Desde que Rodrigo De Paul lo vio picar y puso la pelota larga, "Fideo" Di María no tuvo más de tres segundos hasta la definición. Corrió por atrás del defensor brasileño, por el costado derecho del ataque argentino y seguro pensó en el chat que había tenido con su esposa Jorgelina, que le había anticipado que le podría quedar una para ganar el partido, como esa vez contra Nigeria en la final de los Juegos Olímpicos de 2008. Habían pasado 13 años de aquella otra definición, también por arriba del arquero y con el mismo resultado: la pelota en el fondo del arco, la selección ganando 1 a 0  y un título.

Entre esa medalla dorada en Pekín y esta copa levantada en Río de Janeiro, hubo un montón de triunfos, con momentos felices para Di María y una generación de futbolistas argentinos que puso a la selección en el podio de las mejores. Pero también la frustración de haber perdido tres finales consecutivas, en las que además había siempre una lesión que se empecinaba en dejar afuera a este flaco rosarino, que hace tiempo es figura en los clubes más grandes de Europa y que esta vez le dio una gran alegría todo el país.

Di María, nacido en barrio La Cerámica, llegó a la Primera en Central, de la mano de Don Angel Tulio Zof. Pero antes, había empezado a soñar con ser futbolista en el Club El Torito, a la vuelta de la carbonería en la que trabajaba su papá. De chico, según cuenta la leyenda, alternaba los entrenamientos con horas paleando carbón. Por eso, tal vez, cuando obtuvo por primera vez un dinero grande al pasar del Canalla al Benfica portugués, le compró una casa a sus padres en Alberdi, en Washington casi llegando al río.   

Y este lunes, pocas horas después del Maracanazo argentino que tuvo a "Fideo" como protagonista, el móvil de la Sí 98.9 se llegó hasta las canchas de El Torito, para saber qué sintieron cuando Di María hizo el gol. Y lo contó el presidente del club, Germán Ángel: "Se me cayeron las lágrimas. Nosotros al partido lo vivimos muy intensamente. Le habíamos mandado unas horas antes a su papá un video motivacional que le hicimos, con una bandera argentina desplegándose sobre el mural que tenemos con su cara acá mismoy que terminaba con una foto de él con la camiseta de nuestro club. Y sabíamos que lo habían compartido en el grupo de WhatsApp que tienen en la familia. Fue todo una locura".

El padre del actual presidente de El Torito tenía un taller mecánico, en el que guardaba la camioneta el papá de Di María, que tenía una carbonería a la vuelta del club. "Había una amistad, sí. Y a Angelito la que lo traía a entrenar siempre era su mamá, estaban acá a la vuelta. Después, cuando él se va a jugar a Central, que tenía que ir a la Ciudad Deportiva, la mamá lo llevaba en bici a Granadero Baigorria a entrenar, son un montón de kilómetros. Y en la canastita de adelante, la llevaba a la hermanita de Fideo, que era chiquita. Hicieron un esfuerzo enorme, como la hacen todos los días un montón de familias que traen a sus hijos acá. Algunos llegan a poder jugar y otro montón no. En nuestro caso, el club también atiende lo social. Porque a veces nos pasa que vienen pibes que no tienen botines, o que durante la pandemia sus padres se quedaron sin trabajo o sin poder hacer changas. Y entonces empezamos a hacer un comedor popular, todos los viernes".

El santuario a Di María

Al club se llega por la calle Baigorria desde Rondeau, o por Camino de los Granaderos desde Circunvalación. Está en la zona noroeste y tiene tres canchas, una de ellas más grande y con iluminación. Esas mismas luces se encendieron el sábado 10, después del partido de la selección. "Cuando terminó la final, me vine para acá, no sabía ni qué hacer. Y cuando llego al club, estaba lleno de gente del barrio. Se había hecho como un santuario en el mural de Di María, la gente los vecinos le venían a agradecer, prendían velas, dejaban banderas de Argentina. Fue una noche muy larga y hermosa".

El dirigente de El Torito recordó que su papá también dejó un mensaje sobre la revancha que significó este triunfo para la generación que perdió varias finales, con Messi, Kun Agüero y Di María al frente. "Eso te muestra que nunca hay que bajar los brazos. Con tantas críticas que le hicieron a Fideo, nos dolía mucho. Cuando le pegaban a él, era como si nos pegaran a nosotros. Por eso el gol que hizo el otro día, te diría que lo soñamos todos nosotros. Es lo que le decimos acá a los 300 chicos que tenemos en el club, en el que tenemos también fútbol femenino".

Miguel, el papá de Di María, no veía hace casi dos años a su hijo. Y ahora lo tendrá por unos pocos días en Rosario. En El Torito, con orgullo, dijeron que "el Fideo siempre será bienvenido en el club. Y si tenemos la posibilidad de que pase unos minutos por acá y se saque una foto con este mural que le hicimos hace dos años, será un orgullo".  

El Club El Torito celebró la revancha de Di María