POR HERNANI NATALE (*)  

Curioso, inquieto y extremadamente apasionado, alguien que se entregaba por completo a crear música o a placeres mundanos como la comida o la bebida: así irrumpe la figura de Gustavo Cerati en “Algún tiempo atrás", una biografía del periodista Sergio Marchi que se interna en la intimidad menos frecuentada del músico, desde su concepción del artista como un personaje con una narrativa emancipada de lo real hasta su recorrido en Soda Stereo, la agrupación desde la que irradió su envolvente carisma hasta mediados de los 90.

Tras haber construido un perfil de gran biógrafo del rock argentino a partir de sus trabajos sobre Charly García, Luis Alberto Spinetta y Pappo -las tres figuras más grandes del movimiento local-, Marchi aborda ahora la vida de Cerati en un exhaustivo recorrido que va desde su infancia hasta su temprana muerte en 2014.

El autor echa luz en torno a una personalidad que, a la vista pública, siempre mantuvo un carácter enigmático, más allá de su activa vida social y sus habituales contactos con la prensa; acaso porque nunca protagonizó escándalos ni dio lugar a que cuestiones personales marquen los hitos en su carrera. “Gustavo era un tipo complejo, pero no complejo desde el punto de vista retorcido, sino un tipo que tenía mucha información, mucha inteligencia, mucha amplitud y un toque de ingenuidad, si querés”, resume Marchi en un pasaje de la extensa charla que mantuvo con Télam.

“Algún tiempo atrás”, publicado por Sudamericana, indaga con profundidad en la historia de Soda Stereo, su ascenso, la conquista del mercado latinoamericano, pero también los conflictos internos de raíz que iban a hacer implosión definitiva en 1997, cuando la banda que completaban Zeta Bosio y Charly Alberti se disolvió. "En un momento Soda se convirtió en una prisión y él quiso un vehículo más confortable para su idea musical", dice el autor.

El periodista también rescata que el músico “tenía una cosa muy actoral” y que “reivindicaba el derecho del artista a crear un personaje, como lo hacía por ejemplo David Bowie”, una mascarada que probablemente haya contribuido a desconocer muchas facetas de su personalidad y, por ende, definirlo de manera equivocada, lo que le valió no pocos estigmas.

A la hora de comparar este trabajo con las anteriores biografías a las que se abocó, Marchi identifica dos factores no poco importantes. En primer lugar, en este caso se dedicó a explorar a un artista al que conoció cuando buscaba abrirse camino en el mundo de la música, a diferencia de Pappo, Spinetta y Charly, que ya tenían sus pergaminos cuando tomó contacto con sus historias por primera vez.

“Soda larga en el 84 con el primer disco y yo largo en el 83 con el periodismo, entonces eso generaba un cruce constante, sobre todo porque ellos estaban empezando y necesitaban notas, y yo como periodista también las necesitaba. Esto influyó en que tuviera mucho material propio para trabajar a la hora de hacer el libro y menos necesidad de andar citando”, destaca.

El segundo hecho clave fue que tanto la familia de Cerati, a excepción de su hermana Laura, como los dos miembros sobrevivientes de Soda Stereo se negaron a prestar testimonio. “Hablé con Charly (Alberti), quien tuvo buena onda pero me dijo que hablemos más adelante. Y a Zeta no pude llegar, hablé con su mujer, que me dijo que él remite a todo el mundo que le consulta a su biografía (“Yo conozco ese lugar”) y que se están guardando por si aparece la posibilidad de hacer algo más, probablemente una serie”, cuenta Marchi.

“Me hubiera gustado tener a Zeta y Charly para que equilibraran la balanza con sus verdades, pero bueno, el que calla otorga. Me hubiera facilitado más el trabajo pero no me lo imposibilitaron. Sólo tenía que trabajar más para llegar al lugar donde llegué. Lo que iba a prevalecer entonces era el relato que yo tuviera de la gente que entrevistara”, reflexiona el autor, quien sin embargo valora la predisposición de figuras claves en esta historia, como el ingeniero de sonido Adrián Taverna, el músico Richard Coleman o representantes y colaboradores estrechos de la banda.

En diálogo con Télam, Marchi se interna en diversas cuestiones relacionadas con el proceso de escritura de este libro que le demandó cuatro años de trabajo y se anima a reflexionar sobre algunos temas que lo sobrevuelan.

—¿Cuándo apareció la idea de hacer este libro?

—Cuando estaba haciendo el libro de Spinetta, porque la verdad que fluía tan bien ese libro que pensé que también tenía que hacer la biografía de Gustavo. Me pareció una especie de justicia del lado mío porque había hecho las otras obras, pero también quise hacerlo porque me apasiona. Escribo desde el amor, no puedo hacerlo desde el odio. La verdad que si no tengo cariño por un músico, ni se me cruza escribir sobre él. No me interesa.

—¿Descubriste algo revelador sobre Cerati al trabajar en el libro?

—No. Lo que sí creo es que aparecen toneladas de cosas que no sabían de Gustavo; ahora, que esas cosas nos devuelvan a un Gustavo desconocido, no sucede. Me parece que no lo encontré en ninguna de las biografías que hice, porque a los cuatro los conocí bien, entonces nunca me encontré con alguien completamente desconocido. Lo que se encuentra es más el detalle de alguna cosa. Por ejemplo, de Charly García yo no sabía que le gustaba el café con leche. ¿Dice algo eso de una persona? Que a una persona que tiene los hábitos de Charly le guste el café con leche es algo curioso, pero de Gustavo no encontré nada, solo detalles que van configurando los rasgos más finos de un retrato. Yo lo conocí, entonces sabía que le gustaba Led Zeppelin o sabía perfectamente que no era un cheto.

—Hacés bastante hincapié en esto último en el libro. ¿Lo hiciste porque creés que todavía permanece esa idea sobre Cerati o proyectaste lo que se decía de él en algún momento?

—Cuando uno hace un libro, te das cuenta que hay determinadas cosas que circulan sobre el personaje que son mentiras y yo subrayé eso para que quede claro. Hay mucho relato dentro del rock, mucha gente que describe al rock como le gustaría que fuera, no como es. Entonces, subrayé algunas cosas y sobre todo esa porque me parece una injusticia cuando dicen que Gustavo era cheto. En el periodismo, lo más importante es llegar a la verdad de los asuntos, entonces no puedo dejar de señalar que hay cosas que son mentiras y hay que decir la verdad con toda claridad.

—Por esa caracterización errónea que se hacía de él, era el blanco de cánticos muy hirientes. ¿Le afectaba eso?

—No era un tema pero era algo que le jodía. En México, según me contaba un amigo, estaba más tranqui porque no le hinchaban con Los Redonditos de Ricota y es algo que sale en todos los reportajes. Yo puedo entender algunas cuestiones de enfrentar, de crear bandos, porque soy periodista. Para Gustavo era algo que le rompía bastante pero no era un tema.

—El libro revela muchas cuestiones internas que se daban en Soda Stereo y aparecen elementos en general que hacen preguntarnos qué fue el grupo para Cerati. ¿Tenés alguna respuesta a eso?

—Soda fue el grupo con el que Gustavo podría haber llegado adonde quisiera pero en algún momento eligió viajar con otra gente, hacer otras experiencias. En las giras, él no se quedaba en los hoteles, le gustaba salir, conocer gente, lugares. Creo que en algún momento necesitó salir de Soda porque tenía los planteos de siempre de Zeta y Charly, que eran por los derechos de autor. Gustavo tenía una personalidad pulpo que abarcaba mucho y pensaba que si hacía tanto no tenía por qué cobrar lo mismo. Eso fue desgastando la relación, la asimetría de ingresos. Eso no se pudo resolver nunca. No creo que haya habido problemas artísticos porque ahí el que tallaba era Gustavo, pero en un momento Soda se convirtió en una prisión y quiso un vehículo más confortable para su idea musical. A Gustavo le gustaba moverse entre amigos y que termine siendo una cosa muy familiar. Eso con Soda no pudo ser y terminó siendo que no se sentían tan amigos. A lo mejor hay que preguntarse si no fue eso lo que separó a Soda, más allá de lo que hablamos.

—¿Qué te propusiste o qué límites te planteaste antes de encarar todo lo que tuvo que ver con su enfermedad y su muerte?

—Mi lema es "Circule con precaución, en la vida, en la ruta y en los libros". Tenía que ir con mucho cuidado, no por límites de censura, sino por conocimiento. Me parecía interesante desde el punto de vista médico explicarlo bien porque hay una razón científica y médica clara de lo que pasó, no fue una maldición que le vino. Si vos ves todos los factores de riesgo de un ACV, Gustavo tenía todas las casillas marcadas. Lo que hice fue ir con mucho cuidado, mucho respeto, por un camino de ripio en el que podía caer en el amarillismo o irme para el otro lado y chocarme una montaña por haberle sacado el culo a la jeringa. Traté el tema con respeto pero no por eso oculté cosas porque sino hubiera quedado un relato sin sangre.

—En líneas generales, ¿sentís que el libro da alguna respuesta a algún tema en especial sobre el que siempre se quiso saber más?

—Los libros no tienen que traer respuestas. Estos libros cuentan una historia y después el lector encontrará respuestas a las preguntas que tenga. Yo respondí todas las preguntas que tenía. Creo que la historia está bien completa, pero las preguntas se las hará cada lector y encontrará o no respuestas en el libro.

(*) para Télam