Por la diferencia horaria, algunos de los partidos del voley masculino en Tokio se jugaron en la madrugada argentina. Y entonces hubo que poner despertador, como hace 27 años con esa otra selección que por primera vez había conseguido llegar a un podio en este deporte, la de Seúl 88. Ahora fue en Japón y hubo mucha emoción con cada saque que entraba, con cada bloqueo y "con las manos de todos los pibes arriba", como dice en su relato el genial José Montesano. Uno de los que consiguió la hazaña es Sebastián Solé, el rosarino de poco más de 2 metros, que además puso en juego la última pelota en el emotivo duelo con Brasil, la del punto que valió un bronce. De regreso en su casa de barrio Triángulo, recién aterrizado tras 48 horas de vuelo, compartió sus sensaciones con el móvil de Sí 98.9.

El que rompió el hielo fue su hermano Emanuel, el primero en probar suerte con el voley. "Un poco antes que él, empecé a jugar yo. Estábamos acá a la vuelta, en el club del barrio, aunque no coincidimos en categorías, porque le llevo tres años. Después a mí me dio por estudiar una carrera y dedicarme acá a la farmacia. Pero Seba le metió con todo al deporte, pegó también un estirón después de los 15 años, que no pasaba por el marco de la puerta. Y le salió ese fuego interior que ahora le vemos en la selección. Fue a Sonder, después a Bolivar y muy rápido lo buscaron de Italia, se fue re joven a jugar allá, ahora está en el Peruggia. Es un orgullo para nosotros".

Emanuel recibió al móvil en la vereda de su casa. Y conectado por teléfono, desde adentro, su hermano Sebastián, el recién llegado de Tokio se sumó a la charla. "Tengo que mantener el aislamiento por cuestiones sanitarias, no puedo ver a nadie, más allá de que me muera de ganas de estar con amigos y gente que extraño. Después, cuando ya termine esta etapa de encierro, tengo unas pocas horas y ya me vuelvo a Italia, allá están mi mujer y mi hijito, que nació poco antes de que viaje a Tokio", contó el menor de los Solé.

En casa de farmacéuticos, lo primero que hicieron cuando llegó Sebastián fue poner la medalla en la balanza. "Pesa 450 gramos", coincidieron los dos Solé. Además, un cartel de colores esperaba al representante olímpico en la puerta de la casa familiar: "Bienvenido Seba, medalla de bronce, corazón de oro", dice el pasacalle.  "De Tokio acá a Barrio Triángulo, trayendo este bronce que es historia pura. Lo vemos y todavía no lo podemos creer. Todavía no caemos, acá en el barrio estábamos todos locos con lo que iba pasando", explicó Emanuel.

El seleccionado arrancó perdiendo su primer partido en Tokio, con Brasil. Después estuvo dos sets abajo con Túnez, que en los papeles era el rival más flojo del grupo. Pero lo dio vuelta y logró clasificar a cuartos de final, instancia en la que ganó una batalla memorable con Italia, uno de los mejores del mundo. Y en el desafío por el bronce, otra vez contra la verdeamarelha, fue el turno de la revancha, con un memorable 3 a 2. En el último punto, el saque fue de Seba Solé, el "Nene Malo" de Rosario. "Le puso así José Montesano, cuando jugaba en Bolivar. Por el coraje que le pone dentro de la cancha a cada pelota", cuenta su hermano Emanuel. 

En la nota con la radio, Sebastián relató cómo se siente convivir durante varias semanas con la élite mundial de todos los deportes, representando a su país. Y habló de la rara experiencia de jugar sin público, en el que fue su tercer Juego Olímpico. "¿Se imaginaban llegar a esto antes de viajar?", le preguntó Juan Cruz Revello: "Somos un grupo que llevamos diez años jugando juntos. Es una larga carrera la que hicimos y siempre soñamos con un logro como este. Que es muy difícil, porque te enfrentás a las mejores potencias. Y lo que hicimos, además de entrenar mucho, fue creer. Si no crees que lo podés hacer, es imposible llegar. Esperamos que esto que conseguimos nosotros ayude a darle un nuevo empujón al voley en Argentina, que durante el año de la pandemia estuvo muy parado. Que los nenitos que por ahí nos vieron jugar, se animen". 

Escuchá acá el audio de la nota completa:

Sebastián Solé, medallista olímpico del voley, en su querido barrio Triángulo