Un audio viralizado por Whatsapp expone la voz de una mujer que se confiesa bruja y vaticina la explosión de una estación de servicio en Corrientes y Tucumán. En otro mensaje se oye la voz de un supuesto infectólogo que asegura que ha vuelto la rabia en los murciélagos. Un tercero de una joven universitaria asustada narra dramáticamente desde un sanatorio que fue víctima de acoso por parte del pasajero de un colectivo en Pellegrini y Alem, y asegura que le dio algún producto adormecedor que la descompuso. Situaciones como estas alimentaron el morbo y el temor colectivo de los rosarinos en los últimos tiempos, a partir de un simple acto por parte de miles de usuarios de Whatsapp: el de elegir compartir el audio en los grupos donde participa, en vez de preguntarse si se trata de un hecho verdadero, si no genera daño a alguien o si provocaría un pánico social.

Como éstos audios en Whatsapp, existen noticias falsas en otras redes sociales permanentemente, y es por eso que cada usuario de estas redes, o sea cada ciudadano, es un potencial reproductor de estas noticias.

Si bien gran parte de los contenidos falsos no resisten una simple búsqueda en Google, el iniciarla requiere de una lectura crítica y alerta, que es difícil de generar en un contexto de información abundante e hiperconectividad.

Según Laura Zommer, directora del sitio web Chequeado.com, “la información falsa tiene más posibilidades de ser viralizada y alcanzar a más personas y que éstas lo crean que la información fidedigna”. ¿Por qué ocurre ésto? Porque las “noticias falsas” suelen incluir contenidos que llaman especialmente nuestra atención por lo extraordinario, es “querer creer esa historia”. El primer gran ejemplo fue el engaño histórico de Orson Welles a los estadounidenses, cuando reprodujo un radioteatro sobre una invasión extraterrestres en 1938.

Irene Gindin es doctora en Comunicación por la UNR, y se dedica al análisis de los discursos políticos en el comité académico del Centro de Investigaciones en Mediatizaciones (CIM) de dicha facultad. Consultada por Rosarioplus.com, recordó que “las noticias falsas nos anteceden desde mucho antes de esta época de hiperconectividad, y no comenzó con las campañas falsas de Trump o Bolsonaro, pero actualmente la masividad que adquiere cualquier noticia es mucho mayor gracias al acceso a tantos dispositivos comunicacionales”.

La comunicadora analiza dos clases de noticias falsas: las de responsabilidad de los medios, que reproducen éstas, y la de responsabilidad individual, y “no es igual la gravedad de un ciudadano de a pie comparta un audio falso que un medio de comunicación lo reproduzca por radio, televisión o en diario en papel”. En este sentido recordó que “en el caso de la joven que contó que había sido acosada por un vendedor de revistas, el audio se viralizó en miles de oportunidades entre los rosarinos, y lo grave fue cuando los medios lo reprodujeron como un hecho real”, ya que luego se conoció que la joven no había sido envenenada.

Gindin recordó que “por el formato de anonimato de los mensajes compartidos en Whatsapp es casi imposible rastrear su fuente, y las consecuencias pueden ser tremendas: ¿quién devuelve el honor a este joven cuya foto circuló por todas las redes sociales?”. Mientras tanto la noticia ya pasó. Y según la especialista, “las fake news se anclan en un tema verosímil de la cultura, y en éste caso, ocurrió en un contexto en que las mujeres estamos más alertas y sensibilizadas al haber tomado conciencia sobre el acoso callejero”.

Según un estudio del historiador británico Felipe Fernández-Armesto, Gindin explicó que las personas hacen cuatro procedimientos sobre lo que consideran verdadero: “El primero es considerarlo porque así lo sentimos, el segundo por lo que nos lo dicen personas de confianza, el tercero porque lo podemos deducir, y el cuarto recién es lo que observamos empíricamente, que es el más complejo pero el correcto. Sin embargo en ese estudio aseguraron que actualmente, el primero es el procedimiento más utilizado”.

Los motivos al momento de compartir contenido tienen mucha más relación con dar marco a una creencia o posición ideológica propia (según muestran las investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro humano y lo que se llama “sesgo de confirmación”), lo que hace irrelevante el chequeo previo al compartir para el usuario que quiere validar su propia opinión o creencia de que el tema en cuestión es real. La comunicadora Gindin lo relacionó con la teoría de la “cámara de eco”, que se reproduce muchas veces en redes como Facebook y Twitter, ya que los usuarios que aparecen en el muro o timeline sustentan el propio prejuicio, y “eso es producto de cómo funcionn las redes sociales, donde el aditivo es el algoritmo, ese cálculo automático que las redes poseen para determinar el flujo de noticias que aparecen al usuario”.

Los tips para no caer en la trampa de las noticias falsas:

  • Cuando se recibe un audio o un texto en Whatsapp con información que parece dudosa, lo primero es desconfiar de si puede o no ser cierta, y desalentar el compartirlo para evitar ser parte de esa “bola de nieve” que se pueda agrandar.
  • En Twitter aparecen noticias que no son publicadas por personas, sino lo que llaman bots (programa informático autónomo que es capaz de llevar a cabo tareas concretas e imitar el comportamiento humano), y para detectarlos, cabe fijarse en el usuario, si tiene seguidores o parece una cuenta sospechosa.
  • Desconfiar de los títulos grandes y en mayúsculas: éste tipo de titulares están diseñados para apelar a la emotividad y generar interés (ergo, clicks) en redes sociales, ya que resaltan más en los feeds y actualizaciones de las redes.
  • Analizar la sección “Acerca de” o “About” del sitio: en los medios más confiables, esta parte de la página incluye datos importantes acerca del equipo, financiamiento, dirección, contacto u otras características fácilmente verificables. En aquellos creados específicamente para distribuir contenido falso, esta área o no existe o suele contener información desactualizada.
  • Chequear los links y las citas: si los vínculos que están indicados en el contenido como fuente no funcionan o redirigen a páginas que no están relacionadas con lo referido (por ejemplo a una web de venta), el artículo es sospechoso y no debería compartirse.
  • Buscar las citas mencionadas en Google u otro buscador, para verificar que efectivamente hayan sido declaraciones de las personas a quien se les atribuyen. Por más que el medio que lo publique sea el más serio o pionero, está hecho de personas que pueden caer en creer una noticia falsa. Por esto cabe chequear esa información si salió en otros medios  reconocidos también.
  • Desconfiar de URLs compuestas, que son similares a los sitios originales: muchos sitios de noticias falsas se aprovechan de vínculos ligeramente diferentes de los de otros portales conocidos, para confundir al lector.
  • Realizar una búsqueda inversa de imágenes: en muchas ocasiones, el contenido engañoso hace uso de fotos sacadas de contexto o que no se corresponden con las originales. Con sólo buscar esas imágenes en Google, se puede fácilmente desestimar una información que es presentada como cierta.