Las voces simplificadoras del pensamiento neoliberal han tenido éxito en varios planos y entre ellos en una idea fuerte. Cualquier persona que fuera consultada acerca de las causas de la inflación, en mayor o menor medida, la atribuirá al descontrol de la emisión monetaria. En otras palabras, como el banco central le da vuelta a la maquinita sin parar, esto –por alguna razón de alquimia no muy clara- terminaría haciendo crecer los precios indefinidamente.

La inflación sería entonces expresión de un problema monetario y además sería muy sencilla de ser resuelta: controlando la emisión, dejaría de ser un problema. Las certezas sin embargo se chocan contra la pared cuando la emisión es escasa o baja y la inflación sigue alegremente su curso ascendente o cuando aquella desborda y sin embargo los precios se mantienen estables. La verdad es que la inflación es expresión de un fenómeno de origen social de múltiples orígenes y no es admisible la improvisación en la materia.

El gráfico que acompaña esta nota está expresado en números índices. Esto significa que hay un punto de largada: noviembre de 2015 y lo que se compara es cómo corrió cada uno de los dos jugadores en esa carrera figurada. Ambos jugadores estaban en la posición 100 y desde allí caminaron o corrieron a diferente velocidad, incluso retrocediendo.

ARGENTINA

Índice de evolución de la base monetaria y los precios al consumidor (C.A.B.A.)

El gráfico muestra que, entre noviembre de 2015 y mayo de 2017, la base monetaria -que se compone del dinero en circulación más los saldos en pesos que las entidades financieras tienen depositados en sus cuentas corrientes abiertas en el banco central- han tenido un comportamiento diferente del que daría crédito la creencia destacada en el primer párrafo. La curva negra no punteada muestra que el tamaño de la base monetaria en mayo de 2017 es superior en 40% a la registrada en noviembre de 2015, tiene índice 140 en vez del 100 de inicio. Por otro lado, según la medición de la Dirección Estadística de la ciudad de Buenos Aires, la inflación acumulada entre noviembre de 2015 y abril de 2017 superó el 60% (línea punteada), llegó a 160 en vez del 100 inicial.

En síntesis: la inflación minorista creció 60% y la base monetaria 40%: la primera creció 50% más que la segunda. Algo funciona mal en la explicación tradicional. O la inflación no fue del 60%, cosa que podría ser cierta aunque en vez de ese guarismo cualquiera podría afirmar que ha sido mucho más que eso, profundizando el desconcierto, o hay algún problema en esta relación directa que no resuelve la incógnita. Tampoco sería cierto que los aumentos salariales provocan presiones inflacionarias incompatibles con metas de crecimiento. Tanto en 2016 como en lo que va de 2017, los acuerdos salariales suscriptos en las negociaciones paritarias, salvo contadas y puntuales excepciones, lo fueron a tasas de incremento menores que la inflación. Parece que por acá tampoco habría explicaciones al ritmo de crecimiento de los precios. Y que pasó con el dólar: en 2016 el precio promedio según registro del banco central fue de $ 14,79 y en lo que va de 2017 $ 15,61, es decir sólo un 5,5% más que en 2016.

La inflación no puede entonces ser explicada –en lo que va del gobierno de Cambiemos- ni por la emisión monetaria descontrolada, ni por el aumento de los salarios, menos aun por el aumento de las jubilaciones y pensiones, ni por la devaluación del peso respecto del dólar. ¿Dónde está Wally?