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A Miguel Lifschitz le costó más que a Mónica Fein este 2016. Siempre son sesgadas las miradas de fin de año, pero la verdad es que el gobernador debió invertir demasiado tiempo en acomodar su gestión a los vaivenes con la Nación. No hay que olvidar el debut con la violenta y mediática fuga de los hermanos Lanatta y Schilacci corriendo por los sembrados campos santafesinos y las desconfianzas mutuas que allí aparecieron con el también nobel gobierno de Mauricio Macri.

Luego acontecieron las inundaciones de fines de febrero que impusieron la segunda discusión fuerte por la asistencia a la catástrofe con los funcionarios de Cambiemos. Después los tironeos por la seguridad y la llegada de los gendarmes a la provincia y finalmente la estigmatización de Lifschitz como “el gobernador que menos colabora” como lo dijo el propio presidente y lo repitieron desde la ministra de Seguridad Patricia Bullrich al Jefe de Gabinete Marcos Peña.

Para cuando las cosas se acomodaron, habían pasado por lo menos seis meses y el gobernador santafesino no había podido poner en marcha ninguna de sus dos prioridades: La obra pública y la seguridad.

A todo esto, la primera marcha contra la inseguridad llamada “Rosario sangra” fue el acontecimiento social y político más destacado del año poniendo en jaque a las autoridades en sus distintos niveles. Funcionarios provinciales, municipales, policiales y judiciales no la pasaron bien por esos días distribuyéndose culpas unos con otros.

Para la intendenta Fein el desafío era ver cómo relanzaba su gestión con la incorporación de Pablo Javkin en su gabinete tras la dura realidad electoral de 2015 que tuvo que afrontar el Frente Progresista que a duras penas pudo retener el ejercicio del poder en la ciudad.

Costó el arranque pero el año termina con indicadores favorables en obra pública (merced a la gran inyección de recursos desde la provincia) y con un panorama bastante distinto a meses anteriores en materia de seguridad pública y violencia. En este último tema la intendenta eligió ser mucho más cauta que el ministro Maximiliano Pullaro a la hora de difundir los indicadores que claramente hablan de –por lo menos- un cambio de clima en la materia. Pero no más que eso. Es claro que no da para poner calificaciones o establecer que este año será “el menos violento de los últimos cinco” como arriesgó el jefe de la cartera de Seguridad.

El broche de oro para Fein hubiese sido la autorización del endeudamiento por 200 millones de dólares. Pero por lo menos el tema no terminó en el archivo, sino en la postergación de la discusión para más adelante.

Lo poco o mucho que se haya logrado en este año desde ambas administraciones no podrá ser disfrutado por mucho tiempo. La carrera de las administraciones no se detiene y las nuevas demandas acompañarán muy pronto a las malas noticias que trae aparejado siempre el descontento social. Un año electoral se avecina y no hay tiempo para detenerse en logros. La democracia de hoy, la política y los Estados están más que nunca “estresados” como dice el politólogo Mario Riorda. Las redes sociales marcan el ritmo al que se baila en lo público y el tiempo no para.