En medio de la introspección a la que a todos empujó el coronavirus, la cuarentena y el encierro, apareció otra vez la palabra clóset. Hace algunas semanas el cantante Pablo Alborán contó, a través de su Instagram, que es gay. El acto del joven recibió apoyo y cariño de sus seguidores y celebridades, y muchos se expresaron en las redes sobre el tema.

Una de ellas fue Jimena Barón, quien en un intento por “ser picante”, abrió el juego para repensar el rol del clóset en pleno 2020.

La pregunta inundó las redes sociales en el mes del Día del Orgulo LGBT+ que se celebra este domingo como cada 28 de junio. ¿Es necesario salir del clóset en 2020? O mejor valdría preguntarse ¿sigue existiendo un clóset del cual salir? 

“Aún hoy hablar abiertamente de la propia sexualidad en un sentido diferente a la heterosexualidad hegemónica, sigue siendo sancionado. Seguimos siendo “raras, raros”, nos siguen calificando como una “desviación” de la naturaleza”, analizó Esteban Paulón, director ejecutivo del IPP LGBT+ y ex subsecretario de Diversidad Sexual del Gobierno de Santa Fe. 

“Por supuesto que el contexto actual es mucho más favorable que hace algunos años, pero lejos estamos de haber superado las etapas de “salir del armario”, anunciar públicamente lo que sentimos o, a decir de algunos sectores, “confesar” nuestra sexualidad (como si eso se tratara de un delito o algo vergonzante)”, opinó en contacto con RosarioPlus.com.

Contrastes en primera persona

El aula 1404 del cuarto piso reunió a Marianela y a Franco, dos pibes de 18 y 19 años que empezaban la facultad. Entre clases, parciales y trabajos prácticos, los jóvenes compartieron durante cuatro años todas las tardes de su vida. Sin saberlo, los dos atravesaban por una crisis personal que implicó el aceptar su orientación sexual.

Sin siquiera imaginarlo, en el banco de al lado había una persona pasando exactamente por lo mismo, haciéndose las mismas preguntas, enfrentando los mismos miedos. Pese a los puntos en común, el día que se animaron a salir del clóset con su familia y amigos, las respuestas que recibieron fueron muy diferentes. 

Marianela

El día que Marianela salió del clóset hacía mucho calor. Era enero de 2015 y ni los aires acondicionados ni los ventiladores podían hacerle frente al verano húmedo de Rosario. Esa noche a oscuras y en la casa de una amiga ni siquiera pudo nombrarlo. “No soy normal”, le dijo a su compañera de facultad que dormía en la cama de al lado. Con la mano transpirada, la cara llena de lágrimas y con espasmos que casi no la dejaban hablar, tipeó en el celular “que le gustaban las chicas”. No pudo ni decirlo en voz alta. Ese fue el inicio de un camino que tuvo más sinsabores que sonrisas. 

“Hoy me doy cuenta de que eso fue un ataque de pánico”, confiesa Marianela a Rosarioplus.com. En ese momento tenía 21 años, estudiaba en Rosario una carrera que nunca ejerció y empezaba a ponerle nombre a cosas que le habían pasado desde siempre. 

“Siempre tuve dudas de mi sexualidad. Me pasaba en el jardín, me gustaba alguna compañera o mi señorita. En algún momento de mi niñez me di cuenta de que lo que hacía no era normal y me empecé a re castigar. Le conté a mi vieja sobre que me pasaban cosas con una nena e hizo un escándalo y me dijo que tenía que rezar mucho para que se me pase”, contó.  

Maru, como le dicen sus allegados, le hizo caso a la orden materna. Rezó todas las noches durante su infancia “para que se le fuera”. “Lo reprimí al punto de que en mi adolescencia no volví a pensar en eso ni en mis dudas. En la secundaria me empezaron a gustar chicos pero era diferente, nunca pude relacionarme de la misma manera”, narró.

En 2013, su segundo año de carrera, empezó la psicóloga porque estaba muy estresada. No podía rendir orales, terminar los parciales, ni concentrarse. “Siempre fui muy aplicada y eso me pesaba”, explicó. ”Empiezo a ir a terapia a tratar ese tema y pasaron muchos meses hasta que por fin pude darle forma y nombrar lo que me pasaba”.

Llegó el día en que entendió que no le gustaban “los tipos” y que “tenía que tramitarlo”. En ese momento, y después de sincerarse con sí misma, Maru empezó a pensar en su entorno. “Hubo amistades que les costó más y otros que lo tomaron con total naturalidad”, admitió.

A su familia recién se animó a contarles en noviembre de 2015. En esa ocasión tampoco lo pudo verbalizar. Eligió una carta, de muchas hojas e impresa en blanco y negro, para poder explicarles lo que le pasaba.

“Demoré bastante porque tenía miedo de que me dejen de pasar plata. En ese momento dependía totalmente de ellos, iba a una facultad privada, vivía en otra ciudad. Sabía que además de ser extremadamente religiosos son super homofóbicos y retrógrados. Tenía mucho miedo”, detalló.

Marianela explicó que sus padres pasaron “por muchísimos estadios”. “Desde la aceptación al odio, la ira, el echarme la culpa. Mi vieja me dijo este verano que el día que yo le conté me morí para ella”.

Al día de hoy, cada vez que vuelve a su Concordia natal, el padre le “pregunta si voy a tener novio, si me voy a casar, si voy a tener hijos. Todas las veces yo le digo que me gustan las mujeres”. 

Marianela en su primera marcha del Orgullo en 2018
Marianela en su primera marcha del Orgullo en 2018

La joven ahora estudia el profesorado de Letras y escribe literatura LGBT+ “para que todos se sientan representados”. Recién cuando vuelve a su entorno, en Rosario, dice sentirse bien.  “En ese momento con todo ese entorno súper tóxico, una persona que te dice que está todo bien te da mucha paz y te sentís bien con vos misma, igual a todos”, evaluó.

Respecto a la polémica sobre closet sí o clóset no, Marianela dice que “le da mucha bronca el tema”. Para ella, el mundo idílico del que se habla en los medios y donde se dan estas discusiones pasa en Buenos Aires, o en el mejor de los casos en Santa Fe o Córdoba. “Si yo fuera a vivir de nuevo a Concordia siendo lesbiana hay trabajos que no voy a poder tener nunca, me pueden hacer algo en la calle por andar de la mano.Incluso acá en Rosario me ha pasado de ir de la mano con mi novia y que me bardeen”, confesó.

En todo su relato, Marianela valora el acompañamiento de las amistades al que considera “un pilar fundamental”. “Hay realidades completamente jodidas. Para un puto de villa, una torta del interior, esos gestos se agradecen un montón. Tener ese amigo que te abraza, que te dice boluda no seas pajera, mirá si no vas a no ser normal”.

Franco

El 9 de julio de 2014 Argentina venció a Holanda en la semifinal del mundial de Brasil 2014. Por primera vez, Franco veía a su selección en una final. El fútbol le interesaba poco y nada, pero esa tarde sintió la necesidad de ir a festejar al Monumento con una amiga. Él estaba raro, cuenta a Rosarioplus.com y ella se dio cuenta. Después de los gritos eufóricos volvió cada uno a su departamento. Alrededor de la medianoche sintió la necesidad de llamarla por teléfono. Lloraba del otro lado del teléfono, sin consuelo. Fue la primera vez que lo dijo en voz alta: “Necesito contarle esto a alguien porque no aguanto más, quizás ya te lo imaginabas”.

Franco relató que, al igual que Marianela, la terapia fue clave para encontrarse con él mismo. También agregó que el principal miedo era “que a partir de la vida que yo quería empezar a vivir mucha gente me mire distinto o me juzgue, pero son cosas que dentro de la estructura social que vivimos tiene que afrontar. No nos forman o nos enseñan que uno puede no ser heterosexual”.

Después de la recepción que tuvo ese llamado en su amiga y compañera de facultad, juntó las fuerzas para hablarlo con sus padres. ”En aquel entonces sentí que les estaba guardando un secreto, que estaba mal que ellos no lo sepan”, aclaró.

En ese momento él tenía 22 años, vivía y cursaba en Rosario y su familia estaba en Oliveros. Un día que no tenía clases decidió subirse a un colectivo e ir hablar con ellos. “Mi mamá se angustió mucho al ver que yo estaba angustiado. Preguntaba mucho, tenía comentarios acertados y otros no tanto. Mi viejo era un silencio rotundo”, narró.

Franco se preparó para lo peor. El silencio paterno, los comentarios homofóbicos y transfobicos escuchados en su casa desde la infancia le hicieron creer que “no me iba a hablar más, que me iba a golpear”.

Hasta que la madre, como suele suceder, le pidió a su marido que por favor dijera algo. Sus palabras quedaron resonando en los oídos de Franco y fueron un quiebre en la relación con su padre: “Mirá Fran, vos te podés acostar con quien quieras, siempre y cuando sigas siendo buena persona, que es lo que nosotros te enseñamos”. 

Unas semanas más tarde Franco reunió a todos sus amigos del secundario en el pueblo en una cena, y entre lágrimas y chistes recibió el apoyo que le faltaba para poder volver a sentirse libre. “Algunos se sorprendieron, otros se lo imaginaban, algunos se emocionaron”, enumeró..

Además, el joven resaltó que “desde el momento en que lo pude contar y hasta el día de hoy no me encontré con ninguna persona que haya cambiado su trato hacia mí por mi elección”.

Franco y sus amigas en la marcha del Orgullo de 2019
Franco y sus amigas en la marcha del Orgullo de 2019

“Soy bastante privilegiado. Creo que debería ser la normalidad, aunque no lo es. Conozco mucha gente que no tuvo la misma suerte que yo”, admite. 

Por último, sobre la polémica closet sí, closet no opinó que “la sociedad te exige que lo digas en algún momento. Uno también carga con ese peso. Yo sentía la obligación o responsabilidad de decirlo, para que el otro elija si seguía vinculándose conmigo y ese considero que es un error mío”.

“No sé si es algo necesario. Cada uno hace su proceso por dentro. No juzgaría, es una necesidad de cada uno que lo expresa como puede. No hay un instructivo o un libro de cómo salir del clóset en 2020”, cuestionó.

“Creo que las próximas generaciones en Argentina van a venir mucho más deconstruidas en ese sentido”, concluyó con esperanza. 

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Marianela y Franco son homosexuales, compartieron durante cuatro años un aula en la facultad, celebran este domingo el Día del Orgullo y salieron del clóset hace relativamente poco. Sin embargo, sus experiencias no podrían ser más diferentes. 

Una debió refugiarse en el abrazo de sus amistades para escapar de los rezos de una familia que posiblemente nunca termine de aceptarla del todo. El otro sintió el calor de la comprensión familiar y de la mano de sus seres queridos desde el primer momento. 

Quizás el interrogante no sea closet sí o closet no en 2020. Mientras la orientación sexual siga estando entre los pretextos discriminatorios más usados, mientras las personas LGBT+ no sean visibles en sus trabajos, mientras la violencia institucional se ensañe con la diversidad, mientras en más de 70 países se siga criminalizando las relaciones entre personas del mismo sexo, mientras haya Marianelas que estén muertas para sus madres simplemente por elegir lo que ellas no esperaban, mientras los Francos sean sólo la excepción, cada armario pateado desde adentro será motivo de orgullo.