, que siempre tuvo épocas de contrabando, mafias y comerciantes mercachifles; ¿acaso es esa profanada historia de Rosario que siempre vuelve como un vaivén de un lavarropas viejo?, es algo que no podemos responder ni llegar a un acuerdo, lo que sí podemos es pensar cómo salir de esta.

En una guerra que mal declarada está por sectores de la política, no sirven tampoco los anuncios ni medidas rimbombantes donde un ministro/a por un ‘me gusta’ en redes se encapota de militar. Tampoco una foto a lo Bukele de las cárceles santafesinas que disparó la mecha de estas bandas que pretenden arrasar con la vida cotidiana de nuestro pueblo.

Ya pasaron gobernadores e intendentes y la estrategia siempre fue la misma: mostrarse virulentos y viriles contra bandas, pero sin resultados positivos. Lamentablemente así lo muestra la realidad.

Pedir y rezar por otra vida para Rosario no es ni más ni menos que correr los límites de la imaginación posible y de lo que está sucediendo, poder combinar realidad con anhelo.

¿Es sólo posible pacificar la ciudad con tanques, operativos en las calles y metiendo preso a algún perejil? Salir a decir que el crimen bajó, cuando el crimen está al acecho tampoco parece funcionar. Quizás algo de dureza se necesite, no hay que se obtusos. ¿Pero alcanza con eso?

La realidad es que hace rato que a Rosario no se la direcciona con un shock de obra pública. No se ve una real conexión geográfica de su perímetro, cada vez más compartimentado en zonas aisladas, convertidas en zonas calientes por las voces de los GPS. Tampoco hay acceso real a la vivienda dejando de lado la especulación, un acceso al río más real, una salud que no sea únicamente sostenida por sus laburantes batallando solos en algún centro de salud perdido por la periferia. Que las escuelas no sean sólo para comer y cuidar cual guardería, o donde las instituciones intermedias puedan abrir sus puertas y que la comunidad toda pueda encontrarse allí.

Volver a pensar el entramado de Rosario no es ir contra su historia, pero si ponerla en discusión, ¿Es mas importante un Casino o un shopping que una cancha de fútbol o básquet? La pregunta es un poco irónica pero fueron algunas de las poquitas últimas ‘grandes obras’ que se hicieron en la ciudad y por las que algún puñado de Rosarino/as puede sentirse orgulloso.

Estamos a tiempo, siempre que haya vida, de cambiar las cosas. Estamos a tiempo de querer vivir mejor, estamos a tiempo de poner un límite a esta locura: la política, el empresariado, los comerciantes, el credo, la sociedad civil toda, al unísono, debemos pedir: ¡Otra vida para Rosario!