La existencia de escenarios inflacionarios suele reducir la discusión salarial a la variación de precios al consumidor, a fin de proteger el poder de compra que el salario tenía al inicio del acuerdo vigente. Esto soslaya lo que podría denominarse las tres dimensiones de la discusión salarial.

Primera dimensión

El salario, se presume, remunera la energía desplegada por la fuerza de trabajo, tanto la física como la intelectual. En consecuencia, dicho salario debe permitir reproducirla. Hablar de salario es hacerlo sobre el directo, el indirecto, el de bolsillo, el diferido. Esto busca en principio poder volver al día siguiente en –al menos- idénticas condiciones que el día anterior. Para los puestos de trabajo especializados implica –además- la cobertura de capacitación, perfeccionamiento, actualización de conocimientos, etc. En nuestro país, el derecho a cobrar un salario que permita cubrir las necesidades está reconocido en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional y en el artículo 116 de la Ley de Contrato de Trabajo. Esto es: el reconocimiento de tal derecho tiene rango constitucional. Uno de los problemas es que el Consejo del Salario no cumple con el mandato del inciso c) del artículo 135 de la Ley 24.013, consistente en aprobar los lineamientos, metodología, pautas y normas para la definición de una canasta básica que se convierta en un elemento de referencia para la determinación del salario mínimo, vital y móvil. En consecuencia, toda estimación de a cuánto debiera ascender el salario mínimo, vital y móvil requiere ser hecha en otros ámbitos aunque para ello y afortunadamente se cuenta con información oficial capaz de permitir encarar tal tarea. Se trata de las encuestas de gastos de consumo de hogares, operativos nacionales dirigidos por INDEC que involucra el trabajo de las direcciones e institutos provinciales de estadística. (Se recomienda ver el último informe en la página oficial del Indec.) 

Segunda dimensión

Si la primera dimensión refiere al salario individual, lo que necesita una persona para reproducir su fuerza de trabajo, la segunda dimensión refiere a la participación del conjunto de los salarios en la distribución del ingreso. Ello obliga a analizar dos casos diferentes. El primero es el de la actividad privada y la estatal organizada bajo la forma de empresa. El segundo refiere a la administración nacional, las provinciales, municipales y comunales. La forma de medición en la actividad empresaria refiere a la distribución primaria entre el trabajo (salario) y el capital (excedente bruto de explotación). La forma de medición en las administraciones centrales antes mencionadas lo es respecto de la proporción que la masa salarial posee respecto del conjunto de gastos corrientes o incluso de los ingresos corrientes.

Tercera dimensión

Refiere a las alteraciones que los procesos inflacionarios producen sobre la capacidad de compra del salario. En este caso la discusión de fondo siempre es sobre la inflación pasada, jamás sobre la inflación futura. Veámoslo con un ejemplo: si en una coyuntura no hubiere inflación y por alguna circunstancia apareciese una variación ascendente en el conjunto de los precios con carácter de permanencia: ¿que se discutiría? … que el nuevo salario a fijar permita restablecer la capacidad de compra que poseía antes de la aparición del proceso inflacionario. Ocurre que en el post 2001 las discusiones salariales, aunque no explícitamente, abarcaron con diferente intensidad los tres planos, de tal modo que permitieron a las voces conservadoras o reduccionistas decir que en determinados períodos los aumentos superaron la inflación. No se trataba sólo de la inflación, sino también de las otras dos dimensiones apuntadas.