A Mauro Villamil la muerte lo cruzó temprano, a los 35 años. Su filosofía de vida, de tirar siempre para adelante, lo puso en el lugar de armar los asados que una vez por mes reúne a los empleados de la estación de servicio de Corrientes y 27 de Febrero, donde trabajó los últimos 20 años. En eso estaba este miércoles pasadas las 7.30 de la tarde noche en la verdulería de Gutiérrez y Corrientes, a la vuelta de su casa, cuando un ataque criminal e inesperado segó su vida, de espaldas y sin siquiera esperarlo.

Fueron tres delincuentes que llegaron a pie hasta el comercio, y uno de ellos esgrimió un arma –acaso una ametralladora, o una pistola en modo repetición– y prodigó una docena de balazos contra el frente y casas linderas. Dos empleadas cayeron heridas, y se recuperan hospitalizadas. Pero Villamil no. Las balas le impactaron de espaldas, y lo voltearon junto a unos cajones de fruta en la vereda, sin soltar la bolsa con las primeras compras.

En su casa lo esperaba Gisela, su esposa, y sus tres hijos: dos nenas y el mayor, de 10 años. Pero fueron sus compañeros de trabajo quienes se enteraron primero que algo malo había pasado.

“El motor del grupo de trabajo”, lo definió un compañero, angustiado por el trágico fin de quien nada tenía que ver con el peligro criminal que impregna sin control los barrios rosarinos. “Siempre nos juntamos una vez al mes a comer un asado para disfrutar un momento, es con la plata de nuestro trabajo. Habíamos organizado juntarnos a comer esta noche un asado, y Mauro era el encargado de hacerlo. Tenía el costillar en el auto. Pasó por la esquina de la verdulería de su casa para comprar y hacer las ensaladas, las papas. Y mientras hacía las compras pasó esto, tres malvivientes tirotearon la zona y lo agarraron por la espalda”, relató un compañero.

El drama siguiente fue la angustia de presentir lo peor y no atreverse a confirmarlo. “Un vecino avisó al trabajo que lo buscaban a Mauro, porque no respondía el teléfono ya hacía más de una hora. Y no, con nosotros no estaba, y resultó que estaba ahí nomás, en la esquina de la casa. Con la desesperación y el miedo que no fuera él preguntó si estaba con otra persona. Cuando confirmaron que no estaba por ningún lado fueron dos vecinos a reconocer el cuerpo y resultó que era él nomás”, completó el amigo y compañero laboral del playero asesinado.

Villamil trabajaba hacía 20 años en esa estación Shell, y luego de cumplir su jornada, tomaba unas horas el taxi de su padre para reforzar la economía familiar.

“Mauro era un excelente padre, excelente compañero, laburador a morir, siempre con buena predisposición, excelente persona. Siempre para él había que batallar, mirar el vaso medio lleno. Es una tristeza porque era el motor del grupo de trabajo acá, siempre tirando para adelante. Hacía 7 años que laburábamos juntos”, lo despidió el compañero.

Y el mismo dolor se reflejó en la red social Facebook.

RooMyy Godoy
Ana Laura Orbiso