Javier Milei empieza a achicarse la patilla, a acomodarse el pelo y a corregir de a poco el discurso; como Carlos Menem. “Se va a sacar la campera de cuero y a ponerse saco”, dice Guillermo Moreno para graficar que el libertario se enfoca en la posibilidad de gobernar. Esto inquieta a la política en general, peronismo y oposición por igual, pero puede terminar siendo el medio para que haya un sacudón y la política realmente se ponga a la altura de las circunstancias. 

Además, de la patilla también piensa en achicar el Estado. El plan motosierra, lo denominó esta semana en un acto en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Con la firma puesta para competir a Presidente por la Libertad Avanza, Milei ya no esconde sus planes económicos aunque sí evita seguir diciendo barbaridades como mostrarse proclive a la venta de órganos o niños.

Esas fantasmeadas ya las deja de lado, ya lograron su impacto, ya le podrían ser contraproducentes. Solo mantiene la idea de explotar por los aires al Banco Central. La posibilidad de dolarizar la guardó en un cajón, probablemente porque sabe que es impracticable. De nuevo, buscó impacto, recogió descontentos, y cayó sobre el tema. 

Lo que nunca suelta es el discurso anticasta y antipolítica. "En lo que refiere a la reforma del estado habrá una abrupta reducción del gasto público (...) en todas las partidas donde hay injerencia de los políticos, que se esconden detrás de los vulnerables y demás grupos de la sociedad para mantener sus estafas". 

La idea con la que insiste de que la política no sirve para nada y vive del Estado, de todos, es una percepción difícil de cambiar en una porción grande del electorado. Sobre todo si se ve el desorden, peleas, la confusión, y el revuelo del cierre de listas presidenciales y de diputados. Los grandes tanques electorales hacen todo el esfuerzo para darle la razón. 

Probablemente haya una crisis de representación y de la democracia. Lo que sin dudas existe es un torniquete entre la clase dirigente y una capa de decepcionados y convertidos en escépticos de la capacidad del Estado. Ahí está el logro de la captación de Milei; las formas y medios son el problema.    

Que el peronismo dude de entrar a un eventual ballotage es toda una definición del momento. Quizás el minarquista sea el mosquito necesario para que despierte la política grande, para que renazca el oficio político, por más lamentable que sea llegar a depender de alguien que se comporta como un demente. El tema es cuándo se siente el pinchazo. Después de picar, el mosquito puede contagiar dengue o ser aplastado sin más.