Cristina Fernández de Kirchner está segura de que todos comprendieron que realmente no será candidata en estas elecciones. Antes de decirlo por cuarta vez en televisión, se los volvió a decir a su grupo de confianza en una reunión en el Senado. Hasta allí llegaron su hijo Máximo, Axel Kicillof. Sergio Massa, Wado De Pedro, Andrés Larroque y Cecilia Moreau; a los que también les confirmó que será oradora en el acto del 25 de Mayo a 20 años del triunfo presidencial de NéstorKirchner.

En el albertismo celebraban haber tenido razón, ya que en el entorno del presidente descreyeron siempre de un supuesto operativo clamor que depositara a la líder en su tercera candidatura presidencial. La vicepresidenta sigue siendo benévola con el gobierno que también integra y sostiene que ya hizo las críticas que tenía que hacer. No quiere debilitar aún más a la gestión y hasta aseguró convencida en C5N que este gobierno “con todos sus problemas es infinitamente mejor al gobierno de (Mauricio) Macri”.

Cristina habla siempre de lo mismo, pero a la vez habla de lo que nadie quiere hablar en la política argentina: El problema de la restricción externa, es decir la necesidad de dólares que tiene nuestra economía para funcionar. Y hasta se muestra dispuesta a dialogar -”no a chicanearse”, dijo- con cualquiera que esté dispuesto a explicar de dónde podrían salir los dólares para pagarle al Fondo Monetario Internacional y a la vez lograr que la industria funcione a pleno con las divisas extranjeras que necesita.

Nadie explica esto. Ni Horacio Rodríguez Larreta, ni Patricia Bullrich, ni mucho menos Javier Milei que sólo expone sus deseos de demolición y dolarización, que es muy distinto a conseguir dólares para funcionar.

Esta semana en Sí 98.9 el inefable Guillermo Moreno aseguró que Cristina tampoco sabe cómo bajar la inflación, porque si así fuera “Massa no sería el ministro de Economía”. Es cierto que el ex secretario de Comercio habla más desde el “dolor de ya ni ser” y lejos de cualquier centralidad política; pero acierta de vez en cuando. 

Ese es otro de los motivos por los que la vicepresidenta no quiere asumir otra candidatura, porque sin el poder necesario y acosada por el partido judicial ve imposible llevar adelante las transformaciones profundas que hay que desarrollar. Por supuesto, trabajará incansablemente en esa dirección pero con otros actores. 

Massa mostró que está dispuesto después de ser nombrado por CFK como el que “agarró la papa caliente”, pero el 8,4% de inflación de abril sembró algunos nubarrones negros a su alrededor y las acciones de Kicillof volvieron a subir aunque él aspire a su reelección enprovincia de Buenos Aires. 

Alberto Fernández insiste en una gran Paso para evitar el dedo de Cristina, el mismo que lo depositó a él en la Casa Rosada. El ministro de Economía quiere, como la vicepresidenta, un candidato de consenso porque cree que Milei puede resultar más votado en las primarias quecualquier candidato peronista disperso. Daniel Scioli intenta despegarse del albertismo pero en el otro campamento no le creen mucho. Y Wado De Pedro conserva su sitial de “hijo de la generación diezmada”, donde lo ubicó Cristina por TV.

Las dudas son muchas y no sólo entorno del candidato del Frente de Todos, sino también alrededor de un programa económico que pueda sacar a Argentina de este subsuelo y volver a ponerla en el lugar que tuvo en la región con el salario en dólares más alto de América Latina. Una medalla que con justicia, Cristina exhibe en su pecho.