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Conocido es el espíritu de arraigo de las bibliotecas populares de la ciudad con sus barrios, sus vecinos y sus asociados, que sortearon crisis y dificultades a lo largo de muchos años. Su fortaleza se encuentra a la altura de las circunstancias de la cuarentena estricta por la pandemia del virus Covid-19, porque todas ajustadas al protocolo, cerraron puertas y retuvieron libros, talleres y ciclos, pero abrieron sus alas hacia nuevos horizontes de reencuentro y conexión con su gente.

Son 23 las bibliotecas populares, y con orgullo se puede decir que tras medio año de encierro y protocolos, y con la dificultad económica de mantener los espacios con gastos de servicios y alquiler, todas sortean dificultades y permanecen firmes, activas y reconvertidas. “No se lamentaron cierres definitivos”, confirmó la presidenta de la Asociación de Bibliotecas Populares de Rosario, María Luisa Carletti, en diálogo con Rosarioplus.com, y esa es una buena noticia para celebrar en su día como cada 23 de septiembre.

Varias se dedicaron a llamar a cada socio para consultarle si tienen necesidades de algún tipo, o acompañan a los mayores a la distancia. Las que cuentan con algunos recursos de movilidad han tenido etapas de arrimar libros a sus socios cuando era permitido, mientras otras se fortalecen celebrando sus aniversarios, y fomentan su vínculo con el público desde las redes sociales. Los libros que se pudieron devolver en la fase de distanciamiento los pusieron en cuarentena, y las colectas solidarias fueron un distintivo categórico, ya que en la mayoría de los barrios donde se ubican las “biblios” algunos vecinos viven tiempos complicados y sin trabajo, por lo que les vienen acercando donaciones de comidas, ropa, artículos de limpieza y de higiene contra el covid.

La Alberdi en la zona norte, La Cachilo entre los barrios Villa Urquiza, Triángulo y Moderno, la Storni en el Pichincha del macrocentro, la Homero de Refinería Las Malvinas, La biblio de La Florida, y en Tablada las emblemáticas y complementarias Constancio Vigil y Pocho Lepratti. Todas tienen reflejos similares y todas distintivas en su unicidad, se relacionan entre sí sin competencia alguna y con camaradería, y esperan el subsidio anual prometido por la Municipalidad, mantienen como pueden los espacios cuidados, libres de bichos y de polvo, mientras mueren de las ganas de volver a abrir sus puertas para que sus libros vuelvan a circular de mano en mano.

Carletti además de la Asociación, es activista en la Biblioteca Popular La Florida, ubicada en Mina Clavero 885 del barrio homónimo. Recordó que al comienzo de la pandemia acercaban libros a usuarios, antes de la apertura que duró poco, y llamaron a los socios que viven solos.

María Luisa destacó “el gran esfuerzo que los integrantes de las bibliotecas populares han hecho para acompañar a sus usuarios en esta pandemia. De distintas formas, porque sabemos que no son iguales las necesidades de cada barrio. Algunas con mayor rapidez han podido adaptarse mejor al uso de las redes sociales, y eso se refleja en las redes humanas”.

Para ella el subsidio municipal será de mucha ayuda para las bibliotecas: “La cobranza de cuotas sociales ha sido perjudicada con la pandemia, y diferentes proyectos para recaudar fondos que cada biblioteca tenía planificado anualmente se vieron imposibilitados también: té canasta, peñas, cenas, y mientras esperamos que mejore la realidad sanitaria los gastos fijos hay que pagarlos igual: servicios, alarma, seguros”.

Franca Piedrabuena es secretaria y miembro de la comisión directiva de la Alfonsina Storni, y sobre las dificultades económicas reflexionó: “Es muy alarmante que las biblios de la ciudad sigan esperando subsidios, nos duele que mientras el mercado se priorice en reabrir, a nosotros y a los miles de lugares culturales y artistas nos corten las alas. Tenemos un arsenal de libros nuevos que compramos en la Feria del Libro de Buenos Aires que fue virtual, y esperamos con ganas que mejore la situación sanitaria para al fin poder llevarles muchos títulos de autores contemporáneos a sus socios respetando los protocolos. Consideramos que la cultura es la otra gran medicina, para nosotros leer un buen libro es sanador”.

Los 30 años y el espíritu de Alfonsina

La Alfonsina Storni es la biblioteca que quizás se pueda calificar de “intelectual”, donde se convocan ciclos de cine, obras teatrales, escritores de la ciudad a hacer sus encuentros de cierre del año, se presentan libros nuevos, y se emplaza en el corazón de Pichincha. “Nosotros sus voluntarios siempre decimos que aquí habita la energía de Alfonsina, es un lugar maternal, de gestación de muchos proyectos”, aseguró Franca.

En su fichero cuenta con arriba de 1200 socios, sobre los cuales la secretaria aseguró: “Mucha gente estos meses nos reclamaba por favor que les acerquemos libros, porque para ellos son mundos donde habitar, pero les explicamos que está prohibido, y lo respetaron”.

Estuvo cerrada durante casi toda la pandemia, y sólo reabrió unas semanas cuando se habilitó (como todas las otras bibliotecas), pero los talleres (que muchos se sostienen de forma virtual) no llegaron a volver presenciales porque se regresó de fase después.

En pandemia se fortalecieron mucho sus redes sociales, y su conexión con el público se volvió más virtual: “Hicimos videos con lecturas de poesías para que la gente recuerde el espíritu de la Storni, y nos sorprendió que se acercaron nuevas personas interesadas, muchos vecinos de Pichincha que no nos conocían”.

Esta biblioteca, ubicada en Ovidio Lagos 367 cumplió 30 años en plena pandemia, por lo que se está organizando su festejo por Zoom, donde promete intervenciones artísticas y lecturas aseguradas.

Sobre el incierto pero anhelado futuro post pandemia, Piedrabuena adelantó que hay varios proyectos que se están gestando, como revivir el concurso de relato breve que hicieron en 2019, y además celebrar con un fiestón como Alfonsina se merece su 30 aniversario, “con muchas ganas de reabrir las puertas y nos volvamos a abrazar, porque Alfonsina es una energía que sucede, promovida por sus voluntarios, cada uno aportando desde sus saberes y lugares creativos, desapareciendo el egoísmo”, aseguró Franca.

La barriada y un tesoro en la biblioteca Alberdi

En calle Zelaya 2089, a la vuelta del Distrito Municipal Villa Hortensia de la zona norte rosarina, una casona pintada de naranja  con dibujos de jóvenes regando plantas crecientes resalta de la cuadra, y en su fondo cobija un galpón con nada menos que 60 mil libros, de los cuales 400 son de la biblioteca personal de las hermanas Cosettini. Difícil imaginar ese número en los tomos que se atesoran desde hace 85 años, y que vecinos adultos, mayores, y niños de la barriada aprovechan. Sus asociados son más de 800.

“Cumplimos los 85 años el pasado 25 de mayo, y fue un hermoso festejo en Zoom, con un brindis, cada socio prendió una velita y la sopló, y hasta una maestra se puso corona de flores. Realmente nos llegó al corazón”, relató la docente.

Si bien la Alberdi tiene voluntarios históricos, y hasta una bibliotecaria dedicada, fue un grupo de mujeres jóvenes el que tomó las riendas en pandemia, manejando las redes, y armando lo que anunciaron el pasado día del bibliotecario: una mediateca con contenidos de ciencia, narraciones, canciones y juegos, para que sean usados en sus clases escolares online.

Amanda Pacotti es una de sus impulsoras, y reconocida ex alumna de las hermanas Cosettini, miembro de la Red Cosettini también. Ella destacó que “la biblio tiene 30 talleres muy activos, mantuvimos los viernes de narraciones, y los maestros con sus alumnos organizaron videos con narradores orales online, con el nombre de ‘La biblio te cuenta’, donde ya pasaron más de mil chicos de los barrios La Cerámica, Nuevo Alberdi y Fontanarrosa (ex barrio Zona Cero).

El pasado día de las Infancias, la Alberdi, como algunas otras bibliotecas celebró con una suelta de libros en la calle. “En una mesita con alcohol, regalamos un libro con golosinas, todos adentro de bolsitas, y cada chico se llevaba el libro sorpresa, sin saber qué título le tocó. Vinieron muchos chicos de los barrios vecinos”, aseguró conforme.

Además de los más peques, la Alberdi tiene talleres muy variados de lecturas para adultos, y Amanda destacó sobre los alumnos del taller de juego y memoria, que son personas de más de 90 años, y por la pandemia se encuentran más aislados, por lo que “con ellos en vez de virtual, el taller lo hacemos hablando con cada uno por teléfono”. Muchos otros talleres como plástica, idiomas, y música sí son virtuales desde abril.

La Cachilo todo lo puede

La Cachilo funciona como un aglutinante. En los 20 años que lleva de vida, logró convocar a los vecinos de los diversos barrios que estaban muy fragmentados hacia los lados de la avenida Godoy. “En ese camino de unir surgió la ‘Biblioteca ambulante’ hace 12 años, un programa de lectura y arte para llegar a todos los lugares con un carrito, con talleres de lectura en las veredas con la idea de que si la montaña no va hacia Mahoma, la biblio debía ocupar la calle, y los vecinos se habituaron a reconocernos por la calle y a pedir libros”, precisó Claudia Martínez.

Muchos proyectos se diluyeron: el pasado 20 de agosto fue el aniversario, y el festejo iba a ser cortando la calle, unos 20 talleres artísticos y de oficios iban a comenzar en abril, se armaron espectáculos para llevar a escuelas del barrio, pero todo se frenó, y lejos de quedarse sentados, los voluntarios organizaron una serie de actividades virtuales.

“Surgió una serie audiovisual con videos cortos, de lecturas hechas por los mediadores, llamados ‘La Cachilo va a tu casa’. Los talleristas se organizaron: los de plástica armaron enseñanzas, los de cine compaginaron los videos, y creamos un personaje, una bibliotecaria clown basado en una novela donde se quedaba encerrada en la biblioteca en la pandemia, fue un video corto muy divertido de hacer”.

El trabajo en la Cachilo es de creación conjunta, de debate colectivo, y se buscó entre todos pensar una modalidad de entrega take away para cuando afloje la pandemia, pero aun no se pudo implementar.

“Nuestro público es más infantil y juvenil en general, porque trabajamos con varias escuelas de los barrios, pero en pandemia nos sorprendió que se acercaron varios vecinos adultos mayores con la necesidad de vínculo y cercanía”, aseguró Claudia.

La Cachilo tiene la cualidad, como la Pocho Lepratti también, de trabajar en conjunto con su propia radio comunitaria, y eso en estos tiempos fue una fortuna, porque las radios son espacios que siguen funcionando, ajustados a un protocolo, y son un nexo con los barrios muy fuerte. “Con la Aire Libre, una radio que funciona en un espacio de nuestra biblio y que tiene mucha presencia barrial, hemos hecho muchos proyectos: ofrecimos que se lean cuentos grabados para pasarlos y se sumó gente nueva, y los niños leyeron cuentos escritos por ellos mismos”, recordó contenta, y adelantó que ahora se piensa en el armado de una recopilación sonora de mitos y anécdotas.

Muchos proyectos se pospusieron pero se harán seguro, como una muestra itinerante que se monte fácilmente en los clubes de barrio, aseguró Claudia, porque “este lugar es un centro de vínculos, de encuentro de juegos de mesa y talleres, y extrañamos eso a mares”.

Cada año se cierra el año con una gran kermesse que es “la fiesta del barrio”, con muestras temáticas, juegos, presentaciones de los talleres de los chicos, y van hasta 700 vecinos. Este año incierto las probabilidades de este encuentro se reducen, pero sihguen los proyectos activos, y las redes sociales  y la radio pasaron a ser la centralidad en el vínculo con la gente, como una vez que Claudia recuerda con cariño, que una niña envió un mensaje con la frase ‘la Cachilo todo lo puede’”.

Asociados, escritores, artistas, voluntarios, armaron videos para ver al cumplirse los 20 años, con mensajes creativos, y los chicos, que son el alma de los talleres literarios preguntan cada tanto cuándo se podrán volver a ver.

La Pocho Lepratti solidaria con sus hormiguitas

La biblioteca Pocho Lepratti es un pulmón joven donde respira barrio Tablada, y como dijimos (de otra forma y tamaño) el otro pulmón es La Vigil. La Pocho se piensa a si misma como comunidad de aprendizaje para jóvenes y niños, en cultura y en oficios para los mas grandes, para encontrar salidas laborales camino a su adultez.

De las bibliotecas entrevistadas es una de las que más debió cumplir un rol social fundamental en pandemia, un tiempo que se agravó la economía de los vecinos del barrio y de las familias que asistían a la biblio. Por esto, se vienen realizando entregas de bolsones de limpieza para 80 familias (y en cada bolsón se entregan libros), y todos los viernes hay una olla comunitaria para 150 personas entregando la comida para llevar, para seguir el protocolo covid. Y participa de una red por Whatsapp con muchas instituciones de Tablada donde se colabora solidariamente cada necesidad.

“Son tiempos muy difíciles para nuestros chicos, y para que no dejen el vínculo, el día de las Infancias se les regaló bolsones de juguetes, y cuando se habilitó, liberamos libros para que sigan leyendo”, aseguró Carlos Nuñez, director de la Pocho.

Afortunadamente desde antes la Pocho trabaja con otras instituciones como COAD, la Mutual Medica, y el Banco de Alimentos Rosario, y la ayuda se reforzó en estos meses difíciles, y se siguen recibiendo donaciones, a través de depósitos en la cuenta bancaria de la biblioteca.

Aun en estos tiempos difíciles, se realizó una maratón de lecturas, y unos 250niños desde muy pequeños con sus padres hasta sus 13 años vienen participando. Para los adultos se hizo un ciclo llamado ‘EL beso de las letras’ con 110 protagonistas de la cultura local, que grabaron un texto suyo y se armó de forma audiovisual al comienzo de la pandemia. “Fue muy compartido y visto en las redes con miles de visitas, fue un lindo ciclo”, aseguró.

La Pocho tiene para la primera infancia su jardín de infantes “Las hormiguitas”, y una bebeteca, donde juegan los niños y exploran con mamás y abuelas, pero estaba comenzando el ciclo anual y se canceló con la pandemia.

En la segunda infancia tiene talleres de apoyo escolar y de muchas actividades como circo, hip hop, guitarra, que comenzaron pero se suspendieron. En esta biblioteca es más difícil pasar los talleres a la virtualidad porque los asistentes no tienen el mismo acceso a la conectividad.

Con los adolescentes se trabaja en un centro de día, ya que hay mucha deserción escolar en el barrio, y se trabaja en volver a escolarizar a los chicos, a la vez que los oficios les dna una salida laboral posible. Pero todo eso se debió posponer este año.

La radio que funciona con la biblio es la FM Radio Hormiga 104.3, y todos sus programas siguieron funcionando, con un rol educativo clave en el barrio, ya que allí hay espacios para las escuelas del barrio. Hay micros orales de narradores, y programas de educación popular con referentes invitados que cuentan sus experiencias. “Para que continúe con el protocolo, trabajamos con un conductor y el operador, y el resto son todos programas grabados previamente, como uno de niños de radioteatro, que hacen con la Secretaría de Extensión de la UNR, y otro sobre la Ley de Humedales, con las ong”, destacó Nuñez.

Homero siempre jugó al ajedrez

La Biblioteca Homero, de Vélez Sársfield 902, nació allá por 1936 por deseo de sus vecinos de contar con su propio club de ajedrez, y hasta la actualidad mantiene su impronta. Es un reconocido semillero de grandes jugadores y campeones, y siguiendo su impronta, fue sumando la parte de biblioteca con los años, contando con un material bibliográfico muy valioso sobre este juego de estrategia de alfiles y reyes. “Es un patrimonio que nos enorgullece tener, con un público asociado de más de mil personas, la mayoría de este barrio, pero hay de toda la ciudad, donde adultos y niños se apasionan por este juego, así como también de leer cómics y literatura fantástica”, precisó Mirta Fernández, quien además de estar en la Homero, es presidenta de la Federación de Bibliotecas Populares de la Provincia.

El ajedrez sigue vivo en pandemia, ya que las clases se volvieron virtuales, mientras que las redes se volvieron un espacio para continuar con lecturas. “Tenemos arraigado mucho el concepto de que una biblioteca es presencial, pero lo virtual siguió activo, y hubo nueva gente que se sumó también en pandemia”, aseguró Mirta.

La Vigil en una cruzada solidaria

La Biblioteca Constancio Vigil desde marzo pasado quedó en pausa, sin circulación de libros, reuniones, talleres, como todas las bibliotecas populares. Pero se reformuló de tal forma que lejos de un cierre de actividades totales, se volvió una especie de herbario, porque tiene mucha actividad en la quietud, una especie de fotosíntesis.

Se encontró al igual que la Lepratti con un escenario preocupante sobre los vecinos de barrio Tablada. “Al momento del anuncio de la cuarentena comenzó, y desde entonces siguió de forma continuada ante la necesidad de los vecinos fue la colecta solidaria. Esa fue la primera reacción de qué hacemos con las dificultades económicas y del aislamiento, e inventamos un sistema de retiro de las donaciones en los domicilios y los comedores (que son de Empalme Graneros, La Sexta y Tablada), que nos van pidiendo sistemáticamente. Las necesidades estallaron con la pandemia, una familia perdió todo en un incendio, y hubo que donar de todo”, precisó el coordinador del equipo editorial de la Vigil Patricio Bordes.

Además de las colectas, lo segundo donde pusieron el ojo desde la comisión directiva de Vigil fue en los socios adultos mayores, que son muchos. “Llamamos a cada uno para relevar las necesidades, son más de cien, y nos preocupaba saber que alguno no tuviera familiares que les hagan compras o gente con quien hablar, y armamos un espacio virtual para ellos con psicólogos para acompañarlos”. La Vigil además tiene dos jardines, y con ellos se reparten viandas quincenales para las familias de muchos de los chicos que asisten.

Patricio recordó que cuando se pasó del aislamiento a la fase del distanciamiento y se pudo reabrir por un tiempo lo administrativo del edificio, se recibieron los libros de muchos asociados, y se pusieron en cuarentena 15 días antes de volver a ponerlos en estantes o en circulación. Los pisos del hall fueron marcados para el distanciamiento, y se pusieron planillas en el ingreso para la trazabilidad.

“La cola de gente que en ese momento quería devolver o llevarse algún libro llegaba hasta la calle, fue emocionante ver las ganas de volver, más ahora que en pandemia algunos tienen más tiempo para leer”, recordó sobre aquel momento que terminó en agosto.

Muchos talleres pudieron abrir de modo virtual, aunque algunos no se pudieron adaptar a ese formato. La editorial de La Vigil tenía planeadas dos grandes presentaciones de libros que debieron postergarse. “Cerrar implicó dejar a mucha gente afuera que no pudo seguir los talleres de forma virtual”.

Pero no todo fue malo para este espacio, ya que está por lanzar un sitio web propio en octubre con todos los libros en catálogo y la idea de irlos digitalizando, con todas las actividades informadas y hasta el e-commerce para vender los libros de forma online, y esta semana recibió las máquinas para comenzar a imprimir sus propios libros, así como ofrecer el servicio de imprenta a editoriales amigas. Esta es una gran noticia que hace años proyectaban, y fue confirmada.

Bordes describe la situación como una “economía de guerra”, ya que si bien contaban con estos proyectos, en pandemia al cortarse el servicio de biblioteca y muchos talleres, los ingresos bajaron al mínimo, los sueldos se siguen pagando y mantener ese edificio es una tarea titánica. “Tenemos el modo de pago por transferencia pero muchos no tienen cuentas bancarias, y no pueden acercarse a pagar por la pandemia aunque la cuota es accesible”, aseguró.

“La tarea de ahora es complementar con los medios que tenemos para no angustiarnos, quisiéramos ofrecer más, como una obra teatral por streaming pero no tenemos esa tecnología para lograrlo. Los socios son 1500, y esperamos el reencuentro con ellos cuando todo pase”, reflexionó.

En su comisión directiva hay un grupo de gente joven y entusiasta, es un grupo que crece y que mientras prepara la web oficial y la imprenta, planifica más ideas para el futuro aunque no se sepa cuándo será. La Vigil sigue recibiendo abrigo, ropa de cama, artículos de limpieza y de higiene como barbijos, alimentos no perecederos, y aporte económico también. Los teléfonos de contacto son: 4811149 y 3412149165.