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A dos meses de la desaparición de Santiago Maldonado, el gobierno embarró tanto la cancha en los primeros días que hoy no sabe bien dónde está parado. Lo que sí sabe con certeza es que el caso de la desaparición forzada del joven artesano que acompañaba a los mapuches en su protesta en el sur, no es un “cisne negro”. Es decir, no es una amenaza para el presente electoral favorable a Cambiemos. Lo sabe por las encuestas, por los focus group y porque aprendió a conocer a sus votantes: Ciudadanos confiados en que todo va a mejorar y cansados de la centralidad política y la corrupción.

La principal responsable política de la situación se siente a salvo. “Que se sepa lo que pasó de una vez por todas”, disparó en las últimas horas la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como si recién llegara al caso dos meses después. 

¿El gobierno ordenó la desaparición de Santiago Maldonado? Claro que no. Lo que sí ordenó es la presión sobre los mapuches que habían radicalizado su protesta en su lucha por la tierra que es una lucha ancestral que pone en peligro la propiedad de cientos de miles de hectáreas que hoy están en manos extranjeras. Eso es lo que está dispuesto a defender el gobierno de Mauricio Macri que le ha soltado las riendas a la Gendarmería que ahora se siente con libertad de ejercer mayor violencia. Ese es el marco de responsabilidad del Estado en este caso. Eso y haber ayudado a sembrar la confusión general en los primeros días cuando creyó que la cuestión representaba una amenaza política para la gestión.

El esquema es siempre el mismo. Los responsables de la Gendarmería se cubren entre sí, ocultan las pruebas del delito, siembran pistas falsas y otros las siguen para simular que están investigando. El juez Guido Otranto fue un colaborador inestimable en esta etapa y cuando consideró que era momento de despedirse, habló de todo con la prensa para ser recusado y salir de la causa. Y así fue. El magistrado que lo reemplazó ahora empieza de cero cuando ya han pasado 60 días del hecho.

El gobierno nacional cuenta como siempre con la sólida alianza de la posverdad. Es decir, ya no importan tanto los hechos sino quién los cuente y desde donde. Puesto así, los que exigen la aparición con vida de Santiago Maldonado tienen en realidad la intensión de limar políticamente al gobierno de Cambiemos y, por lo tanto, son kirchneristas y se identifican con la gestión anterior. Y los que apoyan al gobierno actual creen que eso es lo que efectivamente pasa. 

A ese cóctel se le agrega un poco de confusión que siempre rinde. Se le suma la desaparición de Julio López durante el gobierno de Néstor Kirchner donde nada tuvieron que ver las fuerzas de seguridad, aunque sí la mano de obra desocupada de la última dictadura militar. Y hasta el caso de María Cash, una joven que un día se fue para no volver y nadie sabe dónde está. Todo sirve y bien revuelto genera el escenario apropiado para alejar al gobierno nacional de cualquier responsabilidad.

Pero la pregunta por Santiago creció y desbordó los límites de la militancia por los derechos humanos. Como sea, hay una porción mayoritaria de la sociedad que sospecha cómo sucedieron las cosas. A lo menor no tienen la fuerza de cambiar nada pero seguirá prendida la llama que exige conocer la verdad. Es lo que se verá hoy, cuando las marchas a dos meses de la desaparición de Santiago Maldonado se multipliquen por todo el país.