La historia detrás de una de las leyendas del tenis que a sus 34 años, después de haber permanecido 302 semanas en la cima del mundo y conquistado 87 títulos de singles – entre ellos 17 Grand Slam, seis Torneos de Maestros y dos medallas olímpicas, además de la Copa Davis-, aún tiene como objetivos recuperar la cima del ranking de la ATP y volver a ganar Wimbledon.

El libro de la biografía no autorizada de Roger Federer de uno de los periodistas de tenis más prestigiosos del mundo, Chris Bowers, quién viaja por el circuito desde hace décadas  comienza describiendo un hecho que ocurrió en el Masters de Hamburgo 2001 y que cambió la carrera del suizo reconocido hasta ese momento como un intolerante, rompedor compulsivo de raquetas.

Allí un prodigioso Federer de apenas 20 años, que se estaba enfrentando en una cancha secundaria al argentino Franco Squillari, ofreció una performance irregular. Pese a ser un jugador superior en términos de talento natural, las cosas no le salieron bien. Perdió en primera rueda por 6-3 y 6-4 y tras darle la mano a su rival llegó a su punto máximo de ebullición destrozando la raqueta contra el suelo justo debajo de la silla del umpire.

El de Basilea, que desde sus inicios en el alto rendimiento, abandonaba entrenamientos, tiraba partidos y era tremendamente fastidioso se sintió por primera vez tan avergonzado que se prometió nunca más volver a repetir una situación de estas características.

 

“Erré la volea en el último punto, la pelota quedó entre la raqueta y el suelo. Miré la bola y pensé: ¿Qué es lo que estoy haciendo? Y estrellé la raqueta. Saludé a  mi rival, me fui a la silla y allí seguí descargando mi rabia. Luego recapacité, me dije no puedo seguir así quejándome como un idiota luego de cada peloteo y me prometí no decir más una palabra y las cosas definitivamente comenzaron a funcionar”.

A partir de ese suceso, Roger, empezó a controlar su carácter explosivo y fue componiendo de a poco un temperamento que lo describe como un jugador casi inexpresivo, que parece estar siempre relajado, aún en los momentos de máxima tensión. Frío y calculador dentro de la cancha, su vida deportiva se transformó en ejemplar.

Fútbol, hockey o tenis

Lynette, la mamá de Roger, es sudafricana y emigró a Suiza por amor, después de haber conocido por cuestiones de trabajo a Robert Federer. La flamante pareja se asentó en el Cantón de Basilea. Allí en las cercanías del Rin nació la primera hija del matrimonio, Diana y dos años después, el 8 de agosto de 1981, llegaría al mundo uno de los jugadores más grande de la historia.

De pequeño práctico varias disciplinas, su talento innato lo llevaron a destacarse en tenis, fútbol y hockey sobre hielo. Se mantuvo indeciso hasta los 13 años, cuando finalmente se decidió por el deporte de la raqueta.

Después de ganar varios títulos a nivel nacional sus padres le sugirieron que ingrese al Programa Nacional de Desarrollo de Swiss Tennis Center en Ecublens, localidad ubicada a orillas del lago de Ginebra, a unos 200 km de su ciudad natal, en la región la Suiza francesa.  Los primeros meses fueron difíciles para Roger, su francés no era bueno, era el jugador más joven y débil en el centro de formación. El apoyo de su familia y su fuerza de voluntad fueron fundamentales para superar el duro momento.

A los 16 años dejó la academia y viajó a Biel para ponerse bajo las órdenes de Peter Carter, su primer entrenador profesional y quién luego lo acompañaría durante varios años por el circuito. Carter murió en 2002 con 37 años en un accidente de tránsito. Federer se enteró de la noticia cuando estaba en el Masters Series de Toronto y jugó el partido con un brazalete negro. Terminado el encuentro el suizo lo recordó como un buen amigo y el entrenador más importante de toda su carrera. “Nunca puede agradecerle lo suficiente por todo lo que me dio. Gracias a él tengo toda mi técnica y la naturalidad en el juego. Cualquier derrota en el tenis no es nada en comparación con un momento como este”.

Su debut en el circuito mayor

A los 17 años se convirtió en el número uno del mundo en juniors y comenzó a dar sus primeros pasos en el profesionalismo. Hizo su debut en Gstaad, Suiza, donde cayó en primera rueda ante el argentino Lucas Arnold Ker. Después de haber jugado algunos torneos más terminó la temporada como 301 del ranking de la ATP y festejó sus éxitos con un extravagante look. Se tiñó el cabello de rubio oxigenado.

Al año siguiente, después de haber participado en varios de los grandes, se metió en el top 100 y a partir de allí su ascenso fue imparable. En 2001 ganó su primer título en Milán y derrotó en octavos de final de Wimbledon a uno de los máximos ídolos del tenis, Pete Sampras, en cinco dramáticos sets; sorprendiendo de esta manera al mundo del deporte blanco. Con 20 años se acercaba vertiginosamente al pelotón de los mejores diez del planeta. Concluyó la temporada en el puesto 13.

2003 fue el año de su despegue definitivo, ganó su primer Wimbledon, al que se le sumaron otros cinco títulos, además de la Copa Masters y tomó la segunda posición detrás del estadounidense Andy Roddick. El 2 de febrero de 2004 fue por primera vez número uno del mundo.

 

Con el transcurso de los años, la carrera de Roger Federer se ha convertido en una de las más extraordinarias en la historia del tenis. A los 34 años se ubica en el segundo puesto del escalafón internacional y ostenta 302 semanas en le cima del ranking de la ATP, 87 títulos de singles, de los cuales 17 son de Grand Slam – siete Wimbledon, cinco Us Open, cuatro Australian Open, un Roland Garros- y seis Torneos de Maestros. Además de dos medallas olímpicas y la Copa Davis a fines de 2014 –único trofeo que le faltaba a su vitrina-.

Unidos por los Juegos Olímpicos

A Roger y Mirka los unía la misma pasión, el tenis. Ambos eran jugadores profesionales que se conocieron representando a Suiza en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Fue ella la que se animó a dar el primer paso y le declaró su amor. Con el tiempo se pusieron de novios. Dos años después ella tuvo que abandonar el deporte por una lesión en su pie derecho y desde entonces se dedicó de lleno a la ascendente carrera de su prometido. “Cuando me retiré, Roger fue mi soporte. Me sometieron a una operación y estuve con muletas. Tenía mucho tiempo para pensar, miraba tenis por televisión y él me devolvió mi vida tenística a través de sus victorias. Sus triunfos eran como si fueran míos”.

Se casaron en abril de 2009 y son padres de cuatro hijos –dos pares de gemelos-. Para mantener a toda la familia unida, Federer, tuvo que buscar alternativas que se adecuaran a su ritmo de vida. En sus viajes comenzaron a necesitar la ayuda de varias niñeras, sus hijos muchas veces tienen problemas con el jet lag por los bruscos cambios de horarios y requieren de toda la atención. Además, para las nenas que ya están en edad escolar, tuvo que contratar a maestras particulares para que los acompañen por el mundo. "Parece que para que todos pudiéramos estar juntos era lo que teníamos que hacer. En un principio no estaba muy seguro de si eso era lo que realmente quería para los niños, pero es la manera de mantenernos unidos".

 


Servicio Militar Obligatorio

A los 22 años, Federer, tendría que haber cumplido el servicio militar obligatorio en las Fuerzas Armadas de Suiza. Sin embargo, fue considerado “no apto” debido a una lesión en su espalda. Pero como todos sus compatriotas que no cumplen con la llamada del ejército tienen que abonar el tres por ciento de sus ingresos, cifra que se reduce considerablemente si se realiza alguna contraprestación social. Roger opto como prestación sustitutoria ser instructor deportivo de tenis. Para tal fin tuvo que realizar un curso básico de una semana y durante un período de tres temporadas dio clases cinco días al año.


Perfeccionamiento científico

Tantos estudios científicos sobre los golpes de tenis que andan dando vuelta por el mundo no son considerados en absoluto para uno de los jugadores más importante de la historia de este deporte, que se caracteriza por su exquisita técnica y economía de movimientos. En declaraciones al diario español Marca, Federer, aclaró que nunca ha hecho analizar sus golpes. “Mis científicos son mi entrenador, mi preparador físico, mi mujer Mirka, mis padres y mi agente. Atiendo a sus consejos porque ellos son los que conforman mi equipo”.