Marcos trabaja en una fábrica en las afueras de Rosario. Tiene horarios rotativos, sin días ni francos fijos. Sus jornadas laborales son de doce horas: a veces trabaja dos días y tiene dos francos, después le toca trabajar tres días y toma tres francos. Cuando fue papá, le correspondieron sólo dos jornadas laborales para estar con su hija recién nacida. Él juntó francos, cambió un día con un compañero, gastó todas sus vacaciones y un día fue a donar sangre, para tener una justificación, faltar al trabajo y sumar 24 horas más. En total acumuló veinte días. “Me quedé corto”, dice. Y calcula: si el nacimiento hubiera sido un día franco, la licencia no le correspondía. 

Los papás de Argentina hacen, como Marcos, malabares. Le corresponden por ley sólo dos días pagos para acompañar a su familia cuando nace su hijo o hija. Si quieren o necesitan estar un poco más, acumulan francos, se toman vacaciones o trabajan desde su casa. Si son monotributistas, dependen de la buena fé de sus compañeros. O por un tiempo no cobran un peso. Nada de eso, sin embargo, es sinónimo de licencia. Son artilugios para ganar un ratito más lavando un plato, esterilizando una mamadera o simplemente durmiendo al lado de su bebé. 

La Cámara de Diputados de la Nación comenzó este martes a debatir el Sistema Integral de Cuidados de Argentina (SINCA) en las comisiones de Trabajo y Mujeres y Diversidad. La propuesta apunta a un aumento progresivo de los días de licencia para personas no gestantes. Primero pasaría a ser de 15 días. En dos años, la licencia se extendería a un mes, y en cuatro años a 45 días. En seis años los días correspondientes pasarían a ser 60, es decir, dos meses. Y en ocho años, los mismos que hoy tienen las madres: 90 días. Rosarioplus.com consultó a cuatro varones cómo fueron sus licencias y esos primeros días fundamentales en la vida en que el Estado no los reconoce como protagonistas. 

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“Me perdí estar para cualquier necesidad, además de los momentos, que son todos y cada uno, muy particulares”, dice Marcos a este medio. Enumera todos los días que consiguió y asegura que no fue suficiente. “Me quedé corto. Es una etapa nueva, todo es un aprendizaje y uno no se quiere perder ningún momento”. 

Ni él ni su pareja tienen familiares en Rosario. Nadie estaba cerca por cualquier necesidad. “Siempre estaba muy pendiente y yo me sentía muy impotente si llegaba a pasar algo y no podía hacer nada. Tuve suerte en el sentido de que me pude tomar algunos días, pero la realidad es que hasta un año y medio después no volví a tener vacaciones”. 

“Se nos colapsó la vida”

“Si yo hubiera tenido esos tres meses libres con goce de sueldo, se podrían haber facilitado las cosas para la mamá. Pero bueno, la verdad es que no sucedió”, dice Juan Ignacio. “A mí me dieron solamente cinco días en el trabajo. Fue medio choto, porque se nos colapsó la vida. La mamá tuvo tres meses de licencia, yo sólo cinco días, y por decantación ella se hacía mucho más cargo de nuestra hija que yo. Para mí no estuvo bueno, porque los primeros tres meses son súper importantes”. 

Juan Ignacio se acuerda de los primeros meses y asegura que “estaba hecho pelota”. Llegaba del trabajo a eso de las 18 y su compañera aprovechaba para salir o hacer otras cosas. Durante la noche él también se hacía cargo de su hija. Y a las siete de la mañana volvía a salir a trabajar. “Me perdí algunas cuestiones, como ir al médico algunas veces. Por suerte pude acomodarme en algunas cosas, pero no siempre. Hubiera estado bueno haber tenido más tiempo y haber estado más relajado sobre todo”. 

El deseo de Juan estaba en poder estar en su casa tranquilo, sin la contaminación del afuera. “Cuando tuve que salir, después de tres días juntos, fue un garrón. Yo quería estar con ellas y no podía. Me parece que es muy importante que se empiecen a discutir estas cosas. Es una forma también de empezar a cambiar el paradigma y que nos hagamos un poco más cargo. Podríamos tener mucho más protagonismo del que tenemos”.

“Yo pude acompañar a costa de no tener un mango”

Marco Bortolotti está contratado por la Municipalidad desde hace seis años. Es músico, monotributista y da clases de música en el Distrito Norte y de manera particular. En su contrato con el Estado no se mencionan las vacaciones y mucho menos las licencias por paternidad. Como su hija tenía fecha para nacer en diciembre, él calculó que las clases ya habrían terminado o estarían a punto. No se trataba de una licencia, sino una mezcla de acuerdo interno con sus compañeros y casualidad. 

Su hija, sin embargo, nació de urgencia, dos meses antes de lo previsto. Estuvo internada en terapia intensiva y en neo varias semanas más. “A mí me cubrieron mis compañeros. No hubo mediación de ningún tipo. No hubo un papel como podría haber pasado si estaba en una escuela, por ejemplo. Significó también que tenga que dejar otros trabajos y nuestros ingresos bajaron mucho. Yo pude acompañar todo el proceso a costa de no tener un mango. Vivimos con la ayuda de familiares, amigos y tapando agujeros”. El músico destaca una ayuda fundamental: la Asignación por Hija que cobró a través de Anses. 

La familia dejó la neo en diciembre y Marco volvió a su trabajo: estuvo en los actos de cierre de año de la Municipalidad. “Yo quizás podría no haber ido, pero no hubo nadie que venga y me diga ‘vos tomate el día’. Me hubiera gustado tener un vínculo más formal. En este tipo de trabajo, donde estás tercerizado, dependes de la buena voluntad de los que están más arriba, o todo puede ser una conflictividad”. 

“Después de esta experiencia, me quedó clarísima la importancia de que el padre pueda estar y acompañe un nacimiento. Este es un ejemplo de cómo funciona el juego de roles a nivel social, entonces en tanto no haya una licencia de paternidad, el rol protagónico va a ser de la madre”, reflexionó. 

“Uno siempre pierde algo en estos casos”

Mauricio fue papá por primera vez en julio de 2014. Él era becario de Conicet y desde que se enteró que iba a tener un hijo empezó a juntar sus días de vacaciones para poder quedarse en casa con su familia. “Mi situación laboral era bastante precaria. Yo junté los días para tener por lo menos unas tres semanas destinadas a estar con mi bebé. Son momentos fundamentales de la vida, que se vuelven sumamente complejos si la cosa no es acompañada”. 

En 2015, Mauricio ingresó como investigador a Conicet y le correspondieron quince días por paternidad. Su hija más chica nació en octubre de 2021 y la situación fue distinta. No sólo por los días, sino porque ya no cumplía horario de entrada y salida y pudo organizar sus horarios laborales en función de la familia.  A eso se le sumó un plus: todavía permanecían algunas restricciones por la pandemia y el trabajo virtual era cotidiano. “Me acuerdo de tener a Amanda dormida en mis brazos y yo dando una charla o participando de un congreso virtual. Ella era muy chica y dormía mucho, pero tampoco es el modo de acompañarla”. 

“Creo que uno siempre pierde algo en estos casos, sobre todo por esta locura de que parece que no se puede dejar de laburar para dedicar tiempo a conectar con su bebé. Mirarlo, escucharlo, o simplemente dormir con él, en vez de estar pensando que cuando se duerma te tenes que poner a laburar. Eso es lo que perdí, porque rápidamente entré en la vorágine del laburo y fui perdiendo esos días irrecuperables”, cuenta a este medio. 

Para Mauricio, pensar la licencia por paternidad es fundamental “para que la cosa sea más equitativa, más justa”.  “Que el papá tenga que volver a laburar enseguida hace que no exista la posibilidad de que el padre también esté en la casa y se ocupe de las mismas cosas de las que se ocupa una madre. Se profundizan las desigualdades ya existentes y eso no está bueno. Hay que correrse el paradigma del que el padre ayuda, sino que hay que pensar más en la idea del acompañamiento mutuo. Creo que por ahí va la cosa. La idea de pensar el acompañamiento mutuo habilita que las tareas y los tiempos destinados a la crianza de tu bebé, sobre todo en esa primera etapa, que es fundamental, sean proporcionales, inclusive para poder hacer del ámbito hogareño un lugar mucho más amable de transitar”.